Dom 25.05.2003

EL PAíS  › “ACONTECIMIENTO HISTORICO”

Fondo Monetario a la carta

El jefe del FMI felicitó a Kirchner, en momentos en que el Fondo representa para el establishment un
medio de presión sobre el Presidente que los empresarios no deseaban.

› Por Julio Nudler

Horst Köhler, director ejecutivo del FMI, envió una conceptuosa carta de felicitación a Néstor Kirchner, cumpliendo con las reglas de la cortesía, sobre todo aquella que es aconsejable guardar ante este “hombre de la Patagonia”, como llamó ayer el New York Times al presidente electo, dado que se hace cargo de la mayor deuda en impago que hay en el mundo, si se deja de lado Irak. El fondomonetarista califica en su misiva como “oportunidad histórica” la elección del santacruceño, en el sentido de poder “desarrollar un sólido programa económico”, aunque el organismo nunca demostró saber en qué podría consistir. Anne Krüger, la subdirectora ejecutiva, viene de admitir que el Fondo se equivocó de lado a lado respecto de la Argentina, en detalles menores como haber presagiado una hiperinflación donde en cambio sucedió una rápida estabilización. Quizás el apunte más interesante en la esquela köhleriana radique en su idea de que un programa será sólido si en él convergen tanto las aspiraciones económicas como sociales de los argentinos. Es como poner de acuerdo derechas e izquierdas. En la práctica, sin embargo, el Fondo está redoblando exigencias de superávit fiscal primario, excedente a serles transferido a los acreedores externos, que son claramente incompatibles con aquellas aspiraciones de crecimiento y equidad.
Lo cierto es que después de la derrota de Ricardo López Murphy y de la deserción preventiva de Carlos Menem, el establishment tiene que valorar aún más al FMI como medio de presión sobre el nuevo gobierno, que prometió no ceder ante las corporaciones, para obligarlo a adoptar medidas a las que podría resistirse: encarecimiento de los servicios públicos, compensaciones a los bancos, anulación de toda traba a las ejecuciones hipotecarias, etc. Pero hay una lógica más amplia y general en la que se inscribe el discurso empresario.
El razonamiento es simple. ¿Qué hace falta para pasar de la reactivación al crecimiento? Inversión. Sin embargo, los bienes de inversión (equipos, tecnología) son muy caros porque, en su gran mayoría, tienen precios dolarizados ya que deben importarse, sin contar que por ahora no hay crédito disponible. Siendo esto así, la política económica debería alivianar en todo lo posible los costos de invertir; vale decir, premiar impositivamente la inversión y asegurar que no le crezcan los costos laborales, con una agenda de medidas similar a la que se aplicó –o se intentó aplicar– en los ‘90.
Por ahora, Kirchner se limitó a hablar de la inversión pública, con planes como el de vivienda. Aunque esto crea automáticamente amplios negocios para las empresas, la idea es que la obra pública y la inversión privada deben complementarse. Por tanto, de cualquier forma será necesaria una política que eleve la rentabilidad empresaria y le garantice un horizonte sin sobresaltos. En síntesis, un programa de reformaspromercado, aunque bajo el paraguas de un tipo de cambio alto y sin excluir cierta participación estatal en la economía. Una especie de nueva alianza entre populistas y liberales, a la que aún le quedará el problema de ver cómo expande el mercado interno sin recurrir a ningún “salariazo”.
Un mecanismo no conflictivo, que entusiasma a algunos lavagnistas, consiste en emitir pesos, explorando hasta sus límites la posibilidad de seguir expandiendo la base monetaria sin generar tensiones inflacionarias. Funcionaría como un círculo virtuoso, en el que la reactivación aumenta la demanda de dinero porque hace falta más plata para realizar más transacciones, y la adicional oferta monetaria, que convalida esa necesidad, añade estímulo a la reactivación.
La tarea correría por cuenta del Banco Central, básicamente, porque por el momento la economía argentina funciona en efectivo, sobre todo en los sectores productivos. El mecanismo estriba en monetizar una parte del enorme superávit comercial, comprando el BCRA los dólares que quedan sueltos en la plaza cambiaria. En el fondo, la gran noticia es que cesó la fuga de capitales, lo cual de paso está permitiendo a los bancos bajar bruscamente las tasas que le pagan al público por sus ahorros. Lo que ocurre, en realidad, es que para esos ahorros no hay alternativas de inversión, y además que los bancos no se resuelven a prestar.
Así la situación no puede durar mucho. Si hay ahorro pero no hay fuga de capitales, debe haber inversión. Hasta ahora ni Economía ni el Banco Central se mostraron demasiado creativos a la hora de restablecer una correa de transmisión entre ahorro e inversión. Pero algo tendrán que inventar próximamente. Mientras tanto, el establishment le recuerda al presidente electo y su reconchabado ministro económico lo importante que sería contribuir a que haya “clima de inversión”, para lo cual es imperioso firmar un nuevo acuerdo con el Fondo (mejor largo, como los de Brasil y Uruguay) y después renegociar la deuda con los bonistas. La Argentina volvería así al mundo. ¿Pero de qué mundo hablarán?
Roque Fernández, el último ministro de Menem, lo aseguró ayer: si la negociación con el Fondo es rápida, habrá un fuerte flujo de inversiones y mayor crecimiento. Si, en cambio, la negociación es lenta, las inversiones serán menores y a la larga se complicará la situación del sector público. Pero es obvio que la velocidad del acuerdo no dependerá sólo de la Argentina, como sugiere la declaración del hombre del CEMA. Por de pronto, habrá que ver cómo responderá el Fondo a la dispensa que solicitará el país por incumplir con el compromiso de no seguir interfiriendo en las ejecuciones hipotecarias. De ello depende que siga a flote el acuerdo que vence en agosto. Ayer Eduardo Duhalde afirmó que el camino con el FMI está “allanado”, pero no es ésa precisamente la impresión que se tiene.
Lo que Lavagna sabe es que la coyuntura le da margen para una posición dura ante el Fondo, que además sabrá bien al paladar de Kirchner en vísperas de elecciones provinciales y parlamentarias, mientras se espera que el Brasil de Lula, con riesgo país en picada y tasa de crecimiento en alza, remolque en alguna medida a la Argentina y abone la idea de que el bloque regional es la base para una estrategia global. Tal vez tarde así en llegar la próxima carta de felicitación de Horst Köhler.

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