EL PAíS › CAROLINA SCOTTO, RECTORA DE LA UNIVERSIDAD DE CóRDOBA
Después del triunfo de su espacio político en la última asamblea universitaria, Scotto reconoce su interés por asumir una candidatura por el FpV en las próximas elecciones y cuestiona “la mala calidad de la gestión” del gobierno provincial de De la Sota.
› Por Martín Notarfrancesco
Desde Córdoba
A poco de terminar su segundo mandato al frente de la Universidad Nacional de Córdoba, Carolina Scotto recibe a Página/12 en su despacho. Pasaron dos semanas de la elección que consagró la continuidad de su proyecto en la universidad más antigua del país (Francisco Tamarit será el nuevo rector) y la transición se encauza sin sobresaltos. La sensación de “misión cumplida” se respira en el ambiente. A lo largo de la charla, Scotto dispara contundentes críticas al gobierno provincial de José Manuel de la Sota y se muestra dispuesta a integrar la lista kirchnerista de diputados por Córdoba en los comicios de este año.
–¿Cómo se define políticamente?
–Hace unos años hubiese dicho como una persona progresista. Hoy ya no sé lo que eso significa. O en todo caso no tiene los significados interesantes que supo tener. Lo mismo hubiese dicho de mi condición de independiente, no partidaria. No creo que quienes somos conscientes y sensibles a los procesos políticos, sociales y culturales que vivimos como pueblo podamos ser independientes. Al menos yo no lo soy. Me siento muy entusiasmada, desde hace años y cada vez más, con los procesos de transformación, de fortalecimiento de derechos, profundización de democracia que vive el país, conducidos por el gobierno nacional. Apoyo esas políticas que incluyen el extraordinario impulso que este gobierno ha dado a la educación pública y al sistema científico tecnológico.
–¿Recuerda a partir de cuándo comenzó a entusiasmarse con este proceso?
–Empezó a sorprenderme positivamente con el inicio del gobierno de Néstor Kirchner. Algunas decisiones claves fueron la política de derechos humanos. Otra fue su clara decisión de ejercer en plenitud su rol de presidente de la Nación. Reasumir en plenitud las funciones que muchos gobiernos anteriores habían diluido en las presiones corporativas, vaciando de contenido instituciones como el Poder Ejecutivo. Luego voté con entusiasmo a Cristina Fernández. Con la crisis del campo se develó cuáles eran los sectores y las razones por las que se resistían a este proceso de fortalecimiento del Estado. El modo en que plantearon su defensa dejó bastante en claro qué era lo que estaba en juego.
–¿Cuándo aparece en su vida la motivación política para ocupar espacios de representación?
–Siempre tuve motivación política, pero lo que no supe hasta que empecé a ocupar roles de responsabilidad es que tenía una vocación para comprometerme con representar a mis pares y ejercer funciones de gobierno. Esa vocación se fue fortaleciendo y fui descubriendo que, además de intentar entender, yo quería también transformar la realidad en la que estaba.
–Y esa voluntad de transformar, ¿hasta dónde cree que la llevará?
–Hasta donde pueda ser capaz de ser útil. Hasta donde las circunstancias y mis propias decisiones lo permitan.No me pongo metas prefijadas. Pero sí me predispongo para trabajar y contribuir en aquellos lugares donde mi experiencia pueda aportar. Tengo vocación de servicio y me entusiasma mucho poder contribuir a los logros colectivos.
–En la universidad ya llegó a lo más alto posible, el rectorado. Al escucharla hablar uno se imagina que está pensando en la política partidaria, electoral.
–Sí, puede ser. Esto depende de factores que yo no controlo ni conozco del todo. Pero si puedo ser útil, tengo el entusiasmo, tengo la capacidad de trabajo, la experiencia y lo demás lo dirán los demás.
–¿Hoy se reconoce dentro del esquema nacional y popular que expresa el kirchnerismo?
