Lun 20.08.2012

EL PAíS  › LA POLíTICA, LA IMAGEN DE LOS PROTAGONISTAS TRAS EL PARO DEL SUBTE

Lo que dejó el conflicto

Los principales encuestadores evalúan el impacto político del enfrentamiento entre gobierno porteño y nacional. Macri más afectado, sobre todo fuera de la Ciudad y en su proyecto político a nivel país.

› Por Raúl Kollmann

Los consultores en campañas electorales no se ponen muy de acuerdo sobre el saldo en términos de imagen del conflicto del subte, aunque una mayoría evalúa que el porteño perdió más. Partiendo de que tanto Mauricio Macri como Cristina Fernández de Kirchner resultaron perjudicados, cuando se les piden precisiones están los que evalúan que perdieron en forma pareja y cierta mayoría que cree que el más golpeado, sobre todo a nivel nacional, resultó Macri. Por otra parte, también está el ingrediente de que para varios encuestadores el conflicto no terminó.

La encuesta más reciente fue realizada por el Centro de Estudios de Opinión Pública (CEOP), que conduce Roberto Bacman. Estas son sus conclusiones: “Mauricio Macri es el más perjudicado por el conflicto del subte. En la Ciudad de Buenos Aires, Macri es el político que tiene mejor imagen. Sin embargo, en una encuesta realizada entre el 10 y el 14 de agosto, su imagen positiva redondeó un 39,4 por ciento; un descenso de casi diez puntos porcentuales con respecto a la medición de julio, cuando lograba el 50,1 por ciento. Esto es producto directo de las consecuencias de este conflicto”.

“La imagen positiva de CFK ya había descendido un par de puntos en marzo tras el accidente de Once. Está prácticamente sobre el núcleo duro de su segmento de apoyo: es muy difícil que pueda bajar más. Aunque los porteños consideran que los subtes no están funcionando bien y el principal responsable es el gobierno nacional, esta percepción apunta al pasado. El futuro es otra cuestión, y todo parece indicar que allí radica el problema y el desafío para Macri. Los porteños esperaron (y esperan) mayor protagonismo y eficiencia por parte del Ejecutivo de la Ciudad. El 63,6 por ciento de los porteños afirmó que ‘la actuación del Gobierno de la Ciudad frente al conflicto’ fue abiertamente negativa. Un 53,9 se mostró convencido de que Macri es el que debe hacerse cargo de los subtes.”

Hay un diagnóstico en el que coinciden todos los consultores: el ciudadano no entra con pensamiento virgen a un conflicto de esta naturaleza. Ya viene con preconceptos. Hugo Haime, titular de Haime y Asociados, lo señala así: “Dice George Lakoff, el conocido lingüista demócrata, que la gente piensa de acuerdo con sus marcos mentales y que dichos marcos están vinculados con sus valores e ideales más que con sus intereses. Así que para pensar cuál es el balance después del conflicto, lo primero que hay que decir es que hay un sector del electorado de la Capital que nunca va a estar con Macri y hay otra parte del electorado de la Capital que nunca va a estar con Cristina. Así como hay otra parte del electorado que a veces están con uno y a veces con los dos. Si de sacar un balance político se trata, no creo que el conflicto le haya servido a ninguno. Pero hay que tener en cuenta que la evaluación no hay que hacerla sólo en la Capital, ya que Macri pretende constituirse en alternativa política nacional. Desde allí veo que su potencial posicionamiento como líder racional eficiente sufre un deterioro. Su vidriera es su gestión en la Capital y ésta no es visualizada como ejecutiva. En el caso del gobierno nacional, las aprobaciones y de-saprobaciones nacionales no dependen de lo que sucede con el subte. Pero ese es otro capítulo”.

Enrique Zuleta Puceiro, de OPSM, sostiene que “ambos han perdido mucho en las últimas semanas, pero no es tan seguro que el tema del subte haya sido el tema central, frente a lo que han ganado. Macri al convertirse en la única perspectiva de oposición activa y gobernante y CFK al avanzar en lo que siempre quisieron los Kirchner: encabezar uno de los polos de una dialéctica en la que el otro polo es la peor de todas las derechas vernáculas, anclada en el 11 por ciento nacional”.

Luis Costa, titular de Ipsos-Mora y Araujo, parte del mismo ángulo, pero cree en un empate. “Se podría suponer que la imagen de los políticos se construye en base a conflictos públicos, lo cual produciría constantes movimientos en la relación de éstos con la opinión pública. Llevado al extremo, si un día Cristina hace algo fantástico tendría 100 por ciento de aprobación y cuando hace lo apuesto tendría 100 por ciento de imagen negativa. Las cosas son distintas: los conflictos son leídos desde el lugar que previamente tienen los espectadores de la sociedad. Esta es la razón de por qué las imágenes terminan siempre equilibrándose. Los políticos no hablan desde la nada, sino que siguen un historial propio de declaraciones a modo de cumplir con las expectativas del público que los escucha y que espera seguir sintiendo las mismas palabras con que hace tiempo se identifica. En definitiva, el conflicto deja las cosas igual. Ninguno de los dos ha dicho nada nuevo”.

