Sáb 17.05.2003

EL PAíS  › CRISTINA KIRCHNER EXPLICA POR QUE EL PRESIDENTE ELECTO DECIDIO SER DURO

“Menem es mucho más que una patología”

Será obligatoriamente primera dama, pero no dejará el Senado. Y quiere seguir siendo lo que ella define como “un cuadro político”. Cristina Kirchner, la mujer del presidente electo, habló con Página/12 de Menem y las corporaciones, de su gusto por Nueva York, de por qué los Kirchner nunca fueron a Brasil, de las relaciones carnales y de los ‘70. Reivindica su historia, pero dice que “si llovía le echábamos la culpa al imperialismo”.

› Por Martín Granovsky

“Recién llamó José María Aznar y hasta me mandó saludos”, cuenta divertida Cristina Fernández de Kirchner. El presidente electo y la senadora se están asomando al mundo más dulce en la vida de un político, el que va de la consagración al gobierno, pero ella todavía está impresionada por el recibimiento en Río Gallegos en la noche del jueves. “Como no hubo ballottage picaron las boletas y tiraron nubes de papelitos”, dice. “Tardamos casi tres horas para hacer siete kilómetros desde al aeropuerto a la residencia.”
Los llamados llegaron a la Patagonia. El francés Jacques Chirac dijo estar seguro de que Kirchner “sabrá ser el garante de la vitalidad y estabilidad de las instituciones”. Con Aznar no hubo diálogo sobre el aumento de tarifas. Y Luiz Inacio Lula da Silva mandó una carta confirmando la “alianza estratégica” entre la Argentina y Brasil.
Cristina Kirchner está más relajada, pero no mucho. Fue densa la jugada de Carlos Menem de huir antes del ballottage, y dura la respuesta de Kirchner, a quien la senadora llama a veces por el apellido y a veces “Néstor”.
–¿Por qué Kirchner eligió un discurso de confrontación?
–Es que ellos estaban confrontando. Esto es obvio. Un discurso tiene que ser interpretado en el contexto en que se está desarrollando.
–¿Y por qué eligió un tono duro?
–Porque era dura y terrible la realidad que vivían los argentinos.
–¿Cuál?
–La de un tipo jaqueando al país durante 36 horas que hasta tuvo tiempo de jugar al golf. El martes llamó Alejandro Toledo, el presidente de Perú. Y hubo que decirle que nadie sabía qué iba a hacer Menem. Duro fue lo que nos hicieron. Duro fue lo que Menem nos hizo vivir como argentinos, como sociedad y como militantes de un partido al que ambos pertenecemos formalmente. La confrontación fue de Menem. Más: la ruptura.
–¿Qué buscó, a su criterio?
–Destruir. No ya a Kirchner, sino al escenario democrático. Cuando algún columnista critica el discurso de Néstor, debería tener en cuenta que en el mundo no se entienden actitudes como las de Menem. Recordemos, sin agotar nada: la caída de De la Rúa, la semana de Rodríguez Saa, el tiempo en que ni siquiera los que teníamos cierto grado de protagonismo e información propia podíamos desprendernos de la televisión, porque la realidad cambiaba cada cinco minutos. Ese micrófono que iba de mano en mano a fines del 2001. Yo me enteré desde el living de mi casa que mi marido iba a ser candidato a la presidencia. El daño de Menem fue fuerte porque, más allá del propio Menem, él fue presidente constitucional de la Argentina dos períodos.
–¿De qué habló Kirchner cuando dijo que no sería una “presa de las corporaciones”?
–No solo de las corporaciones. De ellas, y de la dirigencia política que se dejó cooptar. La corporación representa a su sector y pugna por sus intereses. Pero los partidos, que debieran ser los representantes del interés común, renunciaron a su papel de freno a las corporaciones.
–Cuando Raúl Alfonsín hablaba de corporaciones se refería más bien a los sindicatos. ¿Usted también?
–Hay muchos tipos de corporación. Los sindicatos son una. Pero las que tienen vinculaciones con la economía son las más importantes.
–Con Mirtha Legrand, Kirchner personalizó sus críticas en Claudio Escribano, el subdirector de La Nación. ¿Por qué lo hizo? ¿Es un estilo?
