EL PAíS
› VON WERNICH SE NEGO A DECLARAR, LO INSULTARON Y QUEDO DETENIDO
Asesor espiritual de los represores
Quien fuera capellán de la Policía Bonaerense de Ramón Camps, hasta participó en operativos de los grupos de tareas, se negó a declarar en el Juicio por la Verdad que se sustancia en La Plata. Abucheos e insultos.
› Por Victoria Ginzberg
Miró el micrófono y dijo: “Señor presidente, haciendo uso del artículo 18 de la Constitución, no voy a declarar”. El cura Christian Federico von Wernich no había terminado la frase y ya se escuchaban en la sala de audiencias de la Cámara Federal de La Plata los gritos de “asesino”. Algunos jóvenes intentaron golpearlo, pero fueron frenados por la policía, que no impidió que, en la confusión, el contenido de un pote de yogurt descremado de frutilla quedara un poco sobre el sacerdote y un poco en la pared. Pese a eso, el hombre se retiró con una sonrisa en la cara. La mueca cambió cuando minutos después los jueces le comunicaron que quedaba detenido.
Von Wernich fue capellán de la Policía Bonaerense de Ramón Camps durante la última dictadura. Mientras se desempeñaba como asesor espiritual de los grupos de tareas de La Plata no le hizo asco a nada. No sólo proporcionó una supuesta justificación religiosa a los asesinos sino que también fue un represor más. En febrero de este año, el fiscal Félix Crous lo denunció penalmente. Lo acusó de “desplegar una actividad voluntaria y consciente, dirigida a procurar quebrar la voluntad de las víctimas, obtener información, procurar el silencio de las víctimas y sus familiares y con ello asegurar los fines perseguidos por la dictadura y la impunidad de él y sus cómplices”. Esa causa no avanzó porque el juez Arnaldo Corazza se declaró incompetente. La Sala II de la Cámara de La Plata tiene que resolver si el caso queda en esa ciudad o debe investigarse en la Capital Federal. Ayer, los jueces Leopoldo Schiffrin y Julio Reboredo resolvieron, dentro del Juicio por la Verdad, que el cura quede preso provisoriamente a disposición de Corazza hasta que se resuelva el conflicto.
Antes de que Von Wernich entrara a la sala de audiencias, Schiffrin advirtió a los presentes que colmaban en lugar que “guardaran el decoro” para permitir que la Cámara cumpliera con el “objetivo de verdad y justicia”. Por eso, cuando el sacerdote caminó hacia su silla vestido con una campera azul, camisa celeste con cuello clerical y pantalón gris, sólo se sintió un murmullo. Pero después de más de una hora de escuchar la lectura de los testimonios de varias víctimas que relataban sus encuentros con Von Werich, la bronca de muchos fue incontenible.
La indignación se percibía en el ambiente cuando la secretaria del tribunal recordó el testimonio de Luis Velazco, quien estuvo secuestrado en la Comisaría quinta de La Plata. “El sacerdote Von Wernich nos visitó y nos dijo que no debíamos odiar. A pesar del miedo que teníamos no pude aguantar y le dije que difícilmente se podía sentir amor si había cinco personas torturándolo a uno. Contestó que nosotros debíamos pagar por lo que habíamos hecho, que debíamos pagar con torturas, con muertes o con lo que fuera necesario. Héctor Baratti le preguntó qué tenía que pagar su hija, que tenía días. El sacerdote le respondió que su hija pagaba por lo que habían hecho sus padres”, relató Velazco. La hija de Héctor Baratti y Elena de la Cuadra sigue desaparecida. Su abuela Licha miraba a Von Wernich desde la segunda fila, pero el sacerdote –que dio como domicilio la diócesis de 9 de Julio– evitó los ojos de los que habían ido a presenciar su interrogatorio. Se mantuvo todo el tiempo con los codos en el escritorio y las manos sobre la boca, como tapándose el rostro.
Uno de los casos en el que el cura está involucrado es el de siete detenidos que a quienes Camps había ofrecido sacar del país. Las familias de los desaparecidos habían aportado dinero para pagar los costos, que, al menos en un caso, se encargó de recolectar el sacerdote. En 