EL PAíS
› EL ESTADO DE LA INVESTIGACION DE LA MASACRE DEL PUENTE PUEYRREDON DEL 26 DE JUNIO DEL AÑO PASADO
La investigación ya tiene culpables pero no responsables
Con las apelaciones terminadas, está por cerrarse la instrucción por la represión a los piqueteros y los asesinatos de Santillán y Kosteki en la estación de trenes de Avellaneda. No hay indicios de que la investigación suba en la cadena de mando policial hasta donde se planeó todo.
› Por Laura Vales
Un año después de la represión a los piqueteros en el puente Pueyrredón, la investigación judicial está a punto de cerrar la etapa de instrucción para que el caso pase a juicio oral. Tiene un condenado seguro, el cabo Alejandro Acosta, y otro con chances de sacarla barata si la presión social baja, el comisario Alfredo Fanchiotti. Hasta ellos dos llegó la investigación. En la línea ascendente de responsabilidades, los que dieron las órdenes en el operativo en el que fueron asesinados Darío Santillán y Maximiliano Kosteki no han sido investigados y en su mayor parte ni siquiera llamados a declarar.
Sobre esta situación regida por la ley del gallinero, los policías están librando sus propias guerras internas. Acosta, el chofer de Fanchiotti, dice que lo tienen amenazado y que siguieron a su familia para que mantenga la boca cerrada. Acusa de estos aprietes a su antiguo jefe, aunque Fanchiotti también atraviesa sus momentos de ansiedad y se peleó con sus antiguos abogados porque quiere salir a defenderse públicamente. Durante un tiempo tuvo el asesoramiento extraoficial de Miguel Angel Pierri, que le gestionó entrevistas en televisión, letrado actualmente preso por una causa ajena a la masacre de Avellaneda.
Un tercer policía, clave entre los que podrían atestiguar sobre quienes dieron las órdenes, es el sargento Carlos Leiva. El suboficial, vestido de civil, fue quien dirigió la segunda de las dos patotas policiales que actuaron en Avellaneda. Está prófugo y en los últimos días dos comisarios de la bonaerense le hicieron llegar el mensaje de que se cuide porque lo están buscando.
A continuación, un recorrido por el territorio de los que el 26 de junio dispararon con balas de plomo contra los manifestantes.
El cabo Acosta
Villa Corina, en el municipio de Avellaneda, es un barrio pobre del conurbano bonaerense. Nada fuera de lo habitual: cuadras con fábricas abandonadas, esqueletos de autos robados oxidándose en las veredas, el aire con ese olor ácido y a la vez áspero de los químicos que las curtiembres tiran ilegalmente a los desagües y que irritan los ojos y la nariz.
Alejandro Acosta, el acusado de haber disparado y matado a Darío Santillán, vivía en esas manzanas, en un departamento de un complejo habitacional de construcción barata, como los del Fonavi. Era chofer de Fanchiotti desde tres meses antes de la masacre.
La familia de Acosta odia al comisario.
–Ese viejo mafioso –dicen las mujeres de la casa, con un gesto de asco y de miedo.
Fanchiotti deslindó totalmente en él las responsabilidades por la muerte de Santillán. Las fotos de la estación de trenes no muestran el momento exacto del disparo contra Darío, pero sí la posición del chofer y la del comisario con respecto a su víctima y todas las evidencias señalan al primero. Además, un testigo dijo que lo vio disparar y los resultados de las pericias lo refrendan.
A diferencia del comisario, Acosta nunca declaró ante la Justicia. Tuvo como defensores a los abogados del estudio de Fernando Burlando, donde le aconsejaron mantenerse en silencio, hasta que con la elevación del caso a juicio oral les revocó el poder con una queja escrita de no haber sido defendido. Solicitó hacer una declaración, que los jueces de Cámara consideraron extemporánea, resolviendo que debe esperar a que el expediente ingrese a la instancia oral.
Los familiares del preso dicen que sufrieron “aprietes y advertencias” para que no hablara. A la hija del cabo la siguieron repetidas veces a lasalida de la escuela, donde la pasa a buscar la mamá. “Tuvimos que hacer la denuncia para que dejaran de molestarnos.” El la pasa mal en la cárcel, lo han mezclado con los delincuentes comunes en los traslados a tribunales a pesar de sus pedidos y viene recibiendo amenazas.
Cuando los Acosta se refieren a Fanchiotti nunca lo hacen por su apellido.
–El viejo es comisario y entre ellos se salvan.
–El viejo es de la maldita policía, tiene influencias y las está moviendo.