–La Argentina se había olvidado de la costumbre de caracterizar. El posmodernismo posterior a la dictadura nos llevó a creer que lo importante es lo que piense tal o cual dirigente, en términos individuales. Y lo de Menem, por ejemplo, no es un problema de patología personal u orgullo. No hacer nombres es una actitud hipócrita: ¿lo digo en privado pero lo escondo cuando se prende una cámara? Entonces miento. Vivamos en eldisenso y la tolerancia, pero que cada uno se haga cargo de lo que piensa, de lo que siente y de su propia historia. Algunos estuvieron con la dictadura y otros fueron militantes peronistas, por ejemplo. Y eso no quiere decir que todos seamos enemigos, o que agraviemos en lugar de analizar las cosas.
–Pero es difícil hablar de frenar a las corporaciones si no está claro cómo se las regulará desde el Estado.
–No quiero hablar de medidas de gobierno. Mi rol es muy claro, de legisladora y cuadro político. Pero presenté proyectos. Están en el Senado. Olvidémonos del Estado empresario. En Santa Cruz está la segunda mina de oro con Pérez Companc y Anglo Gold, asociados a una pequeña empresa provincial. Esto deja una renta mensual de 600 o 700 mil dólares, más el control de política ambiental. En la Argentina funcionó mal lo público y lo privado. Los entes reguladores no pueden ser representantes de las empresas en los organismos del Estado. La política pagó el costo de un Estado ineficiente.
–¿Usted se quedará en el Senado?
–Sí. Cuando Kirchner fue electo gobernador, en el ‘91, yo era legisladora provincial y presidenta de la Comisión de Asuntos Constitucionales. Y seguí siéndolo.
–¿Desde allí controlaba a la Justicia?
–De la Justicia en Santa Cruz se dicen ridiculeces. No hay un solo pedido de juicio político a ningún juez.
–¿No hay, o no hay aprobado?
–No hay ni pedido. Y Julio Nazareno, por hablar de la Corte Suprema, tenía alrededor de 80. En la Justicia de Santa Cruz hasta está la apoderada del Frepaso. Ahora, no me banco que un tipo que fue peronista no pueda ser juez. ¿Solo puede serlo el que trabajó en grandes estudios? José Figueroa Alcorta fue presidente del Senado, de la República y de la Corte. Los tres intendentes radicales de la provincia están con nosotros. Tipos jóvenes, profesionales. La Patagonia es muy cosmopolita, muy informada. Tenemos el mayor porcentaje de cable y Direct TV.
–Y más tiempo libre.
–Sí. Acá la gente desayuna, almuerza y cena con su familia. Analiza la información
–La saco de Santa Cruz.
–En el país la Justicia es un tema pendiente.
–¿Que se resuelve cómo?
–No puedo dar más que una respuesta genérica porque si hay juicio político contra algún magistrado después me voy a tener que excusar en el Senado. Le recuerdo, eso sí, que Kirchner apoyó incondicionalmente al presidente de la comisión de juicio político de la Cámara de Diputados.
–Senadora, ¿ustedes son antinorteamericanos?
–(Se ríe) No, me encanta el ratón Mickey. El Pato Donald menos, debe ser por aquel libro de Ariel Dorfman que leíamos de jóvenes. Pero obviamente no quiero relaciones carnales. Y Nueva York me vuelve loca por la movida cultural, por el Soho...
–¿Usted es más Nueva York que Miami?
–Absolutamente. Pero hablemos de política. Ser antinorteamericano no solo es equivocado. Le diría que es hasta demodé. No estamos en los ‘70, cuando si llovía le echábamos la culpa al imperialismo. Nuestra seriedad consistirá en integrarse al mundo desde un espacio regional que es el Mercosur.
–¿Es cierto que su marido conoció Brasil recién cuando fue a visitar a Lula?
–Sí. Y yo nunca estuve.
–Son el único matrimonio argentino de clase media que no conocía Brasil. ¿Por qué?
–Ninguno de los dos es un gran amante de las playas. Yo no puedo tomar sol porque tengo un problema de piel y los dos somos muy urbanos, muy ratas de ciudad. O Buenos Aires o Nueva York, o Calafate y la montaña.
–Relaciones carnales con los Estados Unidos no. ¿Con Brasil sí?
–Olvídese. Kirchner solo tiene y tendrá relaciones carnales conmigo. Y basta. En diplomacia, las relaciones carnales no hacen a la seriedad de un país.
–¿A qué apuestan en los primeros meses de gobierno?
–Son decisivos, pero no por cantidad de medidas sino porque al principio se fija la impronta de un gobierno, una forma de gestionar el Estado que la sociedad aprueba o no. Será gradual en cuanto a medidas y cambios, pero no respecto de la forma de gobernar. La gente cada tanto hace cortes y ve el saldo. Lo hace en las urnas. Néstor es un tipo de gestión cotidiana. Como Lavagna.
–¿Eso los une?
–Es una de las cosas. Roberto no es como Cavallo, que nos tenía a todos agarrados del sillón delante de la tele, esperando con qué nos iba a sacudir. Cuando Lavagna está por hablar nadie siente miedo. Y a Kirchner no le gusta la espectacularidad. El gobierno no puede ser noticia todos los días. Si pasa eso, estamos en problemas.
–¿Qué es ser noticia diaria?
–Un anuncio cotidiano.
–¿Qué otra afinidad hay entre Kirchner y Lavagna, aparte del estilo?
–La idea que tiene cada uno sobre los años ‘90 y las corporaciones.
–¿Kirchner cree que tiene margen para gobernar?
–A ver: en calidad institucional se puede mejorar. En condiciones de vida es posible estar mejor. Pero no de un día para otro. Disculpas por la frase que ya Néstor les dijo a ustedes, pero no se pasa del Infierno al Cielo de un día para otro. No se corre una carrera al salir de terapia intensiva. Hace un año y medio en Santa Fe había localidades con 18 o 20 por ciento de desocupación. Hoy –y por supuesto no me olvido de la tragedia tremenda de las inundaciones– hay talleres de industria metalmecánica. Néstor fue muy prudente en toda la campaña. Hay que hablar menos y hacer más. Y no vender las decisiones del Estado, porque eso solo mejor algunas posiciones económicas personales.
–Senadora, Elisa Carrió dijo que usted es “una muchacha difícil”.
–No pienso la política como ella. Por eso no me gusta mucho hablar de los demás. Es mejor decir lo que piensa uno.
–Pero, ¿es difícil?
–Con Lilita pensamos y queremos el mismo país pero tal vez no coincidamos en la forma de llevarlo a cabo. En cambio nosotros creemos en proyectos colectivos, no individuales, en que lo nuevo y lo viejo se mezclan, y no valoramos el personalismo sino la acumulación de fuerzas. La idea de que los adversarios son tan formidables no se compadece con la noción de que una sola persona puede enfrentarlos.
–¿Qué quiere decir “nosotros”? ¿Kirchner y usted?
–No, por supuesto que no. Es algo mucho más amplio.
–¿El peronismo?
–Es algo más que el peronismo. En este espacio hay peronistas de nuestra corriente, pero también compañeros del PJ que nos acompañaron en provincias y en distritos. Es el Frente para la Victoria. Gente que viene del Frepaso, radicales, Gustavo Beliz. No pedimos certificado de origen. La política también debe ser resultados. Si no resulta que la gente que aspiramos a representar cada vez vive peor, y nosotros cada vez hablamos mejor. La política no es una terapia personal. La idea de progreso es buscar mejor calidad de vida. En la provincia tenemos la menor brecha entre pobres y ricos, un buen sistema de salud pública, chicos que van a la escuela a estudiar, maestras que no están obligadas a otra cosa que ser maestras.
–Si sigue hablando así Noruega terminará envidiando a Santa Cruz.
–Para ser Noruega tendríamos que tener noruegos. Como cuando se hablaba de capitalismo anglosajón, menos regulado...
–...y capitalismo renano, como en Alemania, más regulado.
–Sí. Y no éramos renanos, ni teníamos empresarios de Renania y sindicalistas de Renania. Si uno mira para atrás, el gran déficit de nuestra generación en los años ‘70 fue cómo hacer un capitalismo en la Argentina. La sociedad no quería una sociedad socialista sino un capitalismo a la argentina, que en nuestro país tuvo el nombre de peronismo.
–¿Ese es su proyecto hoy?
–Hoy necesitamos un país incorporado a la globalización, pero no pensando en el libre comercio sin fronteras aplicado solo en la República Argentina. Un país con razonable autonomía: ésa sería mi definición. Ahora, ¿se puede discutir esto en la Argentina o vamos a seguir en la autorreferencia permanente, en el yo insoportable, en los que hacen política porque les va mal en la vida personal?

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