Miércoles, 29 de mayo de 2013 | Hoy
EL PAíS › TESTIMONIO DE GRACIELA LOIS EN LA CAUSA POR LOS CRíMENES DE LA ESMA
Dirigente de Familiares de Desaparecidos, fue convocada para declarar sobre el secuestro de su esposo, Ricardo Lois. Aportó datos sobre las desapariciones de los militantes de la JUP de Arquitectura y Ciencias Exactas.
Graciela Palacios de Lois sacó algunas fotos y miró a los jueces. “Tengo las fotos donde podemos ver los rostros de (Roberto) Aravena, también de mi marido, están todos acá –les dijo–. Si me permiten proyectarlas... ¿Por qué hablar de los compañeros y no verlos? Ellos están.” En la sala, las proyecciones suspendieron el tiempo. Ella estudiaba arquitectura. Era militante de la Juventud Universitaria Peronista. Mientras seguía a un costado, sentada en la silla, en la pantalla comenzaron a pasar las caras interminables de los 115 estudiantes y docentes de Arquitectura desaparecidos durante la dictadura. Enseguida, otras dos fotos. El casamiento de Graciela, en 1975. Una imagen, la celebración y varios de esos compañeros que iban a ir borrándose de las próximas fotos, como su propio esposo, Ricardo Lois.
“Miguel Angel Boitano es el de la camisa clarita”, dijo Graciela con la imagen de fondo. Miguel Angel fue secuestrado el día de la primera caída de los militantes de la facultad: 29 de mayo de 1976. “Atrás está Ricardo –su marido– se le ve la cabeza”, explicó. A él lo secuestraron el 7 de noviembre de ese año. Marcelo Moscovich “está agachadito”: a él se lo llevaron al otro día. Estaba Patricia Chait, desaparecida en junio. María Cristina Da Re, secuestrada el 22 de octubre de 1977. El secretario del Tribunal pasó a la segunda imagen. Un plano corto de Graciela y Ricardo, la boda, y al lado Roberto Aravena, secuestrado en la redada del primer día.
Con el testimonio de Graciela Lois, que se llevó a cabo la semana pasada, el juicio por los crímenes de la Escuela de Mecánica de la Armada entró en la avanzada de los marinos sobre el edificio de Ciudad Universitaria donde confluían la Facultad de Arquitectura y Urbanismo y la de Ciencias Exactas. Ella fue convocada a la audiencia como víctima y testigo de la desaparición de su esposo, estudiante de arquitectura. En la audiencia no sólo habló de Ricardo, sino que reconstruyó la dimensión de la caída del grupo. Entre el 29 de mayo de 1976 y el 1° de noviembre de 1980 hubo 41 militantes de esas dos facultades secuestrados por gente de la ESMA.
“Mi marido desaparece el día 7 de noviembre de 1976. Era un domingo, desaparece de la zona de Belgrano, tenía una cita con otros compañeros y es llevado”, dijo Graciela al empezar. Para entonces, las citas se hacían los días sábados y domingos y eran “sólo para verse”, para decirse que estaban bien. Ese domingo, Graciela también tenía que haber ido, pero no lo hizo. Siempre se encontraban por Ciudad de la Paz y Olazábal o comían por ahí. A las once de la noche Ricardo no había vuelto a la casa donde estaba parando.
“Esperé hasta el día siguiente, pero era obvio: yo ya entendía que no iba a venir aunque interiormente seguía buscando, uno a veces se niega a entender cuál es la verdadera situación –dijo Graciela–. Nosotros éramos militantes, así que sabíamos que si no retornábamos de una cita no era una novedad, sabíamos que estaban secuestrando a los compañeros. Así fue como estuve dos o tres días como que no reaccionaba, pero posteriormente me puse a tratar de ubicar a alguno de los compañeros. Además estaba en la calle con mi hija de dos meses y medio, no podía regresar a la casa porque me iban a ir a buscar. Le dije a mi madre que venga a buscar a mi hija. Pasaron dos semanas, logro combinar con unos compañeros, logro ir a la casa de Hugo Agosti, que había desaparecido ese día también.”
El mismo 7 de noviembre, además de Ricardo y Hugo Agosti, la Marina secuestró a Roberto Caramés, Daniel Colombo, Antonio García Blanco y Alberto Eduardo Cárrega. Graciela supo que Ricardo estuvo en la ESMA en 1978 a través de una carta. “Recibo una carta de Antonio García Blanco, que estaba viviendo en España. El testimonio está adjuntado a la causa, ahí dice que había sido secuestrado y que vio ‘a Ricardo en un elástico, atado, evidentemente lo estaban torturando’”, dijo Graciela.
–¿Qué más le dijo en esa carta? –preguntaron los fiscales.
–Que en un momento escucha por radio que dicen: “Nos comimos cinco caramelitos”. Que entre sí se decían como una contraseña, Seleño, y que cuando llega al lugar lo ve a Ricardo, lo identifica, también que se escuchaban gritos, una radio muy alta, que era como había cubículos, separaciones donde los tenían, que está poco tiempo, que sale y sí me consta que alrededor del día miércoles siguiente va a la facultad porque lo ven. Relata que cuando puede se escapa y se radica en España.
Por todas las investigaciones que vendrían después, los datos que fue recogiendo desde Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas y la toma de testimonios, tuvo la certeza de que las descripciones coincidían con la ESMA. A lo largo del tiempo también supo que el operativo estuvo organizado por Francis William Whamond, capitán de fragata, parte de inteligencia del GT, retirado del servicio y quien en 1976 volvió por “vocación”.
La relación entre secuestros y organizaciones políticas es uno de los ejes del juicio ESMA. En el Juicio a las Juntas o en el informe de la Conadep, los secuestros se organizaron de acuerdo con la temporalidad, es decir por la sucesión cronológica de los hechos. Ahora, se trata de seguir el hilo no ya de acuerdo con las fechas de secuestros de todas las víctimas de un centro clandestino, sino de acuerdo con qué fue pasando al interior de las organizaciones políticas o sociales en las que estaban las víctimas. Esta búsqueda abre un nuevo espacio para pensar los efectos del tipo de interrogatorios que dirigieron los marinos, destinados concretamente a quebrar la voluntad de los cautivos, extraer información para continuar con la “máquina de la muerte”.
Durante la dictadura, Graciela hizo distintas gestiones y se incorporó a Familiares. “Hicimos muchas averiguaciones, fueron todas hipótesis que a través de estos juicios se están confirmando. Hubo muchas cosas que uno leyó que era difícil poder asimilar, como los ‘traslados’, y mucho más difícil saber que a lo mejor no lo volvíamos a ver o no vamos a tener los restos.” Presentó hábeas corpus. Escribió cartas a todos los integrantes de la Iglesia. Una vez que terminó con ellos y con los jueces, siguió presentando denuncias en el exterior. “Yo no pedía respuestas, pero que al menos se enteraran, que se fueran enterando de qué pasaba en el país.” También escuchó “señora, se habrá ido con otra”. Alguna vez también dijo: “Aunque tenga 80 años y venga con un bastón voy a seguir viniendo”. Graciela fue una de las impulsoras de los juicios en España, también presentó el amparo con el que se logró frenar la destrucción de la ESMA que ordenó un decreto de Carlos Menem.
Los jueces le preguntaron si quería agregar algo: “Ni siquiera tienen la dignidad de decir a las Madres que se están muriendo dónde están los restos de sus hijos. No tienen dignidad. Tienen que aprender de los nuestros, de nuestros hijos, que hoy están acá para recibir a la justicia”.
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