EL PAíS › OPINIóN
› Por Washington Uranga
Se cerraron las elecciones primarias y con los resultados iniciales a la vista poco más puede decirse que “esto recién empieza”. Todas las posibilidades quedan abiertas para las elecciones legislativas del próximo 27 de octubre. La mejor comprobación de lo antes señalado es que, así sea desde distintos lugares y haciendo cálculos diferentes, la gran mayoría de los participantes se consideran “ganadores” en algún sentido. El Frente Renovador encabezado por Sergio Massa porque en poco tiempo logró instalarse como una fuerza que fue capaz de darle batalla al oficialismo gobernante en la provincia de Buenos Aires. El Frente para la Victoria, a su vez, porque se mantiene a nivel nacional como la fuerza política más importante. El PRO porque consolida su liderazgo en la Capital. El Frente Progresista Cívico y Social porque logra mantener en carrera a Hermes Binner, su as de espadas para las elecciones presidenciales de 2015. Y la coalición Unen, por lo menos en la Capital, porque logró instalar la idea de valor de las primarias y espera consolidar todos los votos en octubre. Cada una de las fuerzas con su estilo político y con su folklore.
Ni siquiera los que resultaron claramente vencidos, Francisco De Narváez, por ejemplo, están dispuestos a asumir el resultado como una derrota. Cada fuerza y cada candidato tiene ahora elementos para ponderar y replantear la lógica de campaña. Lo que están en la gestión también para ajustar el rumbo, si ése es el caso y aunque el tiempo sea escaso. “Nadie se puede dormir”, se oyó decir anoche a más de un analista que trabajaba apresuradamente sobre los primeros datos. Tampoco los cantos de victoria pueden ser tomados como definitivos.
Esto recién comienza. La elección primaria abre un panorama que indica que la lucha política será por cada voto para conseguir un lugar en el Congreso, para obtener una banca. Y en la mayoría de los casos ésa será una batalla territorial, cuerpo a cuerpo, para recapturar voluntades y sumar a quienes pueden repensar sus opciones de cara a octubre.
El gobierno nacional no debería quedarse con la idea de que basta con ser la primera minoría nacional. En primer lugar porque la ciudadanía a través de las urnas le está haciendo un llamado de atención importante. Los resultados son algo más que un alerta; están abriendo la puerta a los realineamientos internos en el Frente para la Victoria y –lo que sería más grave– quizá propiciando nuevas fugas. También porque se abre a partir de ahora la lucha franca por la sucesión presidencial de Cristina Fernández. Algo que seguramente tendrá que mover a la reflexión en las filas de la coalición gobernante. Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y, en otro sentido, Neuquén tienen que ser alertas para el oficialismo. Pero al mismo tiempo desde el Gobierno se puede decir que sigue consolidado en sectores importantes de la población que reconocen su gestión. Si el oficialismo mantiene en la provincia de Buenos Aires su presencia en los niveles más populares, es evidente que el “ma-ssismo” recogió gran parte del descontento de la clase media bonaerense.
Si bien a la hora de cerrar esta nota es imposible hacer un cálculo fino respecto de la posible conformación de ambas cámaras –siempre en la hipótesis de que los números de ayer se repitan el 27 de octubre– habría que decir que el ámbito legislativo adquiere gran importancia de cara al tramo final de la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner. El Senado podría convertirse en el principal obstáculo a sortear y, por esa vía, en ámbito de necesarias negociaciones para el oficialismo.
La otra gran incógnita que se abre es respecto de la conducta de los votantes de cara a octubre. Habría que suponer que las tendencias habrán de mantenerse, pero también es posible que haya un “voto razonado” que, con los resultados de las PASO a la vista, decida “castigar” o “confirmar”. Es posible que si así sucede la elección de octubre sea mucho más polarizada que la presente.
Pero todo lo que se pueda decir ahora es, sin duda, provisorio. Dependerá de muchos factores: del comportamiento del electorado, sin duda, pero también de las nuevas propuestas, de los ajustes de las campañas, de las iniciativas de gestión que acompañen a los discursos. Y, también partiendo de la base de que los resultados actuales se repitan en octubre, no hay por el momento ninguna figura que aparezca claramente como “presindenciable” inobjetable. Hay mucho para andar y, como decíamos al comienzo, esto recién empieza.
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