Dom 30.09.2012

EL PAíS

Hacia el autoabastecimiento, pero con empleo

Satisfecho con los resultados de su visita a China, Julio De Vido repasó la situación que derivó en la renacionalización de YPF y detalló cómo se percibe la decisión argentina en el mundo: “Repsol fracasó”.

› Por Javier Lewkowicz

Desde Beijing

“Quizás en seis o siete años estemos en valores de producción que nos puedan llevar al autoabastecimiento. Pero no el autoabastecimiento de los `90, donde sobraba la energía porque no había trabajo. Con desocupados y PBI que se reduce, no me interesa el autoabastecimiento.” En una extensa entrevista concedida a Página/12 junto a medios colegas, realizada en el marco de la gira por China para conseguir inversores para la construcción de las represas Néstor Kirchner y Jorge Cepernic, el ministro de Planificación, Julio De Vido, tildó de fracasada y arcaica la estrategia de Repsol de atacar al Estado argentino luego de la expropiación. Explicó el porqué del aumento de la importación de gas desde Bolivia y habló de las represas, la cuarta central nuclear y las telecomunicaciones en esta nueva etapa.

La sede de la embajada argentina en Beijing, donde los diplomáticos organizaron una cena de bienvenida, es un bastión argentino en la megalópolis china. Es una casa de tipo colonial, con un amplio jardín al aire libre, al que balconea un corredor con mesas y sillones. Allí se dio la charla con De Vido, que duró alrededor de una hora. Como música de fondo, tango-fusión.

–¿Qué le comentaron los empresarios de países como China o Brasil, que tienen un fuerte grado de previsión en materia energética, acerca de la nacionalización de YPF?

–Hay en el sector curiosidad por ver cómo se desarrolló el proceso. Ha habido, sobre todo en los medios hegemónicos argentinos, una importante distorsión en cuanto a la difusión de las noticias, pero cuando uno les explica llanamente que la empresa de bandera era la primera en impedir que el Estado estuviera debidamente abastecido, rápidamente lo entienden. En el caso de Repsol, se llegó a un punto donde la empresa era prácticamente una máquina de facturar. Por eso la ley de recuperación de YPF hay que leerla en términos del autoabastecimiento del mercado interno y del desarrollo de las reservas. Si YPF es la empresa bastión en el desarrollo, las demás van a seguirla inevitablemente. Y las que no estén dispuestas a ello porque no les es negocio, venderán la empresa o verán qué hacen.

–¿Qué evolución visualiza para la balanza energética nacional?

–Con el crecimiento de la economía nacional y el atraso que llevaba Repsol en el desarrollo de nuestros recursos, de nuestras reservas y de la producción, evidentemente todo lo que tiene por delante el ingeniero Galuccio en YPF es un trabajo enorme, inmenso. Pero eso permitirá aliviar a la Argentina de los 10 mil millones de dólares que se importan para paliar el combustible que Repsol no había producido, igual que las otras empresas del sector. Por eso es muy importante la ley de la recuperación de YPF, que no habla solamente de la nacionalización y control de la compañía, sino también del autoabastecimiento del país, donde son responsables no sólo YPF, sino el resto de las empresas. Y también fue muy buena la decisión de interactuar entre los ministerios de Economía y Planificación para hacer un control en toda la estructura de los niveles de exploración, explotación y la comercialización, tener todo el circuito cerrado. Buscando que la verdadera vedette sea el abastecimiento del mercado argentino, y no ver cómo se matan entre ellos para ver quién vende más caro y quién tiende más al export-parity (paridad de exportación, llevar los valores locales al nivel de precio internacional, N. del E.). La producción de YPF ahora crece con coste argentino, no con el precio del producto potencialmente exportable, sino al costo real de lo que sale producir gas y petróleo en el país. Por la experiencia que tuvimos cuando el combustible valió lo mismo en Argentina que lo que costaba en el mercado internacional –una política claramente antiindustrial y francamente exclusiva de grandes sectores de la sociedad–, ya sabemos cómo empieza, cómo se transita y cómo termina la película.

–¿Cuáles son las perspectivas en materia de importación de gas?

–Vimos días atrás que una tapa de un diario decía que había crecido la importación de gas. Es cierto, creció la importación de gas de Bolivia por los convenios que originalmente firmaron Néstor Kirchner y Evo Morales. Ese gas suplanta a los barcos de gasoil a un precio muchísimo más bajo, una diferencia del 50 por ciento aproximadamente. Dicen que fracasa la política del Gobierno porque crece la importación de gas. Pero crece porque sustituye la importación de gasoil, que es más caro y mucho más contaminante. Cuando asumimos importábamos cero metro cúbico de gas de Bolivia, luego de haber importado hasta 4 millones hasta el año `94. Claro, cuando vino la política antiindustrial, gas no necesitábamos. Es más: exportábamos a Chile porque en Argentina no se consumía. El acuerdo que firmaron Kirchner y Evo Morales hace que podamos importar 27 millones de metros cúbicos de gas de Bolivia. Ahora estamos en 14 millones. Eso va a la industria. En su casa la gente consume poco más que en 2003, pudo haber crecido entre un 10 y un 20 por ciento el consumo energético de las familias. Pero en la industria creció entre un 40 y un 50 por ciento. En 2011 el consumo fue record y también lo fue la reducción en los cortes a la industria, ya que prácticamente no hubo cortes. Argentina importó el gas y lo puso al servicio de sus industriales. El proceso de importación de gas y gasoil generó un desfasaje de la balanza comercial que la Presidenta utilizó como uno de los fundamentos de la ley de autoabastecimiento de hidrocarburos. Si la Argentina va bien, ese gas de Bolivia, los 27 millones de metros cúbicos, lo vamos a necesitar ávidamente, más allá de lo que pueda descubrir YPF en Vaca Muerta. A algunos les molesta porque quieren volver al sistema antiindustrial. El gas de Bolivia suplanta volúmenes de gas líquido, que son más caros y contaminantes.

–¿En cuánto tiempo puede lograrse el autoabastecimiento?

–La idea es autoabastecernos, llevar la importación a cero. Ojalá podamos bajar la importación a un ritmo del 10 por ciento por año. A lo mejor un año hay un gran descubrimiento, se generan desarrollos y lo podamos reducir un 20 por ciento. Quizá en seis o siete años estemos en valores de producción que nos puedan llevar al autoabastecimiento. Pero no el autoabastecimiento de los `90, donde sobraba la energía porque no había trabajo. Con 23 por ciento de desocupados y PBI que se reduce, no me interesa el autoabastecimiento. Yo quiero autoabastecimiento con crecimiento del 10 por ciento del PBI anual.

–¿La prioridad es el autoabastecimiento o tener balanza energética equilibrada, que se podría lograr con mayores exportaciones?

–Es el autoabastecimiento, si tenemos autoabastecimiento y te sobra gas, no hay que exportarlo, se puede hacer una planta de fertilizantes y transformar ese combustible en urea, por ejemplo.

–La carrera de Repsol parece haberse cortado en poco tiempo. Grandes petroleras a nivel mundial se mostraron interesadas en invertir en el país y no le prestaron demasiada atención a los españoles.

–Eso habla a las claras de que el intento de Repsol de bloquear el avance de acuerdos de YPF con el mundo del petróleo fracasó. Está claro que los países soberanos hacen siempre lo que les conviene, y las empresas de esos países, igual. Cuando un país recupera soberanía, marca las pautas, y las empresas cumplen y también son rentables. Y cuando no tienen la rentabilidad que esperaban tener, se van. En Argentina las empresas están trabajando muy bien, con record de producción, exportación y también de importación de productos. Evidentemente fracasó Repsol, porque la lógica que pretendió llevar adelante, acompañado por cierta parte del gobierno español, de querer bloquear o hacer fracasar a la Argentina en su política de recuperación del mercado de combustibles, fue muy arcaica. Ya no funciona en el mundo actual, sobre todo cuando hay países con gobiernos que están decididos a ejercer la soberanía en forma plena.

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