Mié 14.05.2003

EL PAíS  › MENEM QUISO CONVERTIR EL MARTES 13 EN UN 17 DE OCTUBRE Y FRACASO

Pareció un 28 de diciembre

Un Menem abatido cerró anoche uno de los días más insoportables que se recuerden en la historia política argentina, mientras sus voceros anunciaban que hoy dirá si se retira del ballottage y se convierte en record mundial o, al contrario, sigue en carrera y el domingo pasa a integrar la lista de los derrotados en segunda vuelta. ¿Se acuerdan de minga me voy a bajar?

› Por Martín Granovsky

De lo sublime a lo ridículo hay un paso. De lo ridículo a lo ridículo, ninguno. Carlos Menem mantuvo ayer a todo el país en vilo, pendiente de su voluntad, en una gigantesca operación de psicopatía típica de los grandes líderes o los grandes locos. Si hoy confirma que abandonó la carrera por el ballottage estará cosumando su suicidio político. Si anuncia que todo fue, por ejemplo, una patraña, habrá sido un intento de suicidio, y solo quedará esperar el próximo. Con Menem nadie sabe, pero si hubiera que juzgar por su cara de anoche, tenía gesto de despedida.
Suponiendo que Menem no se retira del ballottage, la duda es si al difundir la huida de Menem el menemismo le mintió a la sociedad entera. Seguro que no. Periodistas de Página/12 consultaron ayer desde la mañana a dirigentes de distinto nivel, pero todos cercanos al ex presidente, y recogieron la seguridad de que Menem se bajaría. Una pista para el lector: cualquier político puede mentir, pero después de años de trato diario es difícil que le mienta a un periodista ante un llamado para chequear datos. Entonces, ¿fue Menem el que mintió a sus propios seguidores? Es posible, exceptuando quizás a una primerísima primera línea integrada por Eduardo Bauzá, Eduardo Menem y Alberto Kohan. Si eso es cierto, el objetivo pudo haber sido el de garantizar que la operación desplegada para fastidiar a todo el país no tuviese ninguna fisura.
La tercera posibilidad es que Menem en su turno matutino haya decidido abandonar y en turno vespertino haya resuelto seguir. Esto hablaría no del Menem pérfido y genial que suelen pintar los menemistas salvajes y los antimenemistas acérrimos sino, simplemente, del Menem perdido y desencajado por la seguridad de una derrota histórica que revelan las imágenes posteriores a la primera vuelta.
El final abierto termina hoy con dos escenarios posibles.
En el primer escenario, Menem renuncia y sus apoderados formalizan el abandono ante la Justicia Electoral. Por el bien de la patria y para evitar una farsa.
En el segundo escenario, Menem aparece en el lobby del hotel, prolijo y bien trajeado, viaja a Anillaco y dice que jamás pensó en renunciar, o que pensó en renunciar pero recapacitó. Por el bien de la patria y para desacreditar, otra vez, una burda patraña.
Ayer, este diario contó que al día siguiente de la primera vuelta en Brasil el periodista Mario Wainfeld preguntó a Marco Aurelio García, asesor de Lula, si pensaba que el oficialista José Serra se presentaría al ballottage. “Sólo un argentino puede hacer una pregunta así”, se rió García. Quiso decir: “Solo la Argentina da para hacer una pregunta así”.
Sólo la política argentina permite pensar que un candidato pueda bajarse después de haber triunfado en primera vuelta.
Sólo en la política argentina un candidato puede jugar con un país entero durante 24 horas sin anunciar la decisión final cuando toda la población la está esperando. Si ya la tomó, ¿por qué no la hizo pública? Cabe una sola respuesta: para molestar. Y no es una cuestión de capricho sino de política.
Derrotado por anticipación en el ballottage, sin objetivos de máxima en el horizonte ni estrategia alguna, el objetivo de Menem es causar el mayor daño posible al próximo gobierno y minimizar el daño propio. La primera parte se cumpliría ensuciando el ballottage con denuncias de fraude sin pruebas. La segunda, al esperar que Néstor Kirchner afronte problemas serios, cosa que sucederá, y que esos problemas hagan olvidar que Menem huyó y marcó un record mundial. No existe ningún antecedente de abandono en la historia del ballottage, instaurado en 1860 en Francia. “Nunca se ha verificado un caso de que quien salió primero entre las dos vueltas se baje antes de la segunda”, dijo anoche el constitucionalista Daniel Sabsay en el programa “A dos voces”. “Se le quita al votante la oportunidad de descartar, que es el verbo que se usa en Francia para la segunda vuelta; para la primera es elegir.” Ni el neofascista Jean Marie Le Pen en Franciase bajó en la segunda vuelta –el año pasado, contra Jacques Chirac, en disputa por la presidencia– a pesar de que estaba claro que sería abrumado por un aluvión de votos de socialistas y gaullistas para descartarlo.