Graciela Römer, de Römer y Asociados, piensa en cambio que perdió menos Macri. “Es difícil (y tal vez poco significativo dada la fluidez de los humores sociales en la actualidad) ver cuánto perdió cada uno. Lo cierto es que ambos perdieron en la medida en que la mayoría de la gente lo vivió más como un conflicto de- satado por la puja entre CFK y Macri que como un conflicto por demandas gremiales. Tal es así, que el conflicto se resolvió sin que los reclamos laborales fueran satisfechos y por la sola intervención del Ejecutivo nacional. La mayoría de las encuestas muestran una caída de imagen de ambos dirigentes en la Ciudad, aunque más pronunciada en CFK.” “Es una ley de opinión pública que cuando dos políticos o dos gobiernos se pelean por la jurisdicción de algo, bajan su imagen los dos –analiza Ricardo Rouvier, de Rouvier y Asociados–. La ciudadanía quiere que la política le solucione los problemas, no que le agreguen problemas. Es evidente que una es la cuestión del subterráneo en los días más próximos a lo que ocurrió con los ferrocarriles en Once. Pero transcurridos unos meses, queda más en la mira de la ciudadanía la jurisdicción local del transporte, es decir la falta de respuestas de Macri. Por otra parte, la composición de la imagen de un dirigente no abarca un solo aspecto, y también es cierto que se compara a dos funcionarios que muestran un nivel de actividad y exposición muy diferente. La Presidenta produce muchos estímulos que inciden en su popularidad, frente a una actitud más retraída, menos comunicativa de Macri. La cuestión del subte tiene una incidencia pequeña en la composición de la imagen presidencial; pero mucho más en el jefe de Gobierno.”

Analía Del Franco, de Analogías, sostiene que “a ambos gobiernos se les plantearon demandas. Al nacional, porque se lo considera fuerte, de acción, y eso genera expectativas y también defraudación cuando no se resuelve. Al de la Ciudad, porque el conflicto era en su distrito. Y a la gente no le importa cómo se resuelve, sino que se resuelva. El ciudadano común no tolera las especulaciones. Mantenerse como víctima del gobierno nacional en un distrito como éste puede generar cierta cercanía cuando no está en juego la capacidad de conducción y cuando no influye en forma directa en la vida de los vecinos de la ciudad. Así que mirando la situación de conjunto tiendo a pensar que el gobierno porteño resulta más perjudicado porque le afecta en forma directa a su capacidad de resolución de problemas y de defender a la calidad de vida de los vecinos de la Ciudad”.

Carlos Fara, de Fara y Asociados, coincide con varios de los consultores en que no se debe tomar sólo la opinión de la Capital. El conflicto en sí mismo afectó a todo el conurbano. “Yo no tengo medición del impacto inmediato. Lo que sí puedo decir es que las crisis afectan siempre más a quien tiene menos poder, en este caso Macri. Si bien es cierto que la sociedad cree que ambos son responsables por el conflicto, lo que vimos tanto en la primera etapa del conflicto de los subtes, en la primera parte del año, como en el conflicto por los aguinaldos con Scioli, es que el jefe de Gobierno y el gobernador perdieron más imagen en la opinión pública que la Presidenta. Es que jugar el rol de víctima tiene un límite muy severo. La sociedad argentina pide liderazgos firmes, aunque no confrontativos. En el largo plazo, el ciudadano exige liderazgos ‘con huevos’, no tibios.”

Artemio López, de Equis, va directamente a los números. “La Capital es el 8,3 por ciento del electorado, la gobierna Macri. Cristina gobierna para el país, el 100 por ciento del electorado. El tema subte es estrictamente porteño, o sea genera opinión sobre el 8,3 por ciento del electorado. Así las cosas, no afecta la imagen de Cristina fuera de la Ciudad, por lo que a nivel nacional nada sucedió con la imagen de la Presidenta. Macri pierde imagen positiva en la Ciudad que gobierna y donde obtuviera nada menos que el 63 por ciento de votos. Es evidente que en términos relativos el mayor costo lo recibe Macri en su distrito, por lo que el jefe de Gobierno hoy divide: un tercio lo ve mal, un tercio lo ve bien y un tercio tiene una opinión regular sobre su gestión.”

Para Ignacio Ramírez, de Ibarómetro, “el PRO había logrado cultivar un posicionamiento que más que un tipo de gobierno era una actitud, más que una identidad política era un estilo. Tal estilo estaba centrado en el diálogo y en la convivencia. Por otra parte, en sus primeros años de vida, el PRO insistía sobre la noción de ‘hacer’ diferenciándola de la idea de ‘política’, a la cual teñía de significados negativos. La paradoja es que recorridos muchos kilómetros de gobierno, el PRO acumula un notorio déficit de gestión, es decir, no ha logrado instalar hitos de gestión importantes, que coloquen a la experiencia porteña como una buena plataforma sobre la cual edificar una propuesta de alcance nacional. Del otro lado, el kirchnerismo constituye un actor abiertamente politizado (y politizador), pero al que se le atribuye una constitutiva vocación por la acción. En 2012, Macri y el PRO se exhiben desbordados ante un conflicto. En sus ataques a la Presidenta deterioran el rasgo de ‘buena onda’ que durante años quisieron inyectarle al estilo PRO. Su débil abordaje de los conflictos le quita densidad a su capacidad de conducir, y sobre todo la resistencia a incorporar los subtes a su órbita le quita la posibilidad de mostrar gestión en un terreno más estructural e importante que en el terreno en el que muestra mayores habilidades: la gestión de la apariencia”.

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