EL PAíS
› KIRCHNER, SEGURO DE SU TRIUNFO EN EL BALLOTTAGE FRENTE A MENEM
“Le vamos a pasar con una aplanadora”
El gobernador de Santa Cruz se prepara ahora para disputar la segunda vuelta con el ex presidente. Está convencido de que lo derrotará en el ballottage y llegó a especular con que conseguirá el 70 por ciento de los votos. Empiezan los realineamientos en la propia tropa de Kirchner.
› Por Miguel Bonasso
“Le vamos a pasar una aplanadora en la segunda vuelta”, le dijo un Néstor Kirchner exultante a Página/12 durante el curso de una conversación telefónica mantenida poco después de las seis y media de la tarde. A esa hora las encuestas a boca de urna marcaban claramente que el gobernador de Santa Cruz sería el elegido para enfrentar a Carlos Menem en el ballottage; se disipaba la sombra de “una interna del mismo modelo”, como el santacruceño denominó a una posible segunda vuelta entre el ex presidiario riojano y el Fiel bulldog, Ricardo López Murphy.
Kirchner manejaba en esas horas informaciones suministradas por el propio Eduardo Duhalde que lo ubicaban primero, con un 22,8 por ciento contra un 21 de Menem. También datos de Zuleta Puceiro que hablaban de un empate en el primer puesto. Tal vez por esa información inicial, que aumentó su tradicional entusiasmo, el candidato del Frente para la Victoria esperó hasta que estuvieran oficialmente escrutadas el 50 por ciento de todas las mesas antes de brindar una conferencia de prensa en el Salón Blanco de la gobernación de Santa Cruz y salir luego a encontrarse con miles de manifestantes que estuvieron vivándolo durante horas. Su deuda con el electorado de Santa Cruz era enorme: cuando se llevaba escrutado un 90 por ciento de los votos provinciales, el gobernador se imponía con un plebiscitario 78,6 por ciento.
En el diálogo con este cronista, Kirchner aventuró que podía llegar a ganarle la segunda vuelta a Menem con un sesenta por ciento de los votos. El dato, surgido de otra encuesta, puede parecer exagerado, pero se acomoda con la estrategia diseñada por el patagónico desde fin del año pasado, cuando comenzó sus conversaciones para una alianza con Eduardo Duhalde. Alianza que, como él mismo dice, le permitió ganarle por paliza al riojano en ese segundo cordón donde –según no pocos agoreros– los pobres creados por el menemato acabarían votando al hombre que los expulsó del mercado.
Quienes conocen a Kirchner saben que ha venido soñando con el escenario que acaba de producirse y él interpreta claramente como el pescante para ascender a la Presidencia. El candidato sabe que para gobernar con cierto margen de independencia con respecto a Duhalde y cierta solidez frente a los embates de Menem y sus padrinos del establishment, necesita ir construyendo una fuerza propia. Urgido por la definición electoral, siempre pensó que esa fuerza, que anoche definió en el salón blanco de la gobernación como un “frente nacional, popular, progresista y racional” (nótese el acento de moderación que supone el último atributo), debía gestarse de la sumatoria antimenemista que se produciría en una casi segura segunda vuelta.
Por eso anoche tuvo palabras de afecto y estima para Elisa Carrió y Adolfo Rodríguez Saá, propietarios temporales de votos que podrían favorecerlo frente al Le Pen de Anillaco. Cuando Jorge Lanata lo cruzó en su programa con esa Lilita que siempre buscó y siempre le resultó esquiva, fue notorio el esfuerzo del santacruceño por halagarla. La chaqueña, por su parte, ya había dicho que no iban a votar por Menem, pero dejó en claro que le interesaba seguir con la construcción de su propia fuerza antes que embarcarse en una segunda alianza. Kirchner lo notó, se hizo el distraído y reiteró su felicitación por la buena elección realizada por la candidata del ARI.
Otro tanto hizo con respecto al Adolfo, sabedor de que muchos “compañeros de los setenta” han transitado las tiendas del puntano y podrían sentirse más representados por el frente “racional” de Kirchner que por la desembozada sumisión al Southern Commmand que encarnan Menem y su más que desprestigiado compañero de fórmula. El sueño que Lupín comenzó a esbozar tímidamente ante algunos amigos íntimos en aquella reunión del Calafate (en 1998) que ya reseñamos en esta columna (y que en principio colocaba al sillón presidencial en un remoto 2007) puede concretarse el próximo 18 de mayo del 2003 si el rechazo, el temor o el franco odio que inspira el riojano a un 70 por ciento de la sociedad argentina se trocara en apoyo querido o inevitable como “mal menor” hacia el santacruceño.
Se daría entonces una interesante paradoja que algunos pocos observadores entrevimos hace cinco años, cuando decíamos en medio de carcajadas de los que saben todo que Néstor Kirchner iba a ser presidente. En esos días los medios no sabían quién era ese gobernador sureño de apellido que nadie sabía pronunciar. Y aun hace 48 horas muchos pensaban que este personaje hasta hace poco secundario (el candidato muletto según la cínica definición de Menem), de habla trabada por la pasión, al que los especialistas consideran todavía con escaso carisma y del que se burlan los humoristas de la Carpa por su estrabismo, podría llegar a ganarle la partida al tramposo más grande de la historia argentina.
Entonces, como decía un viejo combatiente en La batalla de Argel, comenzarán los verdaderos problemas. Los que surgirán de la tensión entre los elementos de la alianza bonaerense que lo llevó al poder y los de aquellos sectores de la sociedad que no creen más en las promesas de la corporación política. Sin olvidar los que podrá crear el resentimiento del menemismo y su jefe que, anoche, con irritación senil, se negó a felicitar a su contendiente en el ballottage.