EL PAíS › REPORTAJE A CARLOS GDANSKY, DIPUTADO Y DIRIGENTE DE LA UOM
Diputado nacional del Frente para la Victoria electo en 2011, secretario de la CGT de La Matanza y de los metalúrgicos, opina sobre todo: las fricciones con Moyano, Scioli, el sistema de salud y el poder adquisitivo del salario.
› Por Martín Granovsky
Es viernes al mediodía y Carlos Gdansky, un experimentado dirigente sindical y político que en los ‘70 perteneció a la Juventud Trabajadora Peronista, ya terminó su reunión semanal en la Unión Obrera Metalúrgica de La Matanza, el partido del Gran Buenos Aires que con dos millones de habitantes supera en población y densidad a la mayoría de las provincias argentinas.
–¿En La Matanza hay más de una Confederación General del Trabajo?
–No, porque acá tenemos una característica que respetamos desde el ’85: generamos la unidad y la mantenemos. Desde ese momento la CGT de La Matanza nunca se rompió. Más allá de los vendavales o los picos de conflicto en la CGT nacional, con mucha responsabilidad los compañeros de La Matanza apostaron a la unidad.
–¿Por motivos gremiales o políticos?
–La unidad aquí ya es una tradición con 27 años. Es habitual que organicemos jornadas educativas y sindicales entre varios gremios. Por otro lado la construcción colectiva sin andar atrás de los cargos dio buenos resultados. En la actualidad tenemos tres concejales que pertenecen a la CGT. También algo único en el país a nivel de municipio: un director general de Trabajo, compañero del sindicato de textiles, por designación primero de Alberto Balestrini cuando era intendente y después del intendente Fernando Espinoza. Un subsecretario de Políticas Productivas es de la Unión Obrara Metalúrgica. Uno de la Unión Tranviarios Automotor es director de Transporte. En Políticas Productivas hay compañeros coordinadores de programas. Yo mismo soy hombre de la UOM y de la CGT y a la vez soy diputado nacional. Siempre trabajamos en forma colectiva y de ese modo también acompañamos este proceso político nacional.
–¿Desde cuándo es dirigente de la UOM de La Matanza?
–Asumí en 1984. En ese momento había dos CGT. A una le decían la CGT de San Justo. A la otra, la CGT de Ramos Mejía. Entre todos los compañeros se hizo un gran trabajo que terminó en la unificación con un acto en el sindicato de la Unión Obrera de la Construcción de La Matanza. Había muchísimos compañeros. Inclusive logramos que no hubiera división entre la gente de Antonio Cafiero y la de Federico Russo.
–En ese momento Cafiero ya era una figura de peso del peronismo bonaerense y Ru-sso dirigía el peronismo de La Matanza.
–Sí. Y priorizamos la construcción colectiva. En la seccional siempre encaramos las cosas de la misma manera. Así fue con Saúl Ubaldini en 1985. Llegaron de todo el país 1375 delegados al club Almirante Brown de San Justo. Recuerdo que también estaban el cura Antonio Maggi, Mary Sánchez que ya era importante en el gremio docente, Marcos Garcetti de Mendoza, muchos empresarios... Después acompañamos mucho a Saúl en los plenarios regionales.
–Veo que insiste mucho en el tema local.
–Siempre les cuento esa experiencia a los muchachos que dirigen la CGT y a los dirigentes gremiales de nivel nacional. Les dije muchas veces que no entendía por qué abandonaron ese trabajo. Era una base fundamental de la construcción. También íbamos mucho a la Virgen de Itatí. Me puse contento cuando Cristina viajó a Bariloche el último 25 de mayo y habló el obispo Fernando Maletti. Era el que oficiaba las misas con Ubaldini en San Cayetano. Cuento estas cosas a los muchachos, por ejemplo en la reunión de los viernes.
–¿Qué actividad especial hacen los viernes?
–Todas las semanas, a las ocho menos cuarto, desayunamos y planificamos el trabajo de la semana. Soy uno de los dirigentes sindicales que siempre planteó que deberíamos dar un paso al costado a los 65. Ya los cumplí. En septiembre tendremos elecciones. Acabamos de conformar una lista con Hugo Melo y la incorporación de gente más joven, una mujer incluida. El promedio de los directivos en la UOM de La Matanza va a ser de 43 años.
–Pero no se retira de la política.
