EL PAíS › OPINIóN
› Por Roberto Follari *
El gobierno kirchnerista ha bajado sensiblemente el índice de pobreza. Ha bajado el porcentaje de indigencia a un mínimo. Ha disminuido la desigualdad social, según la medición internacional del coeficiente de Gini. Ha hecho una extraordinaria negociación de los bonos de deuda externa, que permitió salir al país de la decadencia permanente. Ha sostenido una política internacional impecable, de integración latinoamericana y configuración de organismos multilaterales independientes de los Estados Unidos. Ha defendido coherentemente los derechos argentinos en Malvinas. Ha reconfigurado, tras un arduo y prolongado trabajo legislativo, la Corte Suprema de la Nación. Ha llevado a juicio a los principales responsables del terrorismo de Estado, tras 13 años en que las causas dormían luego del indulto de Menem. Ha devuelto al Estado un rol activo en la economía.
Esa es una dirección que muchos no podemos dejar de compartir. La de la Asignación Universal por Hijo, la de la ley de servicios audiovisuales (largamente querida desde el sector de radios y organizaciones universitarias y populares), la de la recuperación de los dineros de las AFJP, la de la jubilación para las amas de casa, la de la Ley de Matrimonio Igualitario.
Por eso cabe apoyar a este Gobierno. Por la dirección que lleva. No porque “no falte nada”. Por supuesto que faltan cosas. Decir lo cual, por cierto, es lo mismo que no decir nada. ¿A qué gobierno no le faltan cosas por hacer, a qué sociedad no le faltan cosas por construir, a qué persona no le falta nada? La falta es constitutiva de lo humano, enseñaba el célebre psicoanalista Lacan. Si comí me falta dormir, si duermo me falta despertar, si desperté vuelve a faltarme comer. Faltar, siempre falta, decir que algo falta no significa decir nada sustantivo.
¿Hay defectos y problemas en el Gobierno? Claro que los hay. Algunos pueden ser de cierto peso, y por ello siempre hay que luchar por detectarlos y superarlos. Es lo que ocurre últimamente respecto de la inflación. No se ha superado aún, aunque se está trabajando. En todo caso, en el poder adquisitivo no se siente mayormente, pues los aumentos salariales por paritarias igualan o superan los índices de aumento de precios. Pero como cuestión macroeconómica, es necesario superar la inflación. También el problema minero o la política hacia los pueblos indígenas, que hasta ahora han reconocido un avance menos que modesto, y donde priman aún políticas que nos dejaron los desastrosos años noventas.
En todo caso, ¿alguien conoce un mundo, una sociedad, un gobierno, una familia o alguna persona que no tenga “contraindicaciones”?, ¿alguien cree ilusoriamente en las perfecciones humanas? Se trata de que los errores o defectos no sean mayores que los aciertos, nunca de que esos errores no existan. El gobierno de Mujica no enjuició genocidas, el de Lula tiene un monumental escándalo por uso de dineros para campañas. Y nadie deja de advertir sus grandes aciertos por eso.
Y, además, recordemos quiénes están enfrente. La UCR que dejó en la huida en helicóptero 35 muertos en una tarde; a eso lo llaman “respeto a las garantías constitucionales”. Los que arreglaban las leyes con la Banelco; a eso lo llaman “transparencia institucional”.
También la UCR bajó los salarios en un 13 por ciento, en un acto insólito, y nos robó los depósitos con el corralito; a eso se lo llama “economía de pleno libre mercado”. Por su parte, el peronismo de derechas retoma las recetas menemistas: liquidación de las empresas públicas, aumento de la desocupación a nivel galopante, deuda externa infinita. Eso es parte, según ellos, de “volver a asociarnos con el mundo”. Y ni hablar del PRO, de ideología y actores a menudo partidarios y simpatizantes de la dictadura militar, del autoritarismo y los asesinatos seriales de aquellos años (y que nada han hecho luego para esclarecer aquellos sucesos, por supuesto). Eso se llama “lucha contra la dictadura K”, de parte de quienes hoy hablan de censura, pero tuvieron en sus filas al Fino Palacios o al extremo-derechista Abel Posse, mientras practican “democrática” represión hasta a los enfermos del Borda.
De modo que está claro cuáles son los dos rumbos en lucha, y cuál cabe preferir para los que no queremos la venta ni la decadencia del país, o la vuelta a la deuda externa impagable y las relaciones carnales con el Imperio. Lejos estamos de la perfección, que cabe sólo en cabezas ilusorias e infantiles; cerca, en cambio, del rumbo que mejora la situación estructural de la Nación, su soberanía económica y política, y la mejora de las condiciones de vida de los de abajo.
* Doctor en Filosofía, profesor de la Universidad Nacional de Cuyo.
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