EL PAíS › OPINIóN
› Por Joe Goldman
En un caso entraron barcos en la costa de Africa, tomaron como rehenes a la tripulación, a los pasajeros, a la carga y al barco, hasta que los dueños pagaran un bono, una recompensa. En otro caso entraron barcos en la costa de Africa, tomaron como rehenes a la tripulación, a los pasajeros, a la carga y al barco, hasta que los dueños pagaran un bono, una recompensa. Realmente hay muy poca diferencia entre los dos hechos: uno es la captura de la Fragata Libertad en el puerto de Temo en Ghana y el otro es la acción de los piratas de Somalia. Los buitres y los piratas tiene otras cosas en común: los piratas tienen sus bases en islas y la costa bellas del Océano Indico. Los buitres tienen sus bases de operaciones en las hermosas islas Caimán en el Mar Caribe. De esa manera, los dos viven en la ilegalidad; no necesitan reportar ingresos a ningún gobierno. Y actúan mostrando que ellos están más allá de las leyes internacionales, marítimas, tratados. Para los fondos buitre, Argentina les debe plata de los bonos de la felicidad de los ’90. ¿Pero cuál es la verdadera historia de estos bonos? En los ’90 Argentina produjo un aluvión de bonos derramados sobre los mercados. Los bonos salieron con el sello de aprobación de las calificadoras de riesgo como Standard & Poors, Moody’s and Fitch; muchas veces estas empresas eran pagadas por los mismos bancos emisores. Por supuesto, los bonos salieron al mercado con los mejores ratings AAA o AA. Después los grandes fondos de pensiones compraron en bloque los bonos argentinos para sus clientes –pobres jubiladitos de países como Japón, Italia y EE.UU.–. A veces los mismos bancos underwriters (quienes fueron pagados para crear el bono) actuaron como vendedores: o sea, ganaron del principio al final del proceso. Mientras tanto en Argentina algunos –en una burbuja especulativa– también compraron bonos, en este caso estimulados por los medios de comunicación locales, especialmente La Nación y Clarín, los cheerleaders de la economía neoliberal. En el caso de Clarín, se puede decir además que uno de sus grandes accionistas, Goldman Sachs, tuvo grandes negocios con los bonos y privatizaciones en Argentina. Llega diciembre 2001. Argentina en colapso, estallidos sociales y de las burbujas, y el default más grande de la historia. Los bonos considerados AAA sólo unos años antes de repente se convirtieron en bonos basura. Y fue entonces que algunos jubilados, tenedores de bonos, optaron por venderlos por centavos a los llamados fondos buitre. A veces los jubilados fueron aconsejados para vender y a quién vender por los mismos bancos que uno puede decir que los habían defraudado al aconsejarles comprar esos bonos que ahora no valían nada. Un negocio redondo. En la última década, Argentina se recuperó, reorganizó su economía con un crecimiento alto. Con el superávit empezó pagar y renegociar su deuda externa. El gobierno kirchnerista negoció el pago de los bonos a 25-30 por ciento de su valor y alcanzó acuerdos con 93 por ciento de los tenedores. La mayoría de los holdouts son de los fondos buitre. Hoy en día parece surreal la cobertura del secuestro de la Fragata Libertad por parte de Clarín y La Nación. Hay una especie de celebración del hecho en esos medios, como una cobertura en contra de los intereses de su propio país y a favor de los buitres. Aun en algunos casos tratando de mostrar las virtudes de Ghana en el incidente. Lo que hacen estos medios es celebrar la posición débil del gobierno K por una herencia sórdida que esos mismos medios ayudaron a crear. Argentina post 2002 ha tenido que lidiar con la basura que dejaron sus antecesores. Hay otro puerto en esta historia: Boston, EE.UU. Sucedió hace poco e involucró Paul Singer, dueño de HML, los piratas que pidieron la captura de la Fragata Libertad. Singer estaba en Boston preparando –con un grupo de amigos billonarios– una fiesta con Mitt Romney en un lujoso hall en el puerto de Boston para celebrar la victoria de Romney. Singer y sus amiguitos habían puesto cientos de millones de dólares en la campaña republicana. La plata para Romney y otros republicanos era su mejor inversión para conseguir escudarse de las regulaciones del mercado, todo para abrir espacios para ganar mucho dinero con la mala fortuna de otros. Pero... ganó Obama.
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