–Yo no tengo una militancia partidaria, ni experiencia en la militancia política. Ni siquiera tengo incorporados los códigos y lenguajes propios del dirigente político. Pero no creo que eso sea imprescindible siempre que uno esté convencido, como lo estoy. Estamos viviendo una época de transformaciones muy importantes, en donde todos debiéramos sumar nuestra voz y nuestro aporte. Creo que efectivamente éste es un proyecto nacional y popular, está bien esa denominación. Es nacional porque está asentado en la recuperación de nuestras propias energías. En recuperar lo que ha sido destruido y fortalecer las energías democráticas. Y es popular porque tiene asiento en los sectores que, en nuestras democracias liberales, han estado marginados, olvidados, fuera de las decisiones y de los beneficios de las decisiones de los poderes democráticos. En definitiva, me siento políticamente muy cómoda con lo que está ocurriendo, y casi obligada a aportar algo en las discusiones o decisiones. En el espacio en que uno esté, para profundizar y mejorar lo que ya está.
–¿Se ve más útil en un espacio legislativo o en uno ejecutivo?
–Vengo de estar al frente de un espacio hiperejecutivo, dentro de las propias mecánicas que tienen las universidades, donde el rector tiene una innumerable cantidad de funciones. Y para la función legislativa me siento especialmente cómoda por las herramientas propias de la argumentación que nos da la formación en las humanidades y, en particular, la filosofía.
–¿Usted es consciente de que hay muchas expectativas puestas sobre su futuro político?
–Más o menos... (ríe), me hago un poco la zonza... Cuando digo que no depende de uno, lo digo en serio. Depende de un conjunto de factores y decisiones que no están sólo en la voluntad que uno tenga de comprometerse. Esa voluntad está.
–¿Cómo percibe la realidad política cordobesa?
–Percibo una necesidad imperiosa de juntar voluntades. Creo que existe un espacio políticamente vacante para ser ocupado por quienes quieren transformar esta provincia, quitarla del adormecimiento, de la mala calidad de la gestión de gobierno, de la falta de solución a los problemas dramáticos que vive buena parte de los sectores más desfavorecidos. Hace falta un enorme esfuerzo de juntar voluntades y aunar las energías para que esa representación política vacante, que es la de una enorme mayoría de cordobeses, tenga expresión política.
–¿Qué es lo vacante que debiera expresar este espacio político?
–La mejor herencia de la Córdoba que quiere las transformaciones. Que se atreve a romper con moldes conservadores. Sin prejuicios sobre lo que se puede hacer y lo que no. Sobre lo que se puede decir y lo que no se puede decir en Córdoba. A mí me impresiona mucho que ciertos adjetivos, o ciertos pensamientos, acá son literalmente mala palabra. Y en el resto del país son parte del vocabulario cotidiano y positivo.
–¿Como cuáles?
–Nacional, popular, kirchnerista. En Córdoba son adjetivos negativos, descalificadores, al menos desde ciertos ámbitos formadores y reproductores de opinión pública.
–¿Para los cordobeses en general o para la clase política?
–Para el establishment cordobés, que está compuesto de muchos actores de poder políticos, sociales, económicos, intelectuales, mediáticos. Hay gente que se siente dueña del poder en Córdoba. Yo lo he sentido en la universidad. Cuando me eligieron como rectora se sorprendieron por la irrupción de una mujer, independiente, no afiliada a ningún partido tradicional, de que viniéramos con un programa de cambios tan ambicioso. Me dieron como una carta de tolerancia provisoria, a condición de que mis posiciones públicas, y lo que ocurriese dentro de la universidad, no tocara muchos intereses. Cuando se vio que esto no iba a ocurrir empecé a sentir la presión y la inquietud de quienes decían “esto tiene que terminar”. Eso es lo que se expresó en la última elección de rector. Muchos de quienes se opusieron consciente o inconscientemente estaban intentando decir “no, ya está, nos toca volver a recuperar la universidad que siempre fue nuestra”. Y lo que ocurre es que la universidad no es de unos u otros. Es de quienes son más capaces de interpretar lo que los tiempos y la sociedad requieren de una institución pública vigorizada como la nuestra. El conservadurismo en Córdoba ha permeado muchas estructuras y es hora de mostrar que los procesos de transformación son posibles por mecanismos democráticos, y pueden contar con respaldo mayoritario de la sociedad.
–¿Se ve haciendo campaña en las próximas elecciones?
–Soy una persona que asume la tareas que le tocan sin mayor planificación personal. La única obsesión que tengo es hacer las cosas bien, no hacerlas de acuerdo con carriles prefigurados. Veremos lo que me toca.
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