Jue 27.09.2012

EL PAíS  › EN WASHINGTON, CRISTINA KIRCHNER REFORZO LA CARGA CONTRA LA DIRECTORA DEL FMI

“Le hicieron foul en Italia y en Grecia fue penal”

La Presidenta desplegó en la Universidad de Georgetown otra andanada de cuestionamientos a Christine Lagarde, a quien se había referido el martes en la ONU por su amenaza de tarjeta roja a la Argentina. En un encuentro marcado por la economía, respondió a las críticas al Indec. “Si hubiera una inflación del 25 por ciento el país estallaría por los aires”, dijo.

› Por Martín Granovsky

Desde Washington

“No emitimos dólares, de-safortunadamente”, dijo. Y agregó después de una pausa con sonrisa: “Nos encantaría”. El encuentro de Cristina Fernández de Kirchner con estudiantes del Centro de Estudios Latinoamericanos de Georgetown estuvo marcado por la economía. La Presidenta aprovechó las preguntas de los estudiantes para responder a los ataques al Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec). También volvió a criticar al Fondo Monetario Internacional y dijo que a la directora, Christine Lagarde, “le cometieron foul en Italia y lo de Grecia fue penal”, pero el Fondo “es un árbitro a favor de los países desarrollados que provocaron la crisis y ahora nos la quieren trasladar”.

Cristina Kirchner habló en la inauguración de la Cátedra Argentina, que funcionará en el marco del centro que dirige el historiador Erick Langer en la Universidad de Georgetown, muy influyente en Washington. Trazó una historia comparativa de la Argentina y de los Estados Unidos en clave de industrialización. Su tesis es que la batalla de Caseros terminó con un período de industrialización incipiente, que sería el de Juan Manuel de Rosas, y el triunfo del Norte sobre el Sur en los Estados Unidos marcó la victoria de los industrialistas sobre los plantadores que, según la Presidenta, sólo buscaban “exportar commodities”.

Fue presentada por Carol Lancaster, la decana de la Escuela Universitaria del Servicio Exterior, que en los Estados Unidos es sinónimo de un ida y vuelta permanente entre el mundo académico y de diplomáticos y funcionarios. Lancaster, perfectamente bilingüe y dueña de la situación, fue quien la presentó y quien concedía la palabra.

“Los universitarios tienen que abrir la cabeza”, dijo en un momento la Presidenta. Y aclaró: “Pero no a los golpes, ¿eh?”. Y Lancaster ironizó: “Bueno, a veces a los golpes también”. Fue la decana quien, al final de la charla, agradeció a la Presidenta y la invitó a que en el futuro, cuando ya no esté en el puesto, vaya a dar clase a Georgetown. Cristina se rió. Ninguna de las dos habló de plazos ni de hipótesis.

La Cátedra Argentina fue acordada entre el embajador Jorge Argüello y el propio Langer como un espacio de estudio e intercambio. La Presidenta aclaró que el Estado no pondrá dinero. En la primera fila del público estaban, entre otros, los empresarios Eduardo Eurnekian, Lucas Sigman y Carlos Bulgheroni. En la parte académica, la contraparte argentina de Langer es Enrique Zuleta Puceiro, profesor titular en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires.

CFK se mostró suelta y cuando un estudiante venezolano, de nombre Manuel, le preguntó qué haría la Argentina si Hugo Chávez no llegase a reconocer un triunfo de la oposición en las próximas presidenciales del 7 de octubre. “Manuel, sos un encanto”, le dijo. “Qué frescura para preguntar, vos ya lo diste por perdedor a Chávez y además te olvidás de que ningún presidente pasó por tantas elecciones como él.” La Presidenta comparó la situación de Venezuela “con el primer peronismo, el de los años ’40”, y aclaró que “soy amiga de Hugo, pero no somos iguales, porque cada uno tiene sus características”.

El origen del peronismo también estuvo en su relato sobre lo que definió como “intervencionismo norteamericano”. Allí puso el hecho de que el embajador norteamericano Spruille Braden llegase a encabezar una manifestación de la Unión Democrática contra la candidatura de Juan Perón. “Bueno, después los Estados Unidos utilizaron otras formas”, se rió. “Será por eso que corría el chiste de que en los Estados Unidos no había golpes de Estado porque no hay embajada norteamericana.” Algunos diplomáticos, como el embajador en la Argentina Terence Todman (1989-1992) usaban esa broma para caer simpáticos y a la vez marcar diferencias entre el apoyo de los Estados Unidos a las democracias nuevas del continente, a principios de la década del ’80, y la época anterior de sostén a las dictaduras, con la excepción, que Cristina Kirchner también subrayó, del gobierno de Jimmy Carter y su pelea contra las violaciones a los derechos humanos en la Argentina. “Si no fuera por él y por su funcionaria para derechos humanos, el padre del actual canciller tal vez sería un detenido-desaparecido”, dijo en relación con Héctor y Jacobo Timerman. La encargada de derechos humanos en temas internacionales era Patricia Derian, una antigua enfermera que, de piel blanquísima y pelo rojizo, provocaba a los racistas en Mississippi atendiendo a los pacientes afroamericanos alojados en el subsuelo del hospital y, por supuesto, separados de los blancos. Una historia dentro del momento que cuenta la película Mississippi en llamas.

Al hablar de la Guerra Fría, la Presidenta se situó en una posición peronista tradicional. “No predicamos el antagonismo de clase, sino la colaboración entre el capital y el trabajo para llegar a una distribución de la renta de fifty-fifty”, dijo usando la expresión en inglés para mitad y mitad. En un momento de la charla dijo a un estudiante: “Qué suerte que tenés 22 años, porque no sabés lo que era todo cuando yo tenía 22”. Nacida en febrero de 1953, la Presidenta tenía 22 en 1975 cuando gobernaba María Estela Martínez de Perón, el ajuste feroz del ministro de Economía Celestino Rodrigo preanunciaba la futura política y las Fuerzas Armadas, con acuerdo de Isabel y de su interino Italo Luder, participaban en la represión interna. Mientras, preparaban el golpe del 24 de marzo de 1976, que en la conferencia de ayer Cristina mencionó como el momento en que comenzó “la decadencia, se profundizó la desindustrialización y se gestó la gran crisis que haría implosión en el 2001”.

Les contó a los estudiantes la publicidad de la dictadura que comparaba una silla de fabricación nacional (que se rompía bajo el peso de quien se sentara), otra china, más sólida, y una aún más firme silla alemana. Les dijo que cuando narró la publicidad en Alemania, “mis oyentes abrieron los ojos así porque no podían creer que un país en su publicidad oficial cuestionara a su propia industria”.

Caracterizó a los años ’80 como “década perdida”, pero introdujo un matiz. “Perdida para la mayoría, pero los que recibieron los bonos Brady no perdieron.” El Plan Brady consistió en canjear títulos de la deuda por capital, una clave para las privatizaciones generalizadas que impulsó Carlos Menem, en general con una pata financiera norteamericana, una pata empresaria europea y un lobbista made in Argentina.

El Consenso de Washington, un documento elaborado por los neoconservadores en 1989, traería la desregulación. Y aquí vino otro matiz. “La regulación siempre existe: o la hace el Estado o la hace el mercado. O el Estado o los grandes conglomerados económicos y mediáticos.”

La Convertibilidad, después, habría descansado en el artificio de que un peso era igual a un dólar cuando las economías de los Estados Unidos y de la Argentina eran tan diferentes. La interpretación de Cristina es que ese paquete que llamó “economía ficcional se mantuvo privatizando la energía, único caso en América latina, y entregando las empresas de teléfonos en lugar de dar concesiones, que es lo que hubiera correspondido”.

En cuanto al megacanje y al blindaje, “fueron dos formidables asientos contables que sirvieron para que pudieran retirarse con una red de seguridad los fondos que habían colocado dinero al 15 por ciento en la Argentina a pesar del riesgo de que la diferencia con el mundo derivaba de que en otros sitios se pagaba el 2 por ciento”.

“Cualquier parecido con los rescates en euros no es mera coincidencia, y lo digo no sólo como un análisis sino con preocupación, porque en euros está el 24 por ciento de las reservas del mundo”, dijo sobre la actualidad.

Aprovechó para decir que después del default y la reestructuración de deuda “estamos pagando puntualmente los bonos, y acabamos de pagar 2300 millones de dólares sin pedir préstamos en el mercado financiero internacional”. Fue entonces que se lamentó por el hecho de que la impresión de dólares estuviera en otro país. “No emitimos dólares, desafortunadamente. Nos encantaría.”

Sobre la tenencia de dólares aseguró conocer un dato: que después de los Estados Unidos, el país que dispone de más divisas de color verde es la Argentina. “El país tiene 1300 dólares promedio por habitante, y Brasil, que está entre las principales economías del mundo, solo seis.”

No hubo recelos contra el sector agrario. Al revés. “Somos el país más competitivo en agricultura, por la productividad y los adelantos introducidos.”

Tanto en la conferencia inicial como en el ping-pong con los estudiantes fueron apareciendo temas variados.

Sobre la función de los académicos: “El deber de todo académico y de todo estudiante es tener mirada propia. No anteojeras”.

Sobre el conocimiento: “Una cosa es saber, porque nos transmiten saberes para ser abogados o economistas, o médicos, y otra es comprender y entender. Algunos saben todo y entienden poco. Otros saben menos y, quizá por estar menos contaminados, entienden más”.

No hizo alusión al diálogo con Irán, pero sí al terrorismo fundamentalista. “Tengo la sensación de que las fechas que cambiaron el mundo son esas en que uno se acuerda exactamente de qué estaba haciendo, con quién estaba, quién llamó por teléfono. No sé qué estaba haciendo cuando cayó el Muro de Berlín, pero me acuerdo perfectamente de qué hacía el día del atentado a las Torres Gemelas.”

Le preguntó una estudiante por los índices de inflación. “El Fondo tiene una postura de oposición a la Argentina”, dijo, y ensayó una defensa del Indec combinada con un ataque no a las estadísticas, sino a realidades del exterior. “¿Cuál es la inflación en los Estados Unidos?” Del público le dijeron que el 2 por ciento. “¿El 2 por ciento? Chicos, ¿cuánto les aumentó la cuota de la universidad? ¿Cómo miden los Estados Unidos el superávit? ¿Cómo fueron las estadísticas sobre España, sobre Irlanda, sobre Portugal, sobre Italia?” En ese tramo fue que la Presidenta criticó la frase de Lagarde sobre que el Fondo iba a sacarle “tarjeta roja” a la Argentina, o sea una amenaza de expulsión, y la metáfora del FMI como árbitro que, dijo, y explicó para que se entendiera, encima “es un árbitro bombero”.

Dijo Cristina Fernández de Kirchner que el presupuesto porteño está elaborado sobre una inflación estimada del 10,8 por ciento, que es la del Indec, y opinó que las consultoras privadas no pudieron demostrar cómo “sin más estructura en algunos casos de seis o siete personas elaboran los índices”.

“Si la inflación fuera realmente del 25 por ciento el país estallaría por los aires”, dijo. “Y no es así. Los argentinos de clase media consumen, y los sectores populares también aumentaron el consumo de los productos de primera necesidad.” Por eso argumentó que “el modelo no tiene metas de inflación sino de crecimiento”. Entonces volvió, con sorna: “En los Estados Unidos la expansión monetaria es la mayor del mundo. ¿Y la inflación es del 2 por ciento?”.

De todos modos, diferenció a los Estados Unidos de Europa, y sobre todo de Alemania. “Los Estados Unidos tienen en su ADN la crisis del ’30 y se preocupan por la pérdida de empleo. Alemania tiene la noción, que para mí es falsa, de que la hiperinflación provocó el ascenso del nazismo, cuando la verdad es que fue el Tratado de Versalles.” Adolf Hitler asumió en 1933. El tratado, firmado en 1919, después de la derrota alemana en la Primera Guerra Mundial, adjudicó a los alemanes la responsabilidad de la guerra, les quitó la posibilidad de seguir participando en el reparto colonial africano, garantizó la independencia de Austria y fijó límites al desarrollo bélico.

Un alumno norteamericano preguntó por qué no había conferencias de prensa en la Argentina. “Yo cumplo con el principio de difusión republicana de los actos de gobierno, y además cuando voy a actos siempre contesto preguntas de periodistas. Los que dicen que no hablo con periodistas, en realidad critican que no se hace ni se dice lo que ellos piensan. El centro de nuestros actos de gobierno no tiene por qué ser una conferencia de prensa.” También dijo que le parecía bien que cada medio explicitara su posición política porque “no hay periodistas ni nadie independiente, ya que lo independiente suena a soso”. “¿Independientes de qué? ¿De los reyes de España?” Y puso el ejemplo de los Estados Unidos. En realidad, los editores de los grandes diarios editorializan informando a quién conviene votar en las presidenciales, con nombre y apellido, de modo explícito, pero no lo hacen en general los periodistas, ni los más rigurosos ni los menos, ni los más cercanos a los demócratas ni los más próximos a los republicanos.

Al hablar sobre la cuestión de la prensa destacó que un proyecto suyo fue convertido en ley e impide la penalización de las calumnias e injurias, “por lo cual ningún periodista corre peligro de ser privado de su libertad por lo que escriba o diga”.

Mencionó las Malvinas y el dominio británico dentro del contexto de la desigualdad de derechos de los países, y así “los miembros permanentes del Consejo de Seguridad y aliados de la OTAN no respetan las resoluciones de las Naciones Unidas”.

En un momento, que sonó a relato de la conversación con el presidente egipcio Mohamed Morsi, originariamente líder de la Hermandad Musulmana, dijo que no se pondría chador ni le gusta que una mujer camine atrás de un hombre por la calle, “pero no hay que tolerar solamente, sino aceptar que la gente quiere vivir de manera diferente”.

Sobre el final, rescató el valor de la igualdad y, veloz, saludó y volvió al aeropuerto para subir al avión que la llevaría a Nueva York junto con la comitiva. Sólo alcanzó a ver de paso el parque de Georgetown y algún jesuita saludando al paso mientras una feria gourmet ofrecía desde fruta fresca a paella, dulces belgas o arrollados indios de cordero.

Hoy, antes del regreso a Buenos Aires, tocará Harvard.

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