EL PAíS
Solo 17 votos consagraron a Bussi y la muerte en la capital tucumana
Gobernó la provincia en dictadura matando y en democracia provocando exclusión. Ahora Antonio Bussi manejará la intendencia.
› Por Felipe Yapur
Eran las dos de la mañana del lunes cuando la junta electoral de Tucumán confirmó la peor de las noticias en la pelea por la intendencia capitalina. El genocida Antonio Bussi había logrado imponerse por 17 votos sobre el candidato justicialista e hijo de desaparecido Gerónimo Vargas Aignasse. Una vez más, en la capital de la provincia volvió a triunfar la muerte. Si bien el ex represor recién asumirá la intendencia el 29 de octubre próximo, antes deberá superar la impugnación por inhabilidad moral presentada por los organismos de derechos humanos a raíz de su responsabilidad durante la dictadura militar. Un tema que en los próximos días resolverá la Suprema Corte de Justicia provincial.
Durante todo el fin de semana, tanto los fiscales de Bussi como de Vargas Aignasse pelearon voto a voto durante el escrutinio definitivo. La esperanza de los justicialistas se esfumó cuando los miembros de la junta confirmaron que el genocida se quedaba con la intendencia de la capital tucumana. Habían pasado apenas unos minutos de las 2 de la mañana, la hora en que se cometen los peores crímenes, cuando los fiscales del PJ le comunicaron la mala nueva a Vargas Aignasse. El candidato preguntó si había posibilidades de revertir el resultado y consultó por esas ocho mesas que quedaron anuladas. No había caso.
El joven legislador de 32 años pasó la noche sin dormir. Cuando amaneció ante las radios locales reconoció el resultado adverso: “Fui derrotado en una contienda democrática pero ello no detendrá mi trabajo para que esta sea la última victoria de Bussi y para que finalmente sea encarcelado por la Justicia”, dijo. Eso sí, nunca llamó al genocida para felicitarlo.
En tanto, Bussi estaba exultante. En su sede lúgubre, ubicada a menos de cien metros del ex Distrito Militar Tucumán donde funcionó la junta electoral, y poco después de conocido el resultado, el ex dictador le ordenó a sus escasos seguidores que se fueran “a dormir tranquilos” y soñaran “con Fuerza Republicana y con el futuro de la ciudad”. Había prometido primero derrotar al “mozalbete sin experiencia” por más de 20 mil votos, luego dijo que serían 1500. Al final fueron apenas 17 luego de que la junta anunciara que había obtenido 80.188 contra los 80.171 del Frente Fundacional, que impulsaba a Vargas Aignasse. Atrás quedó el candidato del Frente Unión por Tucumán y también hijo de un desaparecido durante la dictadura bussista, Rubén Chebaia, quien cosechó 59.444 sufragios.
Si bien Vargas Aignasse aseguró que no recurrirá a la Justicia para revisar el fallo de la junta electoral, en el PJ no piensan lo mismo. Ayer, el secretario general del partido y ex diputado nacional Antonio Guerrero anunció que pedirá elecciones complementarias a la junta en una decena de mesas anuladas, donde hay 4000 votos en juego. De hacerse lugar al pedido del dirigente no será la primera vez que ocurra en la provincia, y podría revertirse el resultado que ayer provocó la sonrisa amarillenta del genocida. “En toda confrontación, y la política es uno de los escenarios donde se producen este tipo de pelea, se puede ganar por décimas, por segundos, por goles. Bueno, yo gané por poco”, dijo el ex dictador sin recordar sus bravuconadas luego de que en 1999 asegurara que el justicialista Julio Miranda no podía ganarle a su hijo.
En esa oportunidad, este diario le recordó que él había sido gobernador en el ‘76 sin siquiera un voto. Enrojecido de furia, el dictador atinó a responder que “ésos fueron otros tiempos y ahora yo estoy compenetrado con la democracia hasta los tuétanos”.
De todas formas, Bussi no las tiene todas consigo. Antes del 29 de octubre, día de la asunción, deberá esperar el fallo de la Corte local sobre la impugnación que pesa sobre su persona. El rechazo de la Cámara de Diputados a su pliego en el ‘99 por considerarlo inhábil moralmente es un problemático antecedente. Pero si en caso logra superar este escollo, laintendencia tucumana puede transformarse en su lápida política. La crisis que vive el municipio es terminal y sólo la ayuda del nuevo gobierno del PJ puede darle el oxígeno necesario. El ex dictador confía en la amistad que supo cultivar con José Alperovich. A nadie escapa los desayunos de trabajo que cuando Bussi era gobernador compartió con el por entonces legislador radical y presidente de la comisión de Hacienda y Presupuesto. Hace exactamente siete días, Página/12 publicó en su primera plana un ruego por la democracia: “Por favor Diosito, por favor”, decía el título principal. Creyentes y ateos deberán coincidir en algo: en Tucumán la miseria, la exclusión y la falta de memoria llevaron a los electores a optar por la muerte antes que por la esperanza.
Subnotas