EL PAíS
› LE PROPONDRA A LULA UNA INTEGRACION POLITICA
Kirchner se define por Brasil
El candidato propone el fin de las relaciones carnales con Estados Unidos desarrolladas por Menem. Aseguró que tiene resuelto quiénes serán sus ministros y adelantó que “no serán todos peronistas”.
› Por Martín Granovsky
Luiz Inácio Lula da Silva deberá preguntar dos veces para ver si escuchó bien: esta mañana a las once y media Néstor Kirchner le dirá que si gana el ballottage y es presidente se propone construir “una integración política con Brasil y América latina”. Más allá de cualquier retórica, la vuelta a la coordinación en clave política, y no sólo comercial e incluso aduanera, es lo que viene buscando Lula desde que asumió el 1 de enero.
“Nuestro futuro está en la integración política de América latina, no en las relaciones carnales, y ésa será mi decisión si la ciudadanía me acompaña”, dijo Kirchner en el avión que lo llevó desde Buenos Aires. La traducción sería el abandono de las relaciones con los Estados Unidos encaradas por Carlos Menem y también de las relaciones intensas tejidas por Fernando de la Rúa, que terminó comprando el libreto de marcar distancia respecto de Brasil ofrecido por Domingo Cavallo. Las dos administraciones hablaron de Mercosur, pero ninguna restauró el nivel de confianza política de los primeros años de Raúl Alfonsín.
En el avión de Southern Winds, Kirchner durmió parte de las tres horas de vuelo calmo, sentado en primera junto a su futuro ministro Roberto Lavagna, que lo sigue en la gira, además del jefe de campaña Alberto Fernández y el vocero Miguel Núñez. Se lo veía relajado, distendido, contento por el encuentro inminente con Lula y, mañana, con Ricardo Lagos. A Lula nunca lo vio personalmente. A Lagos lo conoce de cuando el actual presidente chileno estuvo en la Argentina, durante parte de su exilio. Cuando Augusto Pinochet convocó al plebiscito, Kirchner era intendente de Río Gallegos y trabajó junto con los exiliados chilenos de Santa Cruz a favor del No a la Constitución que se proponía perpetuar la dictadura.
Su definición a favor de la integración política con Brasil tiene su estilo. Por un lado, por defecto: Kirchner no avanza en mayores precisiones, que o no quiere dar o, interpretación posible, aún no tiene. Por otro lado, por efecto: incluso aunque no se diga a los gritos, la propuesta aparece en Kirchner como la única opción natural para la Argentina. No hay, sin embargo, un sesgo de antinorteamericanismo en las palabras. Hasta la negativa a recorrer el cursus honorum de un candidato, que supone pasar por Washington antes de ser ungido, surge sin crispación. En estos casos el fantasma de De la Rúa está a la vuelta de la esquina. ¿La falta de crispación en Kirchner puede ser asimilada a la apatía de De la Rúa? Si Kirchner, admitiendo que los votantes se comporten como dicen las encuestas, hace en el gobierno lo que prometió ayer, la diferencia con la etapa anterior será nítida: en lugar del área de libre comercio prometida por Cavallo, verdadera destrucción política del Mercosur, habrá que pensar en una etapa de intercambio político y coordinación con Brasil no solo sobre integración sino sobre América latina, Colombia incluida, la relación con Europa y, sobre todo, la negociación con el ALCA.
Cuando Lula todavía no había ganado, el Partido de los Trabajadores proponía también la integración política. Hablaba de una construcción sudamericana pero ponía en primer lugar el Cono Sur. Dentro del Cono Sur, la Argentina. Después de triunfar, Lula viajó a Buenos Aires y Santiago. Tras la primera vuelta Kirchner está completando el mismo triángulo.
El candidato encuentra un Brasil que, a su vez, lo estaba esperando. Disipado el pánico ante un ballottage entre Menem y Ricardo López Murphy, dirigentes del PT y funcionarios del gobierno de Lula ya hicieron saber en privado que esperan un triunfo de Kirchner en el ballottage para comenzar un camino concreto. En ese objetivo Lula tiene un frente interno homogéneo. El presidente del Senado, y su aliado político, es José Sarney, el mismo que fue la contraparte de Alfonsín en la integración de mediados de los ‘80. El mismo que anoche, en un debate del Senado, definió el carácter político brasileño como “construcción civil”, lo que se opondría a la forma hispana de construcción, basada según él “en las batallas”. Fue una forma de aludir al acuerdo interno que busca reformar el sistema jubilatorio, prioridad máxima en estos días de Lula, pero puede aplicarse sin exageración a las relaciones con la Argentina.
Kirchner tuvo ayer una noche sin agenda. Lavagna no. Se reunió en casa del embajador argentino Juan José Uranga con su colega Antonio Palocci y dos directores del Banco Central. Palocci es un caso típico de la política petista. Médico de profesión, llegó a la gestión pública como intendente de Riberao Preto, en el Estado de San Pablo, y se convirtió en el gran colaborador de Lula como jefe del área de programa y propuestas de gobierno en la campaña electoral. La apuesta del PT fue designar un político de la máxima confianza en el Ministerio de Economía. Kirchner no está lejos de hacer una apuesta similar, aunque a la inversa: Lavagna parece encaminarse a ocupar un espacio político importante en el futuro gabinete.
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