Abandone o siga, Menem se dedicó a construir la falacia de que la sociedad está dividida en dos mitades. Los votantes están divididos, por cierto, pero la premisa es falsa. Ninguna encuesta seria le otorga a Menem más de un 30 por ciento de intención de voto para el ballottage, por lo cual la separación es despareja y de ningún modo involucra mitades.
Los números solo reflejan el alto nivel de rechazo que despertaba su figura. Era de entre un 50 y un 75 por ciento. Fruto de ese rechazo es el magro nivel de adhesión que recogió en el hotel porteño donde fijó su bunker. Su martes 13 con aires de 17 de octubre fue un remedo más que pobre de aquel día de 1945 en que miles de obreros del Gran Buenos Aires cruzaron el Riachuelo para reclamar por la libertad del encarcelado Juan Perón. Como 17 de octubre, el de ayer pareció un 28 de diciembre. Solo 200 personas fueron hasta el hotel a vivarlo, entre ellos el ex intendente de Morón Juan Carlos Rousselot, que dejó el cargo tras negociar un programa de obras públicas con Mauricio Macri. Y algunos menemistas, como Diego Guelar, hasta marcaron su desacuerdo en público.
La televisión completaba el cuadro de patetismo. Aunque las pautas publicitarias habían sido suspendidas por el comando de campaña, hasta la medianoche podía verse una y otra vez el spot en el que los trabajadores gritan “¡Vamos, Menem!”
“Vamos, Menem, vamos loco, vamos”, termina gritando el recolector de basura, gran actor, con los guantes clamando al cielo.
En el hotel, Menem apareció dos veces. La primera ataviado en azul, sonriente. La última en rojo, prometiendo no defraudar. Eran más de las once de la noche y parecía triste y agotado.
A esa hora ya había permitido que se difundiera un texto de renuncia que solo segundos después había desautorizado como apócrifo por medio de sus voceros. Tiene un tono desafiante, con promesas como que no avalaría “esta nueva antinomia nacional convalidando la segunda vuelta de un comicio del que ya superé todos los obstáculos pero que ahora recién muestra la peor de sus entrañas”. También habla de la inspiración en Perón, que en 1955 “renunció a consentir una guerra civil porque no quiso el triunfo al precio de otra desgracia nacional”. Perón había sido derrocado por el golpe militar de la Revolución Libertadora y se exilió en Paraguay. Que todo eso se haya producido por un ballottage es una novedad historiográfica. También es una novedad su idea de que “carecemos de los suficientes contrapesos que limiten y moderen el poder mediático”, una afirmación que parece olvidar la presencia de Daniel Hadad en Canal 9, Telefónica en Telefé y José Luis Manzano en América, tres propietarios que, más allá de la independencia y la profesionalidad de algunos periodistas, siempre formaron parte o apoyaron al menemismo.
Las encuestas midieron ayer el humor social ante las versiones sobre una huida de Menem (ver página 8). Pero por simple olfato podía constatarse a nivel popular una suma de sensaciones (odio, humillación, impotencia, irritación), todas ellas producidas por la imposibilidad de votar el domingo. La meta no era que se fueran todos sino que los dos primeros de la vuelta inicial participaran del ballottage para que pudieran ser evaluados con el voto. Es un giro importante si se compara la situación actual con lo que sucedía hace un año y medio. Fue por esa percepción, tal vez, que el resto de los dirigentes políticos evitó entrar en los manejos de la psicopatía menemista. Duhalde dijo que bajarse sería “una irresponsabilidad”, Kirchner opinaba que “Menem es capaz de todo” y tanto a izquierda como a derecha esperaban una definición final de Menem para tomar posición y, luego, aguardar el ocaso del ex presidente. No pudo ser. Será hoy, en Anillaco.

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