› Por Horacio Verbitsky
Un sector de la población sólo se entusiasma con el fútbol y las telenovelas. Pero aun quienes se interesan por la política se preguntan por qué deberían conmoverlos los crímenes del pasado cuando en el presente la policía practica el exterminio de jóvenes negros, pobres y favelados en la periferia de las grandes ciudades, donde en pocos meses se cobra el mismo número de vidas que la dictadura segó en veinte años. Según datos oficiales, la tasa de homicidios entre jóvenes negros de entre 15 y 24 años sigue en ascenso y ya supera en doce veces a la de jóvenes blancos. Amnesty International, Human Rights Watch y el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas señalaron en sus más recientes informes la enorme cantidad de ejecuciones extrajudiciales en Brasil. Incluso se formó una organización denominada Madres de Mayo, por el mes de 2006 en que una serie de enfrentamientos entre fuerzas estatales y grupos de traficantes de estupefacientes dejaron 500 muertos en la baixada paulista. Una investigación del Consejo Estatal de Defensa de los Derechos de la Persona Humana, de San Pablo, estableció que los cuerpos de un centenar de esas personas mostraban numerosos disparos a corta distancia en órganos vitales y según direcciones que ubican a la víctima arrodillada o acostada en el momento de recibir los impactos. Estos son suficientes “indicios de ejecución con participación policial”. El día en que llegué a Río de Janeiro, las Madres de Mayo denunciaron una nueva ola de violencia policial en San Pablo, que en los últimos dos meses se cobró la vida de “cerca de 300 personas, sobre todo jóvenes pobres y negros moradores de la periferia, haciéndonos revivir los Crímenes de Mayo de 2006”. Lejos de ver contradicción entre ambas demandas de esclarecimiento y justicia, el ex ministro de Derechos Humanos de Lula, Paulo Vannuchi, sostiene que “Brasil no tendrá autoridad moral para afrontar las violaciones de derechos humanos perpetradas hoy por sus fuerzas policiales hasta que no juzgue a aquellos que torturaron, mataron y borraron el rastro de decenas de miles de personas durante los años de la dictadura”. Vanu-cchi coincide con la politóloga argentina residente en México Pilar Calveiro (esposa de Horacio Campiglia, un alto jefe montonero detenido en Brasil y desaparecido desde entonces y ella misma detenida-desaparecida en la ESMA durante la dictadura militar). En su libro Violencias de Estado. La guerra antiterrorista y la guerra contra el crimen como medios de control global, Calveiro sostiene que los procesos de las décadas anteriores, “atravesados por una lógica bipolar, guerrera y confrontativa”, no pueden ser analizados “con los actuales lentes democráticos, plurales, abiertos”, a riesgo de una “extraordinaria distorsión de sentido”. A su juicio la violencia estatal es el núcleo de la nueva hegemonía en la globalización. Esto determina que el análisis de los procesos actuales “sin hacer una deconstrucción crítica del discurso y las prácticas democráticas de las sociedades presentes impide entenderlas como sistemas de dominación y nos deja atrapados en su propio discurso, estructurado sobre la base de principios acordes a la actual reorganización hegemónica” que “no parece ser más abierta, más comunicativa ni más plural” que la hegemonía vigente en los años de las dictaduras.
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