Mar 17.09.2013

EL PAíS  › OPINIóN

Más que una noche

› Por Florencia Saintout *

El 16 de septiembre se ha narrado durante mucho tiempo como La Noche de los Lápices, una noche en que la dictadura secuestró a un grupo de jóvenes por pelear por el boleto estudiantil.

Este fue un relato posible, sostenido en la plataforma de la doctrina de los dos demonios, donde diez jóvenes “inocentes” (inocentes de la política) eran secuestrados, seis de ellos desaparecidos y el resto sobreviviente de la más cruel dictadura en el país. Y punto. Así, lo acontecido se podía contar en democracia sin cuestionamientos.

Fue Emilce Moler quien comenzó a de-sarmar la historia oficial ordenada en un pasado muerto y despolitizado para ubicarla como parte del gran saqueo que denunciara Rodolfo Walsh en su Carta a la Junta, aquella donde decía, luego de denunciar todas las violaciones a los derechos humanos de la dictadura, que en la política económica de ese gobierno debían buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino también la “atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada”.

Hoy la llamada Noche de los Lápices se ha transformado en La Plata en una fecha nada folklórica, protagonizada por jóvenes que la toman como bandera propia para discutir el presente. Tan es así que hasta se realizan dos actos públicos, uno convocado por la izquierda y otro por las agrupaciones kirchneristas de Unidos y Organizados. Y es interesante señalar cómo la construcción del 16 de septiembre como un asunto “del boleto estudiantil”, que parecía ir dándose por terminada, por cerrada en las décadas del ochenta y noventa, en los últimos años vuelve a abrirse en la disputa de estos jóvenes en torno del significado de la contemporaneidad y su relación con el pasado. Es más: la situación de las dos marchas por el 16 de septiembre permite rearticular sentidos en el presente, habilitando organización, alianzas, conflictos, planes de lucha, puesta en público de viejas y nuevas demandas. Enlazar luchas y generaciones, rompiendo la idea de que siempre hay que empezar de nuevo sin aprendizajes ni astucias colectivas. Permite hacer política. Es posible porque se hace política.

Sacar el relato moldeado, inclusive por las industrias culturales, de La Noche de los Lápices como un episodio aislado y ponerlo en la espesura de la historia ha sido una tarea efectivizada por los organismos de derechos humanos y de algunos de los sobrevivientes, pero especialmente de una política de memoria, verdad y justicia de Estado, a partir de la voluntad política de torcer el rumbo neoliberal del país.

Por supuesto que esto no implica desconocer nombres propios: María Claudia Falcone, María Clara Ciocchini, Horacio Ungaro, Claudio De Acha, Daniel Racero, Francisco Muntaner (hoy desaparecidos), Pablo Díaz, Gustavo Caloti, Patricia Miranda, Emilce Moler. Todos jóvenes que, mientras les dolía el cuerpo por las torturas, pensaban en no perder las clases mientras algunos de sus compañeros festejaban el Día de la Primavera en el Parque Pereyra, y peleaban por algo más que un boleto. Peleaban junto a muchísimos más. Peleaban contra un modelo político, económico, social, que dejaría para las décadas siguientes a millones de argentinos fuera de la vida vivible.

Este 16 de septiembre, todos los centros de estudiantes de los colegios secundarios de La Plata se movilizan, en un país que ha decidido a favor del voto a los 16; donde entre todas las vacunas gratis se ha incorporado una contra el papiloma humano para las chicas de once años; donde la universalidad es un derecho y un horizonte; donde existe la ley de matrimonio igualitario; donde los represores están presos. Donde por supuesto falta tanto por ganar. Tanto por pelear en una sociedad en la que amplios sectores siguen creyendo que a la inseguridad se la combate exterminando jóvenes.

Que haya muchos jóvenes haciendo política es una muestra de algo ganado. Porque la política no puede hacerse sin la esperanza (inclusive de que se podrá cambiar la ignominia). Escribió Joaquín Areta (el que Néstor Kirchner leyó en 2005... quisiera que me recuerden), que había militado en la UES de La Plata y que desapareció en 1978: “Te debo un poema/ un ejemplo/ un empujón/ no haber dicho/ por ejemplo/ lo inmenso de tu presencia/ te debo algo, hijo,/ mucho más que un poema/ la esperanza”.

* Decana de la Facultad de Periodismo de la Universidad de La Plata.

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