EL PAíS › OPINION
› Por Juan Carlos Tealdi *
Eduardo Luis Duhalde fue el funcionario que conjugó políticamente de los derechos humanos como principios fundamentales de la bioética en la Argentina y proyectó ese vínculo a escala latinoamericana e internacional. Cuando el pilar fundacional de la ética en las investigaciones biomédicas junto al Código de Nuremberg –la Declaración de Helsinki de la Asociación Médica Mundial– era atacado en el año 2003 por la propuesta neoliberal de un doble estándar entre países ricos y pobres, él constituyó, en la secretaría a su cargo, un consejo dirigido a la defensa de los derechos humanos como principios básicos de la bioética en la experimentación con seres humanos.
Al año siguiente, cuando se discutía el tercer borrador de un instrumento internacional sobre bioética, la Secretaría de Derechos Humanos convocó a un seminario latinoamericano que tuvo un enorme impacto, para introducir la visión regional y de los países pobres en la Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos que la Unesco aprobaría en 2005. El artículo 14 de la misma –llamado “argentino” o “latinoamericano”– fue una propuesta que Duhalde introdujo personalmente y que reconoce a la salud como derecho humano básico pidiendo que los progresos de la ciencia y la tecnología fomenten el acceso a medicamentos esenciales, alimentación y agua adecuadas, mejora en condiciones de vida y medio ambiente, reducción de la pobreza y el analfabetismo, y supresión de la marginación y exclusión de personas por cualquier motivo. La asociación entre la bioética y los derechos humanos que recoge el título de la declaración fue postulada y defendida asimismo por la representación argentina en el documento final.
Eduardo Luis Duhalde puso así a la Argentina como referencia de liderazgo internacional de una bioética fundada e indisociablemente unida a los derechos humanos en toda la variedad de temas de los que se ocupa. Ese aporte lo muestra como un hombre que en su vida dio ejemplo de defender los derechos y libertades fundamentales frente al terrorismo de Estado, pero también como quien supo interpretar lúcidamente las nuevas fronteras y desafíos normativos que el desarrollo de la ciencia y la tecnología en el campo de la vida y la salud nos ofrecen en la actualidad y hacia el futuro. Quienes hemos tenido la fortuna de acompañarlo en esta tarea hoy tenemos el dolor de su pérdida, pero también el legado de su magisterio de una ética del compromiso militante en la búsqueda de justicia.
* Asesor en Bioética de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación.
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