EL PAíS › OPINIóN
› Por Horacio Verbitsky
Apenas minutos después del cierre de la votación, los principales voceros opositores (dirigentes políticos, encuestadores, periodistas y opinadores de profesión) sacaron sus conclusiones inapelables: se trató de una derrota del gobierno nacional, que hubiera sido peor sin la enfermedad de CFK; el oficialismo es necio y por eso negó la caída en las primarias, error que se agravó en las legislativas de ayer; más que los porcentajes nacionales importan los de la provincia de Buenos Aires, donde se amplió la brecha a favor de la oposición; quedó sepultada la eventual reforma de la Constitución Nacional; sin la posibilidad de reelección presidencial el ciclo iniciado en 2003 llega a su fin; se abrió la lucha por la sucesión y los principales aspirantes son Sergio Massa, Julio Cobos, Maurizio Macrì, José De la Sota y Hermes Binner. La única alternativa razonable que le queda al gobierno es encolumnarse detrás de Daniel Scioli y abandonar toda fantasía de continuidad con un candidato propio, ya que la abrumadora mayoría de la sociedad se pronunció en contra del kirchnerismo. Se ha producido un cambio de humor que es irreversible y ni siquiera se sabe si Cristina reasumirá la presidencia y en qué condiciones.
Esta asombrosa capacidad de procesamiento de datos dispersos de todo el país, para llegar a un análisis tan completo y una prospectiva tan precisa sobre el futuro, se explica porque en realidad se trata de la expresión de deseos de quienes la formularon, impermeables a los datos de la realidad. En primer lugar, que ayer sólo se eligieron diputados en todo el país y senadores en ocho distritos y los resultados no alteran la composición de ambas cámaras del Congreso. El oficialismo renovó bancas obtenidas en su peor elección anterior de Diputados, en 2009, y en la mejor de Senadores, de 2007.
Los duros datos indican que diez años después de la elección de Néstor Kirchner, el Frente para la Victoria ratificó su calidad de primera minoría, con el 32,5 por ciento de los votos y a una distancia apreciable de la segunda fuerza. En el balance, mejoró su representación. Los candidatos del oficialismo se imponían en doce de los veinticuatro distritos y perdían en otros tantos, pero ante una oposición fragmentada en diferentes alternativas de alcance provincial que hasta ahora no han logrado proyectarse más allá de sus respectivos bastiones ni alcanzar acuerdos entre ellas para componer una alianza con capacidad electoral y viabilidad gubernativa.
En 2007, en cuanto terminó el escrutinio presidencial en el que CFK duplicó los votos de la segunda fuerza, Elisa Carrió dijo que el nuevo gobierno nacía con una legitimidad segmentada, porque había perdido en los principales centros urbanos. Esto se repitió ayer, con un agravante para el oficialismo, que esta vez también fue batido en la provincia de Buenos Aires, incluso en los distritos del conurbano donde reside la base electoral a la que se dirige su proyecto político. Parte de un debate pendiente será determinar los respectivos componentes nacional y local de ese resultado, incluyendo las candidaturas y las estrategias de campaña.
Esta contradicción entre los guarismos nacionales y los obtenidos en los distritos más caudalosos abre una de las mayores incógnitas. La alianza entre socialistas y radicales parece consolidada al cabo de varias elecciones santafesinas. A ella podría sumarse sin repugnancia el radicalismo triunfante en Mendoza, y no es descabellado que en 2015 confíen a una primaria la decisión entre sus dos candidatos, Binner y Cobos, como hizo este año Unen para escoger a sus postulantes porteños. A esa hipótesis se afilió incluso la juguetona Carrió. Del mismo modo, no habría incompatibilidad ideológica entre las fórmulas bonaerense y cordobesa del Peornismo Opositor, que tampoco son excluyentes con el PRO macrista ni con la ahora minúscula fracción del filántropo colombiano Francisco De Narváez. Un editorial militante de su diario de negocios no necesitó esperar a que se votara para anticipar que los resultados serían una pesadilla para el Gobierno. Pero la afinidad conceptual no basta para allanar un camino conjunto en el que sólo De la Sota estaría dispuesto a competir en la primaria. Tanto Macrì como Massa han anunciado que no seguirán ese camino. Ambos tenían preparado su lanzamiento para 2015 con discursos presidenciales incluidos. En la hipótesis más optimista para todos ellos, la oposición seguiría dividida en al menos dos grandes agrupamientos, lo cual no alcanza para obtener la presidencia.
Como en agosto, el mayor festejo fue el del Frente Renovador, nacido en el corredor norte del conurbano bonaerense y que anoche se extendió por toda la provincia, con pocas excepciones. En ausencia de Cristina, el incremento de la ventaja de Ma-ssa respecto de las primarias impacta en forma directa sobre el gobernador Scioli, cuya expresión en la conferencia de prensa posterior al primer informe oficial y en el acto de la noche era indisimulable, igual que la del resto del oficialismo bonaerense. Ma-ssa, en la comprensible ebriedad de sus quince minutos de gloria, no vaciló en prometer la imposible conciliación de menos impuestos y más prestaciones sociales. También anunció la conformación de sus equipos de gobierno, para mostrar que no se quedará inmóvil en su banca de diputado y que, como anunció, se propone cruzar la frontera de la provincia.
Pero su primer desafío es conformar una fuerza competitiva a escala nacional, para no repetir el frustrante itinerario de sus grandes antecesores provinciales. El enorme peso aritmético de ese distrito, con casi cuatro de cada diez votos nacionales, nunca tuvo una traducción política automática. Ni el radical Alejandro Armendáriz, ni los justicialistas Eduardo Duhalde, Carlos Rückauf, Felipe Solá y Francisco De Narváez, ni la frepasista Graciela Fernández Meijide pudieron transmutar una victoria ocasional bonaerense en un proyecto sólido, nacional y ni siquiera provincial. Que ello ocurra o no dependerá tanto de Massa como del kirchnerismo. Si a mediados del siglo pasado bastaba con las pintadas que decían “Vote a Perón votando a sus candidatos”, cuyos rostros y voces no eran conocidos porque bastaba con el carisma presidencial, las técnicas actuales de comunicación y la no menos sofisticada capacidad social para decodificar los mensajes imponen otras condiciones. La combinación desatinada de propuestas de mano dura y frivolidad no es la oferta que espera la base social del kirchnerismo, en cuyo calendario de celebraciones no hay lugar para Halloween. De estos errores también se nutre el resistible ascenso del intendente de Tigre, en una noche de brujas autoinfligida.
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