EL PAíS › UN DESAYUNO CON FEDERICO PINEDO
› Por Fernando Cibeira
Uno podría imaginar a Federico Pinedo exultante en la mañana posterior al cacerolazo y la movilización antikirchnerista a la Plaza de Mayo. Al fin y al cabo, fue uno de los pocos dirigentes de la oposición que participó. Pero no se lo ve así mientras habla por su celular. “Déjense de joder, hagan algo”, le cuenta a su interlocutor que le reclamaba la gente en la plaza. “Nosotros estamos acá, ¿ustedes dónde están?”, lo interpeló otro. Cuando corta, dice sentirse “indignado”. “No estamos a la altura de las circunstancias”, reconoce. Ocupado desde hace tiempo en la tarea de convertir al macrismo en una fuerza nacional, lo del jefe del bloque de diputados del PRO no es una misión sencilla a juzgar por los resultados conseguidos hasta ahora. Con todo, siente que la coyuntura le ofrece una nueva posibilidad a la oposición que capitalizará “quien aparezca como la mejor opción para enfrentar al Gobierno en las elecciones de 2013”.
Resulta que con quien hablaba era Mauricio Macri, también interesado en lo de la noche anterior. Extraño, porque se suponía que era una movilización “espontánea” en la que las agrupaciones políticas estaban fuera de lugar. “Una cosa es adueñarse de lo ajeno, pero tampoco se puede no estar. No había políticos, es una cosa increíble”, explica Pinedo. En realidad, hubo: él estuvo junto a sus aliados Patricia Bullrich, Eduardo Amadeo y el rabino Sergio Bergman. Pero cada uno por su lado, no como dirigentes sino como “uno más”. “Mejor voy a apagar esto”, dice sobre su Blackberry, que vuelve a sonar.
Las mesas de la entrada del café Balcarce de Callao y Rivadavia son una especie de balcón al Congreso, con un desfile incesante de gente camino a sus trabajos. En una mañana tan particular hay de todo. Los que saludan, los que dicen “fuerza”, los que miran y se ríen. “¿Y ése, de qué se reía?”, se pregunta Pinedo. En su análisis, los partidos políticos están “destruidos” en la Argentina y no hay organizaciones representativas. “La gente se organiza en las elecciones, cuando vota a los que representan mejor su punto de vista”, asegura.
Pone de ejemplo lo que le sucedió en la última elección, en la que encabezó una solitaria boleta de diputados del PRO en la ciudad de Buenos Aires, sin candidato a presidente. Cuenta que en la primaria la gente colocó en el sobre su boleta junto con la de Eduardo Duhalde a presidente, y que en la elección general optó por acompañarla con la de Hermes Binner. “Vio que la mejor opción para derrotar al gobierno era Binner, eso muestra cómo la gente se organiza”, sostiene. Asegura que la posición “inclaudicable” del macrismo será buscar la unidad de la oposición, pero para la próxima elección no imagina alianzas a nivel nacional sino distrito por distrito. Así, menciona que el macrismo podría apoyar al ruralista radical Ricardo Buryaile en Formosa y desliza algo sobre el también radical Oscar Aguad en Córdoba.
Sobre Binner y sus recientes idas y vueltas respecto de un posible acuerdo con el macrismo, critica a los que buscan armar “algo chiquito e ideologizado”. Asegura que en la sociedad no hay una gran ideologización. Curioso, porque el Gobierno pareciera pensar lo contrario. “A algunos sectores radicalizados del Gobierno les gustaría que fuera así, pero los grandes votos del Gobierno no son ideologizados. Es gente que tuvo beneficios en estos años y no vio alternativa mejor”, asegura, lo que también implica una crítica a la oposición. “Lógico, hubo pequeñez. Todos quisieron ser candidatos: Duhalde, Rodríguez Saá, Carrió, Alfonsín. Cuando hay pequeñez, la gente se da cuenta.”
Pinedo va por su segundo té. Un hombre de otra mesa se le acerca para invitarlo a la presentación de un libro. Y si la cuestión es analizar liderazgos, habría que hablar de Macri, a quien parece costarle horrores armar algo fuera de la General Paz. “No es problema de Mauricio, es el PRO que falló. Pusimos la energía en otras cosas: en el gobierno de la ciudad, en las elecciones locales”, sostiene. E insiste en su teoría de que en la Argentina hay muy poca identificación con las organizaciones, lo que dificulta la construcción macrista. “Ahora el PRO está organizando algo más vinculado a las redes sociales”, explica, y recuerda que la movilización de la noche anterior “fue todo red”.
Tal vez el problema sea la gestión porteña de “Mauricio”, poco lucida y con el extra de las imputaciones del gobierno nacional, que lo acusa de no querer hacerse cargo de los problemas. “Decir que no trabaja es una tontería”, responde. Cita realizaciones como la refacción del Teatro Colón, la creación de la Policía Metropolitana o la puesta a punto de las obras del arroyo Maldonado. “Es evidente que el gobierno nacional tuvo éxito en hacerle perder energía en discusiones a la gestión porteña”, reconoce pero, en definitiva, piensa que “es una buena gestión que luego se va a reconocer”.
Pinedo ya tiene resuelto ser candidato a senador el año próximo y dice que se ve venir una primaria frente al jefe de Gabinete Horacio Rodríguez Larreta. “Así que competiremos”, desafía. No tiene posición tomada sobre el meneado pase de Gabriela Michetti a la provincia de Buenos Aires. “Ella tiene que ir donde se sienta en mejores condiciones anímicas y físicas”, responde, aunque reconoce que el pase le solucionaría un problema al PRO, escaso de figuras taquilleras.
Mira el reloj, no queda tiempo. Pinedo debe seguir con su complicado peregrinar para sembrar el macrismo en otros puntos del país, en un rato debe viajar a Córdoba. Antes, cuando hablaba de la falta de presencia del PRO en la protesta del jueves pasado, también revelaba algo de la situación interna de su partido, donde existe un sector, describía, “muy pasivo”. A él se lo ve activo. Hace unos días volvió, encantado, de un tour político por Colombia. “Es un modelo extraordinario, de igualdad con economía de mercado”, define antes de despedirse.
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