EL PAíS › OPINION
El clima político durante la licencia de Cristina, que vuelve mañana. Movimientos políticos varios. El PJ bonaerense, figuras y movidas. Un exabrupto en el bloque oficialista de diputados. La izquierda dura complejiza el universo opositor. Una interna entre el FAP y el massismo, preludio de otras posibles. Cobos, desplazado por los correligionarios. Duran Barba y otros síntomas.
› Por Mario Wainfeld
La presidenta Cristina Fernández de Kirchner se reintegrará mañana a su labor. El clima político durante su licencia transitó dos registros bien diferentes. Respecto de su salud hubo destellos de ferocidad de la oposición mediática y de una fracción minoritaria de la dirigencia antioficialista. Se propagaron versiones, off the record inverosímiles, profecías tremebundas. Abundaron el mal gusto y los
peores deseos. En cambio, se apaciguó bastante el furor de la competencia política estricta. No es que primen la caballerosidad deportiva ni el buen tono, pero parece que la centralidad de la Presidenta funcionó como contención para sus adversarios: sin ella en el centro de la escena pierde algo de sentido recargar las tintas. Si esta hipótesis es certera, es previsible que el regreso de Cristina ponga fin a la tregua relativa.
La realidad, claro, no se detuvo. La gestión ejecutiva transitó sin especiales sobresaltos aunque sin mayores novedades, que seguramente esperan a la Presidenta o surgirán de su propia iniciativa.
La sensación térmica inmediata ulterior a las elecciones tuvo una súbita variación al conocerse la sentencia de la Corte Suprema en el expediente iniciado por Clarín. Objetivamente, el fallo le permitió al oficialismo recobrar aire y repuntar después del veredicto electoral. Claro que el espacio mediático es, por esencia, volátil y mudable. Las victorias parciales de los ganadores en las urnas y en el Foro no perduran eternamente en las tapas de los diarios o en los medios audiovisuales. Una semana, dos como máximo. La atención se desplaza, por imperio de la lógica de la comunicación de masas. Pero no todo es etéreo ni se diluye en aire.
Los fenómenos menos efímeros subsisten y sus consecuencias se van desgranando con menos pirotecnia que los títulos de tapa o las coberturas de la tele y la radio, pero con más perdurabilidad.
Los reacomodamientos son una derivación usual de las elecciones. Los güiners se aplican a potenciar lo conseguido, los lusers a minimizar los daños. Un lugar común del discurso dirigencial es subestimar los juegos internos porque “a la gente no le interesan”. Esto dicho, todos los practican, lo que no es pecaminoso... ni siquiera evitable. El sistema democrático es competitivo; el voto popular, uno de sus factores esenciales (en buena hora): ganar o perder posiciones es antes una necesidad que una perversión.
Lo que sigue es una mirada panorámica y forzosamente parcial del modo en que los protagonistas del FpV y de sus partidos adversarios van moviendo sus fichas, cuando todavía no ha pasado un mes desde los comicios.
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Una interna espinoza: La compulsa para elegir autoridades del PJ bonaerense cae en un momento disfuncional: fin de año, una visible atonía ciudadana tras una seguidilla electoral. Pero la decisión judicial que apresuró trámites largamente demorados fue acatada por los referentes del Frente para la Victoria (FpV): es chocante para el relato opositor, pero así sucedió. El gobernador Daniel Scioli era el único candidato unificador de todas las tendencias por su peso específico pero su ambición trasciende la provincia y, por ende, a su aparato partidario, lo que lo llevó a autoexcluirse.
Las roscas y discusiones por las listas tuvieron sus clímax y sus debates, aunque fueron muy mansas para lo que es la tradición peronista, un síntoma de la etapa que se atraviesa. Treinta años de democracia han decantado lo suyo, está de moda subestimar cuánto pero los hechos son más reveladores que las teorías.
Con Scioli autoexcluido (mientras su ministra de Economía propala los anhelos presidenciales del gobernador) hubo tironeos, reunionismo, gritos entre cuatro paredes. El intendente de La Matanza, Fernando Espinoza, fue ungido candidato a la presidencia partidaria, con buen apoyo de sus pares. Los patos de esa boda intramunicipal fueron entre otros La Cámpora y las organizaciones sociales, como el Movimiento Evita.
Para Espinoza es una suerte de revancha: su nombre sonó para encabezar la lista bonaerense de candidatos a diputados nacionales. En definitiva, primó el alcalde de Lomas de Zamora, Martín Insaurralde, quien ahora constela mucho más cerca de Scioli que del núcleo duro kirchnerista. “MI” no fue un candidato potente, posiblemente no consiguió mejorar el piso del FpV. Incurrió en declaraciones manoduristas desdichadas, las condimentó con actitudes personales frívolas (tentativa de celebrar Halloween incluida) incongruentes con su discurso exaltatorio de la política como vocación dominante y absorbente. Sus movidas recientes, sin ser definitivas, insinúan escaso agradecimiento por el espacio que se le concedió. Más de cuatro ex compañeros de lista refunfuñan al respecto, pero todo se hace ecualizando un volumen bajo.
El intendente de José C. Paz, Mario Ishii, se anotó en la contienda. No queda claro a quién representará ni si participará.
“Por abajo”, en cada partido de la provincia, la disputa es enmarañada.
Al cronista le cuesta entender qué valor le otorgan los peronistas, movimientistas en discurso, a un partido que se desactiva más de lo que funciona. Pero avezados participantes le explican que se equivoca: “algo es algo”, no existen motivos para ningunear “otro” aparato. Su visión podría resumirse así, en versión libre: si a Espinoza le dieran a elegir entre la intendencia que ya tiene y la virtual conducción del PJ, se quedaría con el territorio. Pero sumar no es neutral, nunca es malo.
Un anhelo compartido de los intendentes y de Scioli (que tienen sus divergencias y hasta antagonismos) es evitar una fuga en pos del Frente Renovador (FR) del diputado electo Sergio Massa. Esa lógica dominó el armado de las listas. También en la “contención” de Scioli para Insaurralde, más allá de su magra cosecha en las urnas.
Entre tanto, Massa deja correr mensajes subliminales o bien explícitos. Entre ellos prima el de comentar a ex compañeros kirchneristas que no está casado con el intendente Darío Giustozzi, al menos no para garantizarle la candidatura a gobernador dentro de dos años. Giustozzi piensa y ansía diferente, más vale.
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Congreso, Presupuesto, su ruta: Los diputados y senadores oficialistas se movieron a satisfacción de la Presidenta, durante su ausencia. Consiguieron la aprobación del Presupuesto y de leyes económicas fundamentales para la gobernabilidad y sustentabilidad del resto del mandato de Cristina Kirchner. Y sacaron del freezer el proyecto del Código Civil y Comercial.
El cambio de elencos, que llegará el 10 de diciembre, traerá aparejada la discusión sobre las autoridades de bloque y de comisiones, intra y extramuros. Nada relevante se resolverá en el FpV sin la usual intervención de la Presidenta.
Un diputado chaqueño, José Mongeló, quebró las reglas internas al reclamar el desplazamiento de la presidenta del bloque, la bonaerense Juliana Di Tullio. Su principal argumento es federalista y resultadista: reclama más espacio para “las otras provincias”, en particular para aquellas en las que hubo victorias electorales rotundas. Casi sobra recordar que Chaco es una de ellas.
La moción no tuvo eco entre sus pares porque contraría las reglas usuales de comportamiento. Hasta los bonaerenses pueden admitir, sotto voce, que la presidencia de la Cámara, del bloque y la Secretaría parlamentaria son demasiado para la “provincia” con las coordenadas actuales. Pero eso sólo puede conversarse puertas adentro, sin mediatizar el tema. Y sabiendo que los nombramientos principales se resuelven en Olivos y no entre las paredes del Congreso.
En una fuerza orgánica, con un liderazgo indiscutido, todo se ordena a partir del vértice superior. La conducción nacional decide. Tal la lógica del FpV, por ahora bien diferente a la de casi todos sus rivales.
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Tironeos en el “setentismo”: Postular la unidad del “setenta por ciento que votó contra el Gobierno” es un tópico de la vulgata opositora. Es sensato asumir que el conjunto del electorado le envió una señal crítica al oficialismo, expresado en la merma de su total general y en la derrota en muchas provincias. El dato innegable no suscita la unidad del archipiélago opositor que pugnará entre sí para desplazar al kirchnerismo en 2015. Varias movidas corroboran esa obviedad, que seguirá desarrollándose por años. A diferencia del FpV, no abundan los liderazgos aceptados en el espectro opositor, su búsqueda signará los años por venir.
Por añadidura, la supuesta familia setentista engrosó con la irrupción electoral de la izquierda radical. Varios diputados conseguidos por el Frente de Izquierda y los Trabajadores en distintas provincias fueron el primer atisbo. El segundo fue el resultado en las elecciones municipales y provinciales en Salta. El cronista no suele explicar como si fuera experto acontecimientos que no supo prever pero sí es forzoso consignarlos. El PO sorprendió en un territorio hasta entonces caracterizado por disputas entre el FPV y lo más atroz del “peronismo federal”. Seguramente supo sacar provecho del hastío hacia la política tradicional en una provincia cuya clase dominante tiene una composición más aristocrática que lo que es promedio en la Argentina.
Sería aventurado predecir cuál será la evolución de la izquierda dura en futuras competencias. Lo cierto es que se ha fortalecido, lo que seguramente potenciará su accionar en los terrenos que le venían siendo más propicios: el de las bases sindicales y la lucha estudiantil. También le agrega un color diferente al conglomerado opositor, al que desafía acaso tanto como al gobierno nacional y al salteño.
En las vertientes más convencionales y arraigadas, también se insinúan internas que serán costumbre. Entre fuerzas contrarias y también entre correligionarios, como se reseñará en los párrafos que vienen.
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Anticipo ofensivo: La designación de las nuevas autoridades, representantes de minorías parlamentarias de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (Afsca), enfrentó al Frente Amplio Progresista y al FR. Los mandatos vencían el 10 de diciembre, el FpV adelantó la elección, una jugada legal no exenta de picardía. El diputado del GEN Gerardo Milman fue ungido por su sector. El massismo puso el grito en el cielo, aunque sin caer en el escándalo. Adujo que podía corresponderle ese lugar en el directorio de la Afsca si la decisión se hubiera realizado con la nueva composición del Congreso.
Es un episodio pionero de lo que será posiblemente comidilla cotidiana. El espacio pan radical-socialista no tiene ningún interés en facilitar el ascenso del FR, en defensa de sus propias aspiraciones. Una alianza episódica con el kirchnerismo es viable, si es funcional a ese objetivo estratégico. Seguramente el FR tomó nota del desaire y buscará revancha después de diciembre, de la mano de su gran operadora parlamentaria, Graciela Camaño. Ella será, todo lo indica, la conducción del bloque neofederal, mientras Massa tratará de armar su espacio, caminando más afuera del Congreso que entre las bancas.
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Correligionarios enfrentados: Suele decirse que a los radicales las internas les gustan más que el dulce de leche. En estos días le cayeron indigestas al ex vicepresidente y diputado electo, Julio Cobos. El hombre anhelaba la presidencia del bloque, sustentada en su triunfo arrasador en Mendoza. Antes de mocionarse había acompañado la candidatura del cordobés Oscar Aguad, cuya performance en Córdoba fue menos feliz. Ambas tentativas fueron desdeñadas por los correligionarios que, en un solo golpe, ungieron a Mario Negri como jefe del bloque y al senador Ernesto Sanz como futuro presidente del partido. Cobos tiró la bronca de lo lindo, hasta acusó a sus pares de obrar como si fueran kirchneristas: la peor de las diatribas (ver página 15 de esta edición).
Cobos se ve como presidenciable mendocino de la UCR, Sanz está en cierto sentido de acuerdo: él también se ve en ese sitial. Cuenta con menos aceptación electoral que el ex vice, pero con más cintura para la rosca interna.
Los boinas blancas tienen memoria larga y selectiva. Es innegable que Cleto resucitó al partido cuando traicionó al kirchnerismo durante el conflicto de las retenciones móviles. Pero también evocan que ahuecó el ala poco antes, para sumarse a la primera fórmula presidencial de Cristina. Algunos lo describen como un “traidor serial”, acudiendo a un giro verbal más drástico y escatológico.
Como sea, dista de ser imposible que Cobos sea el mejor prospecto radical en 2015, pero su tránsito hacia ese estadio no será sencillo ni exento de competencia interna.
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Aprontes: Los que se describe son posicionamientos para una carrera que ya se corre y en la que falta una enormidad de obstáculos y peripecias.
Esa faceta de la política es parte esencial, aunque menoscabada a menudo, del escenario democrático.
El regreso de la principal protagonista significa un retorno a la normalidad, si se acepta llamar así a la encrespada realidad argentina.
Cristina Kirchner ingresa en el segundo tramo de su mandato, afrontando el eterno reto de todo gobernante: mantener su legitimidad, sostenerla en las políticas públicas. El contexto es complejo y apasionante. Conviven dificultades arduas con dos logros
inéditos: treinta años de continuidad democrática y un gobierno popular que lleva tres mandatos ganados en buena ley.
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