Mar 08.07.2003

EL PAíS  › OPINION

La orden es desatarse de los criminales

› Por Luis Bruschtein

Puede decirse que todas las intervenciones del presidente Kirchner desde que asumió están plebiscitadas. El apoyo de la gente a su gobierno creció a medida que las fue tomando. Todas tienen el apoyo de la gente. Y ayer, cuando habló en la cena de camaradería de las Fuerzas Armadas, dijo exactamente lo que la gente piensa. Los que tengan dudas pueden encargar encuestas o pedir una votación o una consulta.
Ni siquiera fue la voz del pensamiento más extremo, que puede ser aún más duro con unas Fuerzas Armadas que han hecho poco para cambiar su imagen. Desde su responsabilidad como jefe de Estado expresó el pensamiento promedio, esa especie de sentido común al que los altos jefes militares, con muy pocas excepciones, han sido refractarios con un sentido elitista y corporativo. Y tampoco hay que hacer ninguna encuesta para darse cuenta de que el discurso presidencial fue recibido con evidente malestar por los militares.
“Cada quien tiene que hacerse cargo de lo que hizo y no buscar refugio en el prestigio histórico de las Fuerzas Armadas”, dijo el Presidente a los altos oficiales que lo escucharon con frialdad y desconfianza. En otras palabras, Kirchner habló como un defensor de las Fuerzas Armadas y de su prestigio histórico. Y expresó su malestar con los que, a su entender, manchan ese prestigio institucional escudándose en él para no afrontar la responsabilidad que tienen en la comisión de delitos de lesa humanidad.
“Hay que separar la paja del trigo”, expresó Kirchner. O sea, para el Presidente, el que torturó, asesinó y secuestró bebés no es igual al que no lo hizo y tampoco la institución tiene que pagar por los que sí lo hicieron. A su vez, habría que deducir que aquellos militares que ayer hicieron ostensible su frialdad a esas palabras, piensan lo contrario: que todos los militares son lo mismo, que no hay diferencia entre los que torturaron y los que no lo hicieron, que fue la institución como tal la que secuestró y se apropió de los hijos de los desaparecidos. Si vale la coincidencia, también hay mucha gente que piensa así en la sociedad civil. Porque mientras las cúpulas militares insistan en apañar estos crímenes, ponen en juego a toda la institución ante la opinión pública.
Esta enconada separación entre las Fuerzas Armadas que comanda y la sociedad civil que lo eligió es problemática para cualquier Presidente de la República. “Debemos recuperar ese punto de reencuentro que nos ayude a superar esta triste historia” señaló el mandatario al expresar su necesidad de superar esa confrontación.
El discurso de Kirchner fue de alguna manera el prenuncio del decreto que anulará la medida anterior del ex presidente Fernando de la Rúa que ordenaba rechazar los pedidos de extradición de represores formulados por tribunales en el exterior. Esos pedidos serán así tramitados directamente ante la Justicia. El Gobierno ha decidido que no intervendrá más ante la Justicia para proteger a los criminales.
En términos militares, el discurso de un comandante en jefe equivale a una orden. Ahora, las Fuerzas Armadas tendrán que acompañar este intento de encontrar un punto de convivencia, como lo entendió el general Martín Balza en su momento. Pero su sucesor, el general Ricardo Brinzoni, deshizo lo que se había andado. La orden es que la nueva cúpula militar no ate más la historia de la institución a la historia de ladrones, violadores y criminales.

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