EL PAíS › UN DESAYUNO CON ANíBAL FERNáNDEZ
› Por Fernando Cibeira
Tiene legión de imitadores pero ninguno lo hace así, observando nueve pantallas de televisión, respondiendo mails en su computadora y mensajes en su teléfono, todo al mismo tiempo, también prestando atención a su entrevistador. Y eso que es de mañana aunque ya avanzada para él, que asegura llegar a su despacho en el Senado todos los días a las 6.30. “Sí, hay gente. Están los que limpian, los ordenanzas”, comenta. Por eso prefirió no salir a un bar y hacer el encuentro en su oficina-bunker, donde pasa buena parte del día. Es el cierre de una semana agitada en el Senado, con dos nuevos logros para el oficialismo. Uno con un sorprendente score, el de la designación de la procuradora Alejandra Gils Carbó, y otro más apretado pero también más significativo con la expropiación de la ex Ciccone, debate en el que actuó como miembro informante. “Para un tipo que cree en el Estado como yo, fue trascendente. Acá hubo gobiernos que se chorearon la Casa de Moneda. Lo importante es imprimir billetes a un precio razonable, lo demás me importa un carajo”, sostiene.
Lo de las pantallas ya lo armó en el Ministerio del Interior, en el de Justicia y ahora va por su tercer panel, todas sintonizadas en diferentes canales de noticias. Podría volver loco a cualquiera. “El mundo es de quien es dueño de la información, ¿sabés cuántas cosas sacás de acá?”, explica. En medio de una ambientación eminentemente peronista y kirchnerista, Steve Jobs también tiene su espacio. Sobre el escritorio hay una Mac funcionando a pleno, un iPad (lo único apagado) y el iPhone en la cintura. Aníbal tiene un blog y es un activo participante en Twitter. Asegura que suele responder a quienes mandan mensajes pidiéndole alguna cosa. “Es muy útil para resolver cuestiones concretas”, opina de las redes sociales. Incluso se adjudica haber sido el promotor de la cuenta de Cristina Kirchner. “Mirá, ya tiene 1.239.000 seguidores”, verifica con orgullo.
No hay desayuno formal. Fernández explica que toma mate pero que ya tomó dos termos temprano, así que pide unos cortados. Afuera siguen su curso las siete plagas porteñas: a una semana sin subte le sigue una semana de lluvia y así. Luego de las sesiones, el Congreso no es un sitio que parezca hervir de actividad. “Extraño la función ejecutiva, claro. Acá vivo inventando cosas. No estoy para andar declarando de interés nacional la sopa”, responde. ¿Buscará en breve un cargo ejecutivo, entonces? “No hay cura que no se acueste pensando en ser Papa”, desliza, aunque inmediatamente aclara que por ahora “es una discusión que ni siquiera ocurre en mi cabeza”.
La situación de la provincia de Buenos Aires parece haber ingresado en un stand by político aunque desde el gobierno bonaerense anticipan que habrá que ajustarse el cinturón. Con cuidado, Fernández sostiene que “hay cosas que tienen que corregirse, hay una situación tributaria regresiva”. Asegura citar a Néstor Kirchner al criticar a quienes “son poderosos con los débiles y débiles con los poderosos”. Por lo pronto, subraya que “hay un montón de subvenciones a escuelas privadas que pueden pagar”, también que se debió aumentar antes las alícuotas de impuestos a los sectores más pudientes. “Separando estas dos situaciones hubieran evitado el déficit”, asegura.
Pero Buenos Aires no es la única provincia con problemas. El cordobés José Manuel de la Sota acudió a la Corte Suprema buscando liderar una rebelión. “No conozco a nadie que lo haya seguido. No creo en lo que hizo, es un posicionamiento político a futuro”, imagina. Tampoco se salvan los ruralistas y opositores que se reunieron a mitad de la semana pasada en el aniversario de la Federación Agraria. “Qué suerte haber estado acá. Maquiavelo dice: ‘¿Cómo hacés para saber dónde está el cielo? Conocé el infierno y evitalo’”, ironiza.
Para 2015 falta, pero a diferencia de otros kirchneristas, Aníbal Fernández asegura que la reforma constitucional “no está en la agenda”. ¿Y los que ya la están lanzando? “Por ahí son los que están más lejos. Nadie duda cuando yo hablo de que lo que digo es lo que piensa el Gobierno”, retruca confiado. “El kirchnerismo tiene una conducción, lo otro no es momento para definirlo”, asegura. ¿La oposición, entonces? “La oposición al Gobierno es el Grupo”, dirá en un momento. En otro, que “el candidato de Magnetto es Macri”. Del jefe de Gobierno porteño, claro, puede decir varias cosas. “Es un tilingo. No siente lo que hace. Entonces todo lo hace concibiendo que él representa la idea de los que están exactamente en el opuesto al Gobierno. Es una versión mezquina y marketinera de la política”. ¿Y Scioli? Hace un gesto indefinido.
En una repisa, como exhibidos, se destacan los cuatro libros editados por Fernández. Los dos de Zonceras argentinas y los dos de discursos de Evita. El primero de las Zonceras, comenta orgulloso, un best seller que va por los cien mil ejemplares vendidos. Además, es presidente de Quilmes, que no sólo ascendió sino que empezó con el pie derecho su participación en la A. Comenta algunas cosas del técnico Ricardo Caruso Lombardi. No todas son buenas, lo que sí le reconoce es buen ojo para elegir jugadores. “Si te pide un jugador es porque a él le sirve. Nuestros dos centrales, uno jugaba en el Torneo Argentino y otro laburaba en una verdulería. Y ahí están, el otro día lo marcaron a Silva”, afirma mientras chequea la compu, el teléfono, las pantallas. Un Fernández auténtico, no el de los imitadores.
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