Lo dicen para tratar de convencer a quien los escuche que su preso no es como los demás, integra una casta inferior, está entre los perdedores, es el último orejón del tarro y al que le va a tocar la carga más pesada. “Si nos enteramos de que el viejo le echó la culpa a él por los piqueteros.”
Alfredo Fanchiotti
Está en el penal de Magdalena. La fiscalía acusó a Acosta de disparar contra Darío, pero también a Fanchiotti lo consideró coautor del asesinato por haber actuado “con un acuerdo de voluntades” con el chofer. A la vez, lo calificó como autor del homicidio de Maximiliano Kosteki. Su defensa va a apuntar a hacer caer la figura del plan común que le achacan con Acosta y a sembrar dudas sobre de qué arma salió la bala que mató a Kosteki, quien cayó en la avenida Pavón a la altura del arco de Carrefour, donde según él dispararon muchos otros.
El policía cambió de abogados hace poco por un motivo parecido a los de su chofer: cree que debe salir a defenderse públicamente, tener mayor protagonismo, aparecer en los medios, mientras que sus defensores le pedían que mantuviera un bajo perfil. Las diferencias estallaron cuando el comisario le dio una entrevista a Canal 9.
De todos los policías, él es quien dijo un poco más, escalando en la cadena de mandos. Cuando vio que cargaría con la culpa del operativo policial, pidió ser llevado a declarar.
Empezó diciendo que quien lo puso como jefe del operativo fue su superior, el comisario Félix Vega. Deslizó que se sabía desde antes que algo iba a pasar y por esto tanto Vega como el subjefe Mario Mijín se mantuvieron lejos de la escena. También que él quería dejar cruzar a los piqueteros por el puente, pero que Vega rechazó la idea de manera tajante:
–Tengo órdenes para que bajo ningún punto de vista se deje a los manifestantes cruzar el puente –asegura Fanchiotti que le respondió el jefe.
Finalmente, insistió en que durante todo el operativo se comunicó con Vega, a quien mantuvo “al tanto de todas las novedades”. Este último punto fue ratificado por el oficial Mario De la Fuente.
Con su versión, Fanchiotti buscó indicar que actuó cumpliendo órdenes que le daba Vega, jefe de la departamental de Lomas de Zamora, quien a su vez se guiaba por instrucciones de más arriba.
Además de él, el otro policía que podría aportar datos sobre el papel del comisario Vega es Carlos Leiva, quien permanece prófugo. En los últimos días dos comisarios de la bonaerense hicieron contacto con sus allegados para advertirles que son buscados y sondear las condiciones para su entrega.
Félix Vega
Vega negó haber dado orden alguna, y allí se detuvo la pesquisa. Tanto dentro del PJ bonaerense como en la policía el comisario es identificado como un hombre de estrecha confianza de Manolo Quindimil, intendente de Lanús y presidente del justicialismo de la provincia de Buenos Aires.
Cuando los hombres del gobernador Felipe Solá le pidieron explicaciones sobre la represión, adujo que ese día iba camino al puente Pueyrredón perose le hizo tarde, por lo que llegó al lugar de la manifestación cuando todo había terminado.
El policía fue, efectivamente, quien designó a Fanchiotti al frente del operativo. Y estuvo a tal punto involucrado en lo que sucedió que apareció en el hospital Fiorito junto a Fanchiotti para dar la conferencia de prensa en la que terminaron golpeados por los familiares y militantes que esperaban en el lugar para saber de los heridos.
Cuando Vega fue dado de baja, Quindimil pensó en ponerlo como jefe de seguridad municipal, pero la posibilidad tuvo difusión en los medios locales y le arruinó los planes.
La justicia no investigó a fondo su rol, ni indagó en las relaciones entre los jefes policiales y los punteros del PJ que en los días previos a la masacre llevaron información al ministerio de Seguridad bonaerense sobre “campos de entrenamiento” de los piqueteros en el sur del conurbano, preparando el terreno para mostrarlos como los nuevos terroristas.
En Acosta y Fanchiotti se cortó el hilo de la investigación. En cuanto a las reponsabilidades políticas, nada se averiguó en el ámbito judicial ni nada va a indagarse sobre el tema, ya que la intención de los fiscales es dar por terminada la investigación con los actuales acusados.
Es improbable que el caso se destape desde arriba. Quien tenía el máximo cargo en el área de la seguridad bonaerense, el entonces ministro Luis Genoud, es hoy juez de la Corte Suprema provincial. Sentado en el vértice del Poder Judicial, sería un gesto de política-ficción que alentara una investigación sobre sí mismo. Quien fue su par en Nación, el ex secretario de Seguridad Juan José Alvarez, es candidato a diputado bonaerense, en la lista del PJ.