EL PAíS › ¡DIOS MíO! > HOY SE REALIZA LA CEREMONIA CON LA CUAL BERGOGLIO SE CONVERTIRá EN FRANCISCO
La Iglesia rectificó: ya no hay más trono ni coronación, sino un hombre humilde que gobierna sin aparato. Ese es el espíritu de la ceremonia que comienza a las 8.45 hora italiana con una recorrida de Bergoglio por la Plaza San Pedro.
› Por Eduardo Febbro
Todo es veloz, casi evidente, pero sorpresivo: el Vaticano cambia de papa, de imágenes, de estilo y también de ceremonial. Ayer, cuando caía la noche, el nuevo Vaticano emergía de esas suaves sombras que sólo Roma sabe ofrecer: todo estaba instalado para la ceremonia con la cual Bergoglio se convertirá en Francisco, el papa número 266 de la historia del cristianismo. Un número más, pero con un perfil diferente calculado hasta en los más mínimos detalles. El portavoz del Vaticano, el padre Federico Lombardi, explicó ayer que antes se hablaba de “entronización”, pero que ese término ya no tiene más cabida: “La misa de mañana (por hoy) será el inicio del ministerio petrino del papa Francisco y no la entronización, porque el Papa no es un rey”. En la liturgia tendrán también un papel central los patriarcas católicos de Oriente, quienes “acompañarán al papa Francisco de la sacristía hasta la tumba de Pedro, en la gruta del Vaticano”.
El mensaje es límpido. Ya no hay más trono ni coronación, sino un hombre humilde que gobierna sin aparato. La demostración del cambio sigue la lógica de la primera intervención de Bergoglio, la noche en que la “fumata” blanca salió de la chimenea de la Capilla Sixtina para anunciarle al mundo el “Habemus Papam”. En esos primeros instantes, Bergoglio, en vez de bendecir a la multitud, le pidió a ésta que lo bendijera a él. La ceremonia se iniciará a las 8.45 (hora local) en la Plaza San Pedro con un recorrido de Francisco en el papamóvil o en un jeep (ese detalle aún se desconoce). A las 9.15 el Papa ingresará en la basílica de San Pedro, donde se colocará los ornamentos litúrgicos antes de bajar a rezar ante la tumba de San Pedro, el primer papa y padre de la Iglesia, situado debajo del altar mayor de la basílica. Junto a la tumba están los dos símbolos del papado: el anillo de Pescador y el palio. Se trata de una larga estola blanca con cruces que representa la labor del pastor.
Los objetos serán transportados por los diáconos hasta el altar levantado en la Plaza San Pedro. Allí, el cardenal protodiácono JeanLouis Tauran –el mismo que pronunció el “Habemus Papam”– colocará el palio de lana –el mismo que llevó Benedicto XVI– sobre los hombros de Francisco. Finalmente, el decano del colegio cardenalicio, Angelo Sodano –el que defendió a los curas pedófilos–, pondrá el anillo del Pescador en el dedo anular de la mano izquierda.
El director de la comunicación vaticana precisó que toda la ceremonia estará marcada por la “sencillez”. No habrá, por ejemplo, una procesión hacia el ofertorio (el ofertorio consiste en el momento de la misa en que se presentan a Dios el pan y el vino). El Evangelio será cantado únicamente en griego y no en latín y el Papa no ofrecerá la comunican. De ello se encargarán los diáconos y unos 500 sacerdotes que estarán en la plaza. La Santa Sede ha pensado a una velocidad alucinante los detalles. Francisco fue elegido papa el miércoles a la tarde y menos de una semana más tarde el programa de la ceremonia incluye cambios sustanciales. O lo han pensado con computadora, o ya tenían un escenario B programado, pero lo cierto es que la transformación es fundamental y llena de significados: en un planeta atravesado por la igualad del consumismo planetario, la ostentación tecnológica, el valor casi delirante de las marcas que todo lo invaden y la opulencia financiera, el Vaticano da vuelta los códigos de su propia imagen. Como lo dijo el Papa hace unos días, una “Iglesia pobre para los pobres”. Los dirigentes políticos que se hacen elegir con promesas que jamás cumplen tienen un personaje apetitoso para imitar. En una institución que avanza al paso de tortuga, esta vez le ganó a todos por su híper velocidad. El Vaticano ingresó en el mundo de la rapidez interceptando sus propias falencias.
Pero no todo es idílico en esta tierra. Entre los 150 jefes de Estado y de gobierno que estarán presentes en la ceremonia habrá un impresentable en la Plaza San Pedro: el acto contará con la presencia del presidente de Zimbabwe, el dictador Robert Mugabe. Considerado persona no grata en los Estados Unidos y Europa y sujeto a sanciones de todo tipo por la horrenda violación de los derechos humanos a la cual su poder somete a la población, Mugabe obtuvo un permiso especial. En realidad, desde el año 2002 tiene la entrada prohibida en el Viejo Continente, pero pudo aterrizar en Roma en nombre de las “obligaciones” religiosas. Mugabe fue recibido en el aeropuerto por un padre que le dijo: “En nombre del papa Francisco, bienvenido al Vaticano”. Técnicamente, el Vaticano es un Estado dentro de otro Estado y, por consiguiente, no forma parte de la Unión Europea. Mugabe es un católico ferviente. El portavoz de la Santa Sede explicó que Mugabe no había sido invitado, pero que “todo el mundo es bienvenido”. Fraude electoral y violaciones masivas de los derechos humanos figuran en el catálogo de este dirigente que, en nombre de su fe, puede gozar de la libertad de la que lo priva el derecho internacional. Matar en Zimbabwe y rezar en Roma.
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