Mar 08.07.2003

EL PAíS  › DURISIMO DISCURSO DE KIRCHNER EN LA CENA CON LAS FF.AA.

“Hay que separar la paja del trigo”

Ante un auditorio crispado y silencioso, el Presidente señaló que no puede haber silencio ni complicidad respecto del pasado.

› Por Fernando Cibeira

Entre el gélido silencio con el que fue recibido y los aislados aplausos que cosechó media hora más tarde, el presidente Néstor Kirchner pronunció un discurso destinado a marcar un punto de inflexión en la relación entre el poder político y las Fuerzas Armadas. “Combatir la impunidad es una manera de incrementar la calidad institucional”, sostuvo en la cena de camaradería realizada anoche en el círculo de la Fuerza Aérea, la cita anual que reúne a los funcionarios del Gobierno con la cúpula de las tres armas. El Presidente no sólo eligió no pasar por alto, como lo hicieron sus antecesores en el cargo en ocasiones por el estilo, el espinoso tema de las consecuencias de la represión ilegal llevada a cabo durante la dictadura, sino que lo planteó como el nudo de su mensaje. Kirchner propuso la búsqueda de la verdad como forma de reencuentro entre los argentinos. “Pero el reencuentro no puede venir desde el silencio o la complicidad”, advirtió. Debe haber sido difícil para el Presidente encontrar algo de qué conversar con los jefes militares cuando volvió a la mesa.
En las entrevistas, Kirchner suele tener frases tajantes cuando se le pregunta acerca de cómo será su política de derechos humanos y si permitirá que avancen las investigaciones judiciales contra represores y genocidas. Pero no resultó lo mismo que reiterara los mismos conceptos con todos esos uniformes ubicados frente a él, sentados en mesas redondas adornadas con delicados arreglos florales en celeste y blanco.
“No podemos hacernos cargo de los momentos dolorosos de la historia reciente de nuestra patria sin contribuir a la verdad. Fue doloroso que nos enfrentáramos entre argentinos, debemos encontrar un punto de reencuentro que nos ayude a superar esa triste historia, y no tenemos otros veinte años para hacerlo”, subrayó anoche el Presidente. Kirchner leyó su discurso y habló de pie frente a la tarima ubicada en el centro del salón comedor del círculo de los aviadores, ubicado en Córdoba al 700.
Había expectativa por saber cómo recibiría la cúpula militar al Presidente. Primero por el descabezamiento decidido por Kirchner como una de sus primeras medidas de gestión, al pasar a retiro a 27 generales, una resolución inédita desde el retorno democrático. Luego, por su anticipada decisión de anular el decreto firmado por Fernando de la Rúa que impide la extradición de los militares que sean juzgados por violaciones a los derechos humanos en el exterior.
El locutor oficial hizo el anuncio de rigor: “Señoras y señores, recibimos al señor presidente de la Nación, doctor Néstor Carlos Kirchner”. No hubo ni un aplauso ni un gesto. El Presidente ingresó acompañado de su vice, Daniel Scioli, y del ministro de Defensa, José Pampuro. Los otros ministros presentes –Roberto Lavagna, Aníbal Fernández, Daniel Filmus, Ginés González García, Julio De Vido, Gustavo Beliz, el secretario Carlos Zanini– ya se habían acomodado en sus mesas.
Junto al Presidente estaban también el jefe de Gobierno porteño, Aníbal Ibarra, y los jefes de las fuerzas: del Estado Mayor Conjunto, brigadier José Chevalier; de la Armada, contraalmirante Jorge Godoy; de la Fuerza Aérea, brigadier Carlos Rohde y del Ejército, general Roberto Bendini. Algunos invitados especiales departían amistosamente a la espera de la entrada de salmón rosado, como el ministro de la Corte Suprema Augusto Belluscio, y el jefe de la Policía Federal, Roberto Giacomino.
Se cantó el himno y enseguida comenzó el discurso presidencial. La cena de camaradería es una cita anual que se organiza en las vísperas del Día de la Independencia, circunstancia resaltada por Kirchner. “En el proyecto nacional de trabajo, producción y crecimiento sustentable en que creemos debemos engarzar una moderna política de defensa nacional, concebida como política de Estado”, sostuvo en esa primer tramo del mensaje.
El Presidente y su entorno íntimo siempre recuerdan con admiración el discurso histórico que pronunció el entonces muy joven ministro del Interior de Héctor Cámpora, Esteban Righi, en el Departamento Central de Policía. Righi condenó la tortura, defendió la presunción de inocencia y se diferenció del lopezreguismo que comenzaba su tarea persecutoria. Puede que Kirchner haya tomado de aquel mensaje que tanta admiración le produce su inspiración para el discurso de anoche.
“No me parece justo para la memoria histórica de las Fuerzas Armadas ni sensato para su propio futuro que se pretenda identificar las acciones de algunos con la propia institución que los argentinos y su Constitución nacional han pensado para defender su país, sus vidas y su libertad”, sostuvo. Y añadió: “Hace a la preservación de la institución en su rol histórico, político y estratégico separar la paja del trigo, hacerse cargo cada uno de lo que hizo, sin pretender escudarse en el prestigio y la historia de nuestras Fuerzas Armadas. No sólo es de buenos patriotas sino de hombres con honra”.
Para ese entonces, el clima del salón, que ya registraba una cuota de tensión sin necesidad de que nadie dijera nada, podía medirse por el grado de crispación de algunas caras. Pampuro eligió un punto perdido de la pared para concentrar su mirada. En las mesas en las que eran todos militares podía detectarse algún gesto de incredulidad.
“Nuestra preocupación debe estar en lograr que el pasado de enfrentamientos nunca más se repita. Nuestra preocupación debe estar dirigida a hacer entender al conjunto que la defensa de los derechos humanos, algo a lo que nuestra Constitución y los tratados internacionales nos obligan, no tiene por qué ser interpretada de aquí en más como una política en contra de las Fuerzas Armadas”, siguió, sin tregua, Kirchner.
Para cerrar el mensaje, el Presidente tiró puentes. Pidió a las Fuerzas Armadas que acompañen los cambios que propone y recordó que toda su vida militó en un partido fundado por un militar. “Como comandante en jefe de las Fuerzas Armadas quiero que queden en la historia grande, que sean recordadas por haber participado y protagonizado a pleno en la forja de una nueva Nación, donde el pueblo volvió a soñar y a sentirse con derecho a ser feliz”, cerró.
Los aplausos surgieron más que nada de los propios ministros del Gobierno, acompañados por unos (muy) pocos militares. La mayoría prefirió darse vuelta y concentrarse en sus platos a la espera de las exquisiteces: después del salmón de entrada, el menú incluía pechuguita de ave rellena y helado de sabayón con frutos rojos. Pero es de suponer que a más de uno de los allí presentes se le debe haber cerrado el estómago.

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