Dom 23.09.2012

EL PAíS  › ENCUESTADORES Y CONSULTORES POLITICOS ANALIZAN LAS CONSECUENCIAS DEL CACEROLAZO

Sobre el 13 de septiembre

Todos coinciden en señalar que fue organizado por las redes sociales y que no alteraría el panorama del voto porque no tuvo canales partidarios. Pero el análisis se matiza a la hora de leer los mensajes y sus consecuencias.

› Por Raúl Kollmann

Los principales encuestadores y consultores políticos no terminan de ponerse de acuerdo sobre el cacerolazo y sus consecuencias políticas. Para algunos, lo ocurrido no contiene una novedad que se transmita al terreno electoral, básicamente porque quienes se manifestaron fueron ciudadanos que no estuvieron en el 54 por ciento que votó a la Presidenta en octubre. La novedad –sostienen los analistas que tienen esta posición– es la forma en la que se convocó el 13 de septiembre: por las redes sociales y sin una organización política detrás. Otros encuestadores afirman que hay un deterioro de la imagen presidencial y de la opinión sobre la gestión de gobierno, tal vez desde marzo. Y que parte del cacerolazo es producto de ese deterioro, lo que incluiría alguna franja más bien chica que votó al Frente para la Victoria en octubre. Pero estos analistas igualmente coinciden en que la clave está en la falta de una canalización de quienes estuvieron el jueves 13 en alguna expresión política.

Página/12 consultó a encuestadores y asesores en campañas electorales que tienen visiones disímiles.

“Diez días atrás, un sector de la sociedad convocado a través de las redes sociales salió a las calles a expresar su disconformidad”, resume Roberto Bacman, titular del Centro de Estudios de Opinión Pública. “Sin embargo, vale la pena analizar con detenimiento el origen de la protesta, ya que coexisten dos factores claramente diferenciados entre sí.”

“Por un lado, la disconformidad con el gobierno nacional. De esto no hay ninguna duda y se lo podría definir como el factor manifiesto. Pero al mismo tiempo subyace otra cuestión: hay quienes siguen sin encontrar una opción política opositora que posea la capacidad de canalizar sus demandas y, al mismo tiempo, construir una alternativa al modelo kirchnerista. Ni hoy, ni diez días atrás. Y tal situación agrega complejidad al escenario, pues tampoco se avizora una salida concreta a la protesta, frente al convencimiento que desde el odio es imposible construcción política alguna.”

Al no existir una fuerza, una vía de canalizar a los que salieron con cacerolas, el consultor concluye “las cosas no han cambiado mucho con relación a octubre del año pasado, cuando CFK se imponía en las urnas y de manera notable. Y existe un dato de la realidad que no se debe perder de vista: al día de hoy, la Presidenta posee una imagen positiva de 51 por ciento, en donde se destacan los más jóvenes (18 a 34 años), los de clase baja y los residentes en el Gran Buenos Aires profundo y el interior del país. Y ellos fueron los que no salieron a protestar”.

Eduardo Fidanza, de Poliarquía, considera que “la protesta del 13 de septiembre es un desafío para el Gobierno porque encierra un modo de construcción política propio del populismo. Si nos atenemos a los teóricos de este movimiento, como Laclau, detrás de las cacerolas hay una serie de demandas heterogéneas como frenar la inseguridad, liberar el dólar, cumplir con la actual Constitución, etc., que se vuelven equivalentes y se organizan en torno de consignas generales. A diferencia del populismo K, los cacerolazos no tienen liderazgo, pero están recogiendo la frustración que el Gobierno sembró en las clases medias”.

“¿Qué ocurrirá en adelante? Habrá que ver si surge una canalización política de la protesta o ésta queda en la fase actual, pre política. El Gobierno también tiene la palabra. Si niega la importancia con argumentos infantiles, provocará mayor reacción. Algunos argumentan que quienes protagonizaron el cacerolazo son ciudadanos que no votaron a CFK en octubre. Desde ya que eso tal vez sea válido para una mayoría de los que salieron a la calle ese día, pero yo creo que es probable que una franja del voto a CFK se haya manifestado el jueves 13. Es que en las encuestas se percibe que de octubre de 2011 hasta ahora bajó la imagen y el apoyo a la Presidenta y eso debió reflejarse también el 13. Algunos de esos que ya no ven tan bien a la Presidenta, es seguro que se sumaron.”

En otra orilla totalmente está Artemio López, el titular de Equis. López es categórico: “Yo diría que hay una caza en el zoológico. Los cacerolazos son producto de los convencidos. Se trata de segmentos relativamente acomodados que ya estuvieron en contra del oficialismo en 2011 y vuelven a expresar su descontento, esta vez más exacerbados por la escalada de la agenda de medios anti K combinada con la frustración que imprime la improductividad de la actual dirigencia opositora”.

“La presencia de la agenda mediática opositora machacando sobre las demandas era nítida en el caceroleo del jueves 13 de septiembre, así como el rechazo a la presencia de dirigencia opositora. Desde el punto de vista político-electoral nada nuevo bajo el sol. Vuelven y vuelven sobre temas que terminan teniendo poco impacto nacional, como el caso Schoklender o el cepo al dólar. Eso pega siempre sobre los mismos y, además, en los mismos lugares. El impacto es predominantemente metropolitano, sin grandes réplicas nacionales, no altera la arquitectura de preferencias de octubre de 2011 y lo que hasta hoy logran es redundar entre los que ya estuvieron en la otra vereda del Gobierno en las elecciones. Las movilizaciones de las clases medias y medias altas porteñas residentes en el centro norte de la ciudad de Buenos Aires, con muy limitadas réplicas en el primer cordón del Gran Buenos Aires, Mar del Plata, Rosario, Córdoba capital, Salta capital y Mendoza capital son la materialización en otra dimensión de este fenómeno de la redundancia de audiencias.”

