¿Cómo le gustaría que se recuerde su gestión en la UNC?

–Como una gestión que fue capaz de asentarse en un proyecto construido y sostenido colectivamente. La democratización fue la principal fuerza que nos permitió lograr estas transformaciones. Fueron muchas, pero podría decir el fortalecimiento institucional, calidad académica, apertura a la comunidad, mejoras en todas las áreas de la gestión. Todo esto marca un profundo contraste con el estilo de las gestiones anteriores, donde los gobiernos universitarios básicamente administraban los asuntos universitarios sin intentar revisar y transformar las prácticas y las tradiciones recibidas. Se va a poder recordar esta gestión como un hito desde la recuperación de la democracia hasta acá. En pocos procesos hubo tantas transformaciones concebidas de manera tan democrática, con un sentido tan universitario y al mismo tiempo tan comprometido con la sociedad. La universidad venía trabajando con un sentido de la autonomía bastante estrecho, asociado a la defensa de nuestra potestad de autogobierno cuando los gobiernos no eran simpáticos a la conducción universitaria, y enormemente permeables cuando han resultado agradables.

–¿Alguna deuda pendiente?

–Lo que no hemos conseguido será logrado en esta próxima gestión. Encaramos una reforma política integral que quedó trunca en cuanto a la elección de autoridades. No teníamos la mayoría suficiente para modificar los estatutos. El rector electo se comprometió a impulsar esa reforma. Y también hay incontables proyectos que quedaron en carpeta porque no nos alcanzó el tiempo para todo lo que queríamos hacer.