EL PAíS › OPINION
› Por Martín Granovsky
Si el scoutismo sirvió para una cumbre entre el ecuatoriano Rafael Correa y Cristina, ahora sólo falta una simple excusa para generar una reunión cara a cara entre Cristina y Dilma: en solo seis días viajaron especialmente desde Brasilia a Buenos Aires el ministro de Defensa Celso Amorim y el canciller Luiz Alberto Figueiredo Machado. Ambos vieron a sus pares Agustín Rossi y Héctor Timerman pero también se reunieron con la Presidenta. De este modo, el gobierno argentino cuenta ya con información de primera mano de la postergación de la visita de Estado de Dilma Rousseff a Washington. Sabe hasta qué punto la presidenta brasileña sopesó pros y contras y resolvió no viajar a los Estados Unidos el 23 de octubre porque la Casa Blanca ni negó haberla espiado ni se disculpó por el espionaje.
Cada uno de los visitantes –Amorim la semana pasada y Figueiredo ésta– es una figura clave en Brasil. Amorim porque antes de ser ministro de Defensa de Dilma fue canciller en los dos mandatos de Lula y ahora es el encargado de supervisar la defensa frente a eventuales ataques cibernéticos. Figueiredo es clave por dos motivos. Uno, porque reemplazó al ministro Antonio Patriota luego del escándalo generado cuando la embajada brasileña en Bolivia facilitó la fuga del dirigente opositor Manuel Pinto. Es decir que Rousseff cambió nada menos que a su canciller –o terminó de decidir su desplazamiento si es que ya estaba molesta con él– para priorizar la buena relación con un país vecino. El otro motivo es que la primera misión de Figueiredo fue reunirse en Washington con la poderosa Susan Rice, la consejera de Seguridad Nacional de Obama. El encuentro, sin resultados favorables en la visión del Planalto, antecedió a la llamada de Obama a Dilma, que tampoco convenció a la presidenta brasileña.
Página/12 pudo establecer que fue la política, y no el comercio, el tema central de los diálogos Timerman-Figueiredo y Cristina-Figueiredo. En todo caso el comercio suele hacer ruido en la relación bilateral, pero la falta de intensidad política del último año y los escasos contactos en profundidad entre las presidentas impidieron arreglar o terminaron magnificando el efecto de conflictos como el de la minera Vale, que suspendió su proyecto de inversión en Mendoza.
La política también incluyó una evaluación del Mercosur y de Unasur. El comunicado conjunto de los cancilleres incluso habla de la Secretaría General de la Unión Suramericana de Naciones, que quedará vacante luego de que la deje el venezolano Alí Rodríguez. Diplomáticos latinoamericanos que pidieron reserva de su identidad dijeron a este diario que en la reciente cumbre de Surinam circuló un nombre, el del argentino Rafael Follonier, asesor de Néstor Kirchner en la Secretaría de Unasur, consejero de Cristina Fernández de Kirchner con rango de secretario de Estado y de buen trato personal tanto con los presidentes de centroizquierda de Sudamérica como con el colombiano Juan Manuel Santos y el chileno Sebastián Piñera. Si habrá a la cabeza de Unasur una sola figura fuerte, un mando colegiado, un brasileño, un argentino o, más bien, un tercero con fuerte apoyo de brasileños y argentinos en la segunda línea del organismo y en las cancillerías es un menú que se está cocinando por estas horas. Pero sea cual fuere la figura elegida, si Brasil y la Argentina no retoman la intensidad política que tenían a nivel presidencial, la Secretaría de Unasur será un asunto abstracto.
Por lo menos en el caso brasileño, aunque Dilma no salió de la zona de riesgo político, la situación reflejada en las manifestaciones masivas de junio parece encarrilarse más a gusto del Partido de los Trabajadores, la fuerza que conduce la coalición. Es verdad que el Partido Socialista Brasileño de Eduardo Campos acaba de dejar los puestos de gobierno. Sin embargo, el gobernador de Pernambuco no pasó a la oposición y, además, en las encuestas de intención de voto que miden qué sucedería si las presidenciales de 2014 fueran hoy Campos está entre los que no crecen. También revistan allí Aecio Neves y José Serra, del Partido de la Socialdemocracia Brasileña. Con más chances aparece la verde Marina Silva, pero carece de estructura. Dilma, que había caído de 57 puntos a principios de junio a 30 a fines de ese mes, ya alcanzó los 38 según datos de la consultora Vox Populi. Si las elecciones fueran ya, ganaría en segunda vuelta.
Correa y sus amigos scouts –él perteneció 20 años a la organización y varios de sus funcionarios también– están todavía más tranquilos que el PT. El presidente ecuatoriano fue revalidado en febrero.
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