–No, claro. Voy a seguir cumpliendo mi rol de diputado nacional y trabajo políticamente fuerte con los compañeros, sobre todo con los jóvenes. Hay que enseñarles la construcción colectiva a todos: a La Cámpora, a Peronismo Militante, a Identidad Colectiva, a Juventud Peronista. Cada uno tiene su pertenencia específica y está bien, pero los más grandes tenemos la responsabilidad de enseñar que los modelos se defienden de forma colectiva. Para no pagar errores que pagamos no-sotros cuando éramos jóvenes. También soy parte del consejo del Partido Justicialista. Hay que trabajar en todos lados con el mismo criterio colectivo.
–Gdansky, la CGT-Moyano dice que la foto de la CGT que se reunió con la Presidenta muestra a dirigentes que apoyaron a Carlos Menem. Lo dijo Julio Piumato, próximo a Moyano.
–Lo único que puedo responder a mis compañeros de la CGT es que antes de hacer una crítica directa piensen un poco más. El peronismo no es lo que se dice, sino lo que surge de la acción de cada uno. No alcanza con saber cantar la Marcha. Algunos de los que hoy critican en algún momento estuvieron sentados con otros, ¿no? Pero bueno, no digo que lean las veinte verdades de Juan Perón pero al menos las primeras diez.
–Antes de que cristalizara la división de la CGT y el enfrentamiento entre Hugo Moyano y el Gobierno usted se mostraba esperanzado en que no hubiera ruptura. ¿Ya la hubo? Y si la hubo, ¿es irreversible?
–No puedo saber lo que va a pasar. No sé si va a terminar en una ruptura. Pero hay advertencias que se lanzan y no tienen mucho sentido... Es difícil que la sociedad y los trabajadores crean que uno habló excelentemente de algunos compañeros y de golpe esos mismos compañeros se convirtieron en Satanás. Perón muchas veces marcó, y yo creí entenderlo, que había que ser sabio y prudente. Cuando lo decía siempre había riesgos en la patria. Los sabios y prudentes eran para él, en esos casos, los dirigentes sindicales. La Argentina sigue teniendo una gran posibilidad que se empezó a gestar en el 2003 con Néstor y se está consolidando con Cristina, que cada vez tiene más fuerza. Lo de sabios y prudentes da para este momento. Los trabajadores y los dirigentes que vimos correr grandes riesgos a la patria, como en el 2001, cuando en La Matanza las paradas de los colectivos estaban vacías porque no había adónde ir a trabajar, debemos ayudar a recordar que este gobierno devolvió la cultura del trabajo, que es lo mejor que puede tener una familia. Los sabios y prudentes no pueden guiarse por un enojo particular. Como también dijo Perón, primero la patria, luego el movimiento y por último los hombres.
–¿Y por qué cree, o que no hay ruptura definitiva o hay una fisura de la que las dos partes pueden volver?
–Quizá sea por mi actitud, por mi característica de tipo convencido en lo que dije respecto de la patria. Siempre hay un momento en que los hombres deben poner por delante su responsabilidad como ciudadanos. Creo que la alianza entre los trabajadores y este proyecto no se va a romper.
–¿De los trabajadores en general, más allá de los dirigentes?
–Sí, hablo de los trabajadores. Salimos del precipicio. Algunos piensan que muchos somos obcecados y no vemos lo que falta. Lo que falta para ser más felices entre todos es obvio. Pero tengo tres cifras de la UOM. En marzo de 1976 había 537 mil afiliados directos. En diciembre del 2001 no llegábamos a 70 mil. Hoy son más de 300 mil los afiliados directos. Para mejorar las cosas hay que ayudar y acompañar de conjunto, teniendo esa responsabilidad de mirar al mundo y ver qué hacer en la Argentina, porque no es cuestión de ponerse contento cuando a otros hermanos del mundo les ocurren cosas horribles porque les recetaron medicamentos nocivos.
–Dijo “medicamentos” y asocié con salud. El Gobierno disolvió la Administración de Programas Especiales y pasó sus funciones al Ministerio de Salud. ¿Está de acuerdo?
–La salud es un derecho absoluto de la sociedad y, fundamentalmente, de los más necesitados. Toda la vida pensé que era importante un proyecto de salud que articulara al Estado, a las obras sociales y a parte de la medicina privada. El Estado solo no puede llegar a todos. Y los que tenemos afiliados tenemos que pensar en los familiares y en los vecinos de los familiares. Es una apreciación propia. Lo dije en La Matanza. Sería muy importante articular a las obras sociales de los sindicatos al Estado y a las empresas privadas.
–Daniel Scioli dijo que quiere ser candidato en 2015 si Cristina no llegase a ser la candidata del peronismo. ¿Cuánto influyó esa cuestión en la división de la CGT?
–Hablar ya de candidaturas en 2015 es un error, venga de donde venga. Es una locura adelantar una posición. Nos reíamos en la comisión directiva porque en la lista que lleva a Melo y a Juan Prado los muchachos empezaron a cargar a Prado. “Che, Juancito, ¿no te vas a apurar a presentar candidatura, eh?” le decían. No hablo solo de Scioli, porque él como cualquier intendente y como cualquier gobernador fue puesto por el voto soberano de la gente y esto hay que respetarlo. Opino, en general, que candidatearse así no tiene sentido. Lo mejor que hizo Scioli fue mostrar un acompañamiento permanente al proyecto político nacional. Después, los entretelones los desconozco. Pero crear dificultades cuando todos necesitamos de todos, y fundamentalmente en la provincia de Buenos Aires, es peligroso. Buenos Aires tiene todavía muchas necesidades.
–¿Cuál es su lista de necesidades?
–Hay un gran debate. No estoy en desacuerdo con algunos reclamos, sino con la metodología. Me molesta que al trabajador incluso le cobren impuesto a las Ganancias sobre las horas extra, porque no son algo permanente y surgen del esfuerzo individual. Pero hay otras responsabilidades de los sindicatos. En la Argentina tenemos un gran porcentaje de trabajo en negro y deberíamos discutir más sobre eso. Repito que no estoy en desacuerdo con el tema del mínimo no imponible. A la mayoría de mis compañeros de Acindar, donde tengo relación de dependencia, les descuentan. En una época no le podían descontar a nadie, ¿no? Nadie llegaba. Pero vuelvo al punto: el trabajo en negro vulnera derechos de los trabajadores y perjudica al Estado. Entonces la CGT, el Estado y los empresarios deberían darle importancia.
–¿Y a qué más?
–Vi el lanzamiento del sorteo para los créditos para la vivienda. Es importantísimo el plan. Es espectacular. Es una generadora de trabajo, de empleo, de producción... Hay 36 o 37 gremios involucrados en la construcción. Además la vivienda levanta el ánimo. Siempre cuento mi experiencia. Vivíamos en Pergamino 935, en una habitación dividida por un biombo. Yo tenía cinco años. Eramos mis viejos y tres hermanos. Un día mi vieja fue a la Fundación Eva Perón a contar cómo vivíamos. El asunto le llegó a Evita. Mi viejo se enojó.
–¿Por qué fue el enojo?
–Estaba en contra de pedir. Pero Evita nos dio la casa y la pagamos con un crédito del Banco Hipotecario. Yo era muy chico pero no me olvido más de lo que sentí cuando llegamos a Ciudad Evita y nos encontramos con una casa de ladrillos, de tejas, con tres habitaciones, dos baños, hall, un cuartito y un parque atrás. Era una cosa de locos para trabajadores como no- sotros. Si alguien supiera la felicidad que genera semejante posibilidad. Es espectacular. Una preocupación que tiene mucha gente es la inseguridad. Hablo de la realidad, no de cuando un medio toma un hecho y lo repite cien veces. Esa realidad sólo la resuelve la cultura del trabajo.
–A veces da la sensación de que el habla de inflación responde a principios ortodoxos de economía y no es así. ¿A usted le preocupa la escalada inflacionaria?
–No soy economista pero siempre me ocupé de tener en cuenta el poder adquisitivo de los trabajadores. Eso tiene que ver con los precios y también con nuestros propios comerciantes. A veces se enteran de que le están por dar un aumento al metalúrgico y el del almacén de la esquina aumenta el precio. A veces en la discusión de un convenio se pelea demasiado fuerte por el aumento salarial sin analizar demasiado el poder adquisitivo. Debemos dar también la pelea para que el trabajador saque menos plata de su bolsillo. Un ejemplo es el del guardapolvo. Muchos de los sindicatos pueden, y otros no, darles guardapolvos, útiles y en algunos casos zapatillas o zapatos. Sería buenísimo quizá que lo dieran las empresas. Son formas de aumentar el poder adquisitivo. Discutir cada una de esas formas a mí me parece muy importante.
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