EL PAíS
El bulldog arrasó con los votos en la Recoleta
En el Pilar, 8 de cada 10 votos fueron para Ricardo López Murphy. En el Bajo Flores ganó Elisa Carrió con mucha diferencia.
› Por Marta Dillon
La mujer baja enfurecida las escaleras del colegio del Pilar. Un abanico de niños rubios la sigue como flameando por el impulso de su mano. Sucedió en la misma escuela, pero no es que la señora se haya encontrado con Fernando de la Rúa, el único político que generó furias espontáneas cuando fue a votar. Lo que sucede es que el mundo no se detuvo para cumplir con su deseo. “Es vergonzoso –se indigna–; la gente esperando y los fiscales tomando mate”, habla de las autoridades de mesa como si fueran sirvientes rebeldes. Tendrá que esperar, de todos modos, para poder votar por Ricardo López Murphy. La una de la tarde es una hora malísima para cumplir con el deber cívico en Recoleta. Acaba de terminar la misa de doce y súbitamente hasta las mesas que habían estado desiertas llega una mezcla de perfumes intensa hasta el mareo. A pesar de la incomodidad que en estos vecinos parecen generar las aglomeraciones, es obvio que en las escuelas de esta isla de bienestar económico la gran mayoría está de acuerdo. Confían en Murphy –así, a secas y con perfecta pronunciación– sin dudarlo, como si los unieran lazos de sangre. O de clase.
“¿Vos viste lo bien que nada? Se ve que es un hombre sano”, dijo una de las tantas señoras de peinado cano, inmóvil como una escultura, que pasó al mediodía por el colegio San Pablo. Es una de las pocas que se avino a contestar la requisitoria de la encuestadora de Zuleta Puceiro. Vanina Calegari lo agradece, al menos la señora no la miró con desprecio. “Parece mentira que la gente sea tan maleducada en este barrio”, dice la joven de la planilla, harta de que los encuestados la ahuyenten con el mismo gesto que a una mosca. De todos modos, a las dos de la tarde consiguió completar los datos que pasó por teléfono. En esta escuela –que pertenece a la secta católica Opus Dei–, ocho de cada diez personas han votado al candidato de los grandes bigotes aunque por razones diversas. “Mirá, en mi casa lo único que me hace sentir segura es tener un perro guardián”, dice una joven que se ocupó de combinar hasta la malla del reloj con la cabritilla de sus botas. Después lanzó una carcajada cristalina, igual que si hubiera hecho una broma.
“Yo lo voto porque necesitamos un cambio. Y no sé, de los nuevos es el que más me llega.” El joven es portero de un edificio sobre la avenida Quintana. ¿Recuerda el fugaz paso de su candidato por el Ministerio de Economía? No demasiado, pero no cree que en este momento el ex radical vaya a proponer un recorte del presupuesto educativo. “Eso fue hace dos años, ahora no va a hacer eso porque la gente no lo va a dejar”, dice y no, no ve ninguna contradicción en su voto.
En la esquina del cementerio, en diagonal al complejo de cines, en la escuela del Pilar, López Murphy perdió la primera parte del apellido. Hay cierta familiaridad en esa forma de nombrarlo, o tal vez sea nada más que el placer de pronunciar el apellido inglés. La mañana fue agitada en este edificio, sobre todo cuando votaron Gerardo Sofovich y Zulemita Menem. El candidato a jefe de la Ciudad de Carlos Menem no generó más revuelo que el de los periodistas con los que había pactado la foto. Pero contra la joven que alguna vez ejerció de primera dama hubo gestos de airado desprecio para “esa tilinga”. “¡Perra! ¿Cómo te atrevés a venir?”, fue lo último que escuchó antes de que arrancara su auto.
El caos se produjo a la tarde, cuando el ex presidente De la Rúa, pañuelo al cuello y camisa blanca, gesto ausente y labios sellados, votó en la escuela Sarmiento. Si había venido en helicóptero fue la chanza más elegante que recibió de camino a su mesa. “Inútil”, “traidor”, y unas cuantas menciones a su madre atravesaron el corralito que unos cuantos custodios cerraron en torno de él. A los costados un tendal de periodistas quedaba aplastado entre las paredes y los, a todas luces, militantes radicales que acusaban a un inconmovible De la Rúa de haber arruinado elpartido centenario. Cuando el ex presidente logró resguardarse en su auto, un tendal de vidrios rotos fueron la huella de su voto.
“Le voy a decir una cosa, señorita, en algún momento se tiene que terminar con esa cantidad de parásitos que no trabajan ni dejan trabajar.” ¿A qué se refiere ese padre de familia? Imposible saberlo, argumentó su voto a LM hasta que supo qué diario lo estaba consultando. Su hija de 18, emocionada por el debut cívico, se animó a contrariar a su padre: “En casa todos lo votamos porque es lo más nuevo. Y si vos lo ves te das cuenta de que tiene autoridad ¿no?”.
El cambio, lo nuevo, eso es lo que parece representar LM. Eso es todo lo que representa para uno de los pocos que lo votaron en la escuela 12, en medio de la villa del Bajo Flores. “Yo te diría que no me convenció la televisión, lo que me convenció fue su nombre” ¿? “Y sí, porque como nunca lo había escuchado me pareció bueno votar a alguien nuevo.” Con el mismo criterio el joven carpintero podría haber votado a Arcagni por ejemplo, pero claro, no llegó a conocer ese nombre. Los contrastes entre esta escuela y cualquiera de las de Recoleta son tan obvios que puede alcanzar con señalar que en la villa los efectivos del Ejército se pasean con su uniforme camuflado y el fusil al hombro entre las mesas. En el barrio del Bajo los oficiales de Prefectura están con uniforme de gala y piden disculpas cuando se dirigen a alguien. En la escuela 12 –donde ganó Carrió en la mayoría de las mesas–, una de las presidentas de mesa no sabía leer de corrido. Pero ninguna de las autoridades electorales faltó a la cita. En el colegio San Pablo, en cambio, la votación empezó después de las nueve y media porque faltaron tres presidentes. La conciencia cívica no pareció razón suficiente para perder un domingo completo.