“Por el contrario –redondea López–, la fortaleza relativa del oficialismo y la persistencia de la cacerola como ya anacrónico método de protesta es también el resultado de la estructura fragmentada de la oposición, que se profundiza con las eventuales candidaturas de Mauricio Macri y José Manuel de la Sota. Ambas ofertas, ausentes en 2011, impactan sobre el 45,89 por ciento que ya no votó al Frente para la Victoria y siguen manteniendo el formato de archipiélago, o sea muchas islas, de la opción opositora. Insisto, no cambia nada del mapa electoral, el protagonismo fue de los que no votaron a CFK.”

Hugo Haime, es la cabeza de la consultora Haime y Asociados. Su mirada apunta a un fenómeno que se desarrolla internacionalmente pero también tiene una visión distinta a la de sus colegas. “Es cada vez mas frecuente que cuando algún segmento de la sociedad no se siente representado y tiene reclamos sin atender termina saliendo a la calle. Es un fenómeno de la Argentina y es un fenómeno del mundo. Como es un fenómeno en el mundo la explosión de los smartphones, las tabletas y las redes sociales. Todo ello se combinó el 13 de septiembre. Un sector de la sociedad, sobre todo sectores medios –en todo su espectro desde los medio altos hasta una parte de los medios bajos– que al no sentirse representados por ninguna expresión política opositora decidió hacerse oír. Heterogéneas fueron las razones de la protesta.”

“Venimos insistiendo en que si no entendemos los mitos y valores de la sociedad es difícil entender su dinámica. En la protesta estuvieron mezclados los valores y los temas. La clase media es individualista, pero le gusta que haya un Estado activo y fuerte, pero al mismo tiempo rechaza al Estado intervencionista. Una parte de los manifestantes piensa que se está acechando su libertad. Por eso las restricciones al dólar son un símbolo. Pero también se trató de la inseguridad, de los precios, de la calidad de vida, de cómo se viaja, del estilo de gobierno, de la reforma, la reelección y el modelo. Y fue la exteriorización de un cambio de clima social que se viene registrando desde marzo. Fue un cuestionamiento al Gobierno pero también a la oposición.”

“No fue sólo una expresión de la Capital Federal. Abarcó partes del conurbano y de las grandes capitales del interior del país. Seguramente gran parte de quienes manifestaron o simpatizan con lo ocurrido no votó por CK en 2011, pero una parte de los votantes de CFK pueden sentirse identificados con parte de los reclamos. Y en las legislativas la gente aprovecha para poner límites. La oposición, socialismo, radicalismo y PRO tampoco pueden descuidarse: le están pidiendo un cambio de dinámica y que generen una alternativa seria. Si no lo hacen, corren el riesgo de ser parte de la vieja política y verse reemplazados por nuevos emergentes. Los que se conectan por las redes sociales no es que no tengan ideología. La tienen pero no respetan ni las jerarquías ni las orgánicas partidarias y han demostrado que pudieron generar una movilización en base a unificar demandas que cualquier fuerza política puede envidiar. Hoy tenemos una sociedad dividida, como lo estuvo en 2011, pero la diferencia es que creció la tensión y algunos objetivos políticos de sectores del oficialismo, como la reforma constitucional, unifica a la oposición. Conclusión: lo ocurrido no es neutro y obliga a la política –oficialismo y opositores– a cambiar y buscar alternativas.”

“A mi entender, en estos diez días que pasaron desde el cacerolazo, no se produjeron grandes cambios”, analiza Analía Del Franco, titular de Analogías. “Ambos sectores, el oficialismo y la oposición, deben haber tomado nota del episodio y de la decisión de sectores de manifestar y expresar su queja y enojo. Los canales de participación están abiertos y son los que tenemos en una democracia representativa. Por ahora, en ese terreno no pasó gran cosa. Se espera, en todo caso, que las demandas de índole diversa que se vieron representadas y defendidas en la marcha sean canalizadas en el Congreso y en las elecciones. Pero por ahora no se ve nada. Este es el gran desafío de la oposición. El Gobierno también debe prestarle atención a lo que pasó: tal vez no haya cambiado el panorama del voto, pero tendrá que buscar políticas para afrontar el desgaste en la clase media, un proceso que empezó en enero.”

Bacman cree que esto ya se está trabajando en la Casa Rosada: “Otro tema que se ha instalado tras el cacerolazo radica en analizar si la Presidenta lo tomó en cuenta o, por el contrario, lo pasó por alto. Mucho se ha dicho y escrito al respecto, incluso algunas tapas de ciertos diarios, pero es importante tener en cuenta que tanto en la vida como en la política cada uno escucha a su manera. Que CFK no haya comentado nada, no quiere decir que no escuche: en su rol de Presidenta seguramente habrá tomado nota de lo ocurrido, en tanto y en cuanto expresa las opiniones y las necesidades de un grupo social, sea quien sea el que lo moviliza, sea cual fuese su objetivo. Como consultor, lo primero que le diría es que tiene que seguir gobernando para los que están a favor y los que están en contra. O sea que hay que prestar atención a lo ocurrido y buscar respuestas”.

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