EL PAíS › OPINIóN
› Por Alfonso Diez Torres *
Los europeos tardamos en aprender de los errores de nuestra propia historia pero finalmente lo hicimos. A la vieja lógica del imperio o del equilibrio de poderes, incapaces de detener el flagelo de las guerras, sucedió la de la cooperación e integración entre las naciones europeas como vía de asegurar la paz y estabilidad duraderas en el continente.
Seis décadas de avances progresivos en pos del objetivo de acercar cada vez más a los pueblos de Europa han desembocado en lo que hoy es la Unión Europea. De los seis países fundadores hemos pasado –a partir de este 1º de julio con la adhesión de Croacia– a una Unión de 28 miembros. No hay mejor demostración de la vitalidad e irreversibilidad del proyecto de integración europea: incluso en momentos difíciles como los que atraviesa actualmente, el atractivo de la UE permanece inalterable para aquellos países europeos que aún no participan en esta gran empresa común.
La ampliación no es sólo un mecanismo constitucional interno que regula los criterios y condiciones para que un país pueda llegar a convertirse en un miembro más. Constituye una singular modalidad de política exterior, la más innovadora e eficaz. La UE ha sabido erigirse ante sus vecinos europeos en polo de atracción y potente catalizador de las reformas políticas, económicas y sociales capaces de asegurar la transición democrática y la modernización social y económica. Así lo acreditan las experiencias de antiguos regímenes autoritarios (Grecia, Portugal y España) o, más recientemente, de los países del centro y este de Europa, liberados del comunismo tras la caída del Muro de Berlín. Pero también, ahora, este efecto virtuoso se percibe de una forma intensa al impulsar la pacificación de los países de los Balcanes occidentales.
Todas las adhesiones a la UE han tenido en su momento un significado especial, pero en el caso de Croacia este valor alcanza un nivel singular: abre definitivamente las puertas a la futura incorporación de los demás países de los Balcanes occidentales. Un dato reciente esperanzador: el Consejo de Ministros de Asuntos Exteriores de la UE acordó el 24 de junio el lanzamiento de las negociaciones de adhesión con Serbia, tiempo después de haberlo hecho con Montenegro. Mediante esta política de atracción y mano tendida, al mismo tiempo que de exigencia y rigor, la UE ha sido determinante para que los Balcanes occidentales puedan dejar atrás su historia reciente de sangre y se transformen en una cuna de paz.
Sería, no obstante, un error creer que el deseo de la UE de ver extendidos sus límites es motivo suficiente para hacer fácil la entrada en este exigente club. Los denominados Criterios de Copenhague establecen los requisitos –políticos, económicos, institucionales– que todo candidato debe cumplir para poder llegar a ser parte de la Unión. El rigor es particularmente severo en la exigencia de un funcionamiento y composición plenamente democráticos de las instituciones políticas, del Estado de derecho, de la separación de poderes y de un Poder Judicial eficaz e independiente, así como del pleno reconocimiento y garantía de los derechos fundamentales y de las minorías. Pero además, el Estado candidato tendrá que llevar a cabo múltiples reformas que hagan posible una economía de mercado capaz de hacer frente a un entorno abierto y competitivo e incorporar en su legislación la extensa normativa europea.
Para Croacia, como lo fue antes para otros candidatos, este proceso no ha sido una tarea exenta de dificultades. Valgan estos datos para ilustrar el camino recorrido: 1600 negociadores croatas durante diez años; 35 capítulos de negociación con objetivos concretos a alcanzar; 160.000 páginas traducidas al croata de normativa europea e incorporadas a su ordenamiento jurídico.
La Europa mitológica nace con la historia de un secuestro, el de la bella princesa fenicia Europa por Taurus. El “segundo secuestro de Europa” –el de nuestro continente por la propia Unión Europea– simboliza el viejo sueño de la unificación europea, el de la reconciliación definitiva de su geografía con su historia. La adhesión de Croacia –y pronto la del resto de los países de los Balcanes occidentales– a la UE nos hace sentir que la culminación de nuestro gran sueño está próxima.
* Embajador, jefe de la Delegación de la Unión Europea en Argentina.
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