Dom 25.05.2003

EL PAíS

El último día de política desde el llano fue con los gobernadores

Kirchner juntó a los “leales” que lo apoyaron en la campaña, con su gabinete. Prometió cargos y obra pública. La sorpresa fue que anunció que apoyará a De la Sota, que no se alineó con él en la campaña y ahora busca la reelección en Córdoba.

› Por Martín Piqué

En su último día como presidente electo, Néstor Kirchner desplegó el estilo de negociación que ya sorprendió a sus aliados y colaboradores. Ayer, seis gobernadores que apoyaron con fervor su candidatura –a quienes el patagónico bautizó como los “leales”– comprobaron en el terreno cuál será el método que regirá, de aquí en más, para la relación nación- provincias. En la conversación, el Presidente les pidió que en las listas de diputados nacionales de sus provincias ubiquen a dirigentes “de nuestro sector”, o sea, kirchneristas.
Uno de los “leales”, el jujeño Eduardo Fellner, explicó después de la reunión las características del “procedimiento” que fijó Kirchner para el trato con los mandatarios provinciales. “No va a hacer reuniones conjuntas con todos los gobernadores, sino que habrá relaciones bilaterales de trato directo entre el Presidente y cada uno, y de cada gobernador con los ministros del Poder Ejecutivo”, explicó. El sistema elegido no sólo consiste en concentrar las decisiones, sino que permite desarticular los grupos de presión “dividiendo” a los actores que podrían funcionar en bloque, como los gobernadores del PJ.
En la reunión con Kirchner estuvieron Fellner, Carlos Rovira (Misiones), el veterano Carlos Juárez y su esposa Mercedes “Nina” Aragonés (Santiago del Estero), Julio Miranda y José Alperovich (Tucumán), el vicegobernador de Corrientes y el de Tierra del Fuego. En representación del futuro Gobierno estaba Aníbal Fernández, como ministro del Interior, junto a Oscar Parrilli (Secretaría General), Julio De Vido (Planificación e Inversión Pública) y el operador heredado del duhaldismo Juan Carlos “Chueco” Mazzón. El encuentro fue en la “Casa Cruz” y se caracterizó por el intercambio de elogios mutuos y un clima bastante informal. No se habló de las purgas militares (ver página 3), aunque luego Parrilli se refirió al tema ante una consulta de la prensa: “Son rumores y versiones periodísticas”, minimizó.
Rodeado por las pocas provincias que lo respaldaron sin titubear en la campaña, y sintiéndose entre amigos, Kirchner emitió una frase que dejó en claro la clase de relación que quiere con sus aliados. “La lealtad es de ida y vuelta”, dijo como un aforismo. Sus interlocutores lo interpretaron como una promesa. Algunos empezaron a imaginar qué premio recibirán por su apoyo. Kirchner aclaró que tendrá buenas relaciones “con todos los gobernadores” y prometió que no se inmiscuirá en los temas partidarios. Sobre este tema concreto, aseguró que no intentará quedarse con la presidencia del PJ y que la dejará en manos de la Comisión de Acción Política creada por Eduardo Duhalde para quitarle poder a Carlos Menem.
Los mandatarios se retiraron con una mueca inocultable de satisfacción. Kirchner les había prometido incorporaciones al Gobierno de hombres del interior y la finalización de obras públicas diseminadas por el país, como el Paso de Jama a Chile. El ministro del área, Aníbal Fernández, prometió que “va a visitar todo el país y recorrer provincia por provincia”. El dato sorpresivo fue la promesa de que viajará con Kirchner para respaldar al cordobés José Manuel de la Sota –que no jugó para el santacruceño en las elecciones– en su búsqueda de la reelección. Después de la reunión, Kirchner dejó la política por un rato y se fue a Avellaneda a tentar suerte como hincha de Racing. No le fue bien. Su equipo perdió 2 a 0 con Olimpo, el equipo más sureño del campeonato.

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