EL PAíS › LOS ADOLESCENTES DE 16 Y 17 AñOS QUE VIVIERON SU PRIMERA EXPERIENCIA EN LAS URNAS
Muchos fueron acompañados por sus padres. Después de meter el sobre, recibían la felicitación de autoridades de mesa y fiscales. Y un fuerte aplauso. Aquí, algunos de ellos cuentan por qué fueron a votar y qué les significa la política. El voto era optativo.
› Por Laura Vales
De jeans y zapatillas negras, el pelo hasta la cintura, los ojos apenas maquillados –una línea de delineador y nada más–, Melanie Lena llegó a votar acompañada por la mamá. En los padrones pegados en el frente de un colegio de San Martín, Ismael Esquivel se buscó con la ayuda de su padre. Ella cumplió 17, él tiene 16, y fueron protagonistas de la novedad de esta elección, los adolescentes que sufragaron por primera vez, inaugurando la modalidad del voto joven. Pocos, aunque decididos: menos del 2 por ciento del padrón, pero que hicieron uso de un voto optativo.
El voto joven fue aprobado el año pasado por el Congreso. Tras su sanción, muchos se adelantaron a opinar que los interesados serían básicamente jóvenes con militancia. Sin embargo, de los que encontró Página/12 en una recorrida por escuelas del conurbano y la Ciudad de Buenos Aires, casi ninguno la tenía. En nueve de cada diez casos dijeron incluso que no les interesaba militar, pero sí votar.
“Voto porque es algo que creo que ya tengo que empezar a hacer”, dijo Melanie, alumna de quinto año de un colegio de Devoto. Más tarde y en otra escuela, en el partido de San Martín, Ismael apuntaría que decidió participar de la elección porque lo vio como “una forma de contribuir al país”. Ninguno de los dos fue votante del Frente para la Victoria.
Camila –porteña, alumna de tercer año del Colegio Nacional Buenos Aires– sí tiene militancia, en una agrupación kirchnerista. Con 16 recién cumplidos, no tiene dudas de que su generación está en condiciones de votar. ¿Por qué? “Porque a nosotros la política nos está llegando mucho antes de lo que les llegaba a otros. Estamos mucho más informados y sentimos mayor responsabilidad política por todo el contexto en el que estamos viviendo.” Camila cuenta que comenzó a participar políticamente cuando cursaba el primer año del secundario, y que hizo trabajo en las villas y en un comedor de La Boca. “Fue una experiencia muy buena para mí –asegura–, y creo que podemos decidir totalmente quién queremos que nos gobierne.”
Una cosa inequívoca en el discurso de los jóvenes que votaron –kirchneristas o no– es que están seguros de la utilidad de la política. Diez años atrás, los que entonces tenían entre 16 y 18 se hubieran mostrado a favor de no votar, o de impugnar el voto.
“¿Qué se puede cambiar desde la política?”, preguntó este diario a Martina, de 16 años, cuando salió de votar (también fue acompañada por su mamá) en un colegio del barrio de Palermo. La chica pareció sorprendida por la pregunta. “Con la política se puede cambiar todo”, contestó, como si fuera la cosa más obvia del mundo. Después dijo que había puesto en el sobre una boleta del PRO, y que quiso votar para hacerlo “en contra de la Presidenta”.
Los padres, por supuesto, se mostraron orgullosos de sus hijos. Otros votantes se limitaron a enarcar las cejas en un gesto de interrogación ante el voto joven. “Para opinar tendría que esperar a después de la votación, no tengo en claro qué piensan los jóvenes ahora”, apuntó Graciela Zúñiga frente al colegio Santa Teresita, en Caseros. “Cuando yo tenía 15 años –ahora tengo 50–, el pensamiento político de mi generación era homogéneo. Veíamos que éste era un país integrante del tercer mundo, que había sumergidos y marginados, queríamos más movilidad social, no importaba en qué partido estuvieras, había un conjunto de ideas homogéneo. Ahora no sé.”
En muchos lugares, los votantes sub-18 fueron aplaudidos con entusiasmo por las autoridades de mesa y los fiscales. Para la generaciones plenamente adultas, las elecciones siguen siendo sobre todo un modo de defender la democracia, un acto que se vive con el recuerdo presente de la dictadura y, por eso, con una carga especial. Eso es lo que vibra todavía cuando se ve a los padres entrar con sus chicos al cuarto oscuro, para mostrarles cómo es votar. Pero en los jóvenes entrevistados, la memoria de la dictadura fue poco mencionada. Son de la generación de los nacidos en el ’97 o el ’98, durante el gobierno de Carlos Menem; estaban en el jardín de infantes durante la presidencia de Fernando de la Rúa y cursaron la primaria y el secundario con los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner.
Durante la jornada fueron varios los candidatos que acompañaron a sus chicos de 16 y 17 años a votar. Martín Insaurralde (FpV) fue con su hijo Rodrigo: “Estoy muy contento de que tengamos a esta edad el derecho de poder elegir a quienes nos van a representar, y de que yo pueda elegir esta vez junto a mi papá”, dijo el joven.
Gabriel Mariotto votó en la misma mesa que su hijo Matías. “Tengo la emoción del primer día, cuando me tocó votar a los 18 años con la recuperación de la democracia”, señaló el vicegobernador bonaerense. “Es una alegría saber que los pibes también participan.” El diputado Claudio Lozano (Camino Popular) acompañó a su hija Merlina, y Valentina Weretilneck fue acompañada por su padre Alberto, gobernador de Río Negro; otro que fue a sufragar con su hijo fue el intendente de Bahía Blanca, Gustavo Bevilacqua.
Los menores de 18 años habilitados para votar fueron casi 600 mil (592.344) sobre un padrón de 30 millones y medio de electores. Como su peso porcentual es del 2 por ciento, no serán una franja que modifique el resultado de la elección. Para poder votar, debieron renovar su documento de identidad antes del 30 de abril. El trámite los habilitó no sólo a sufragar sino también a desempeñarse como fiscales en la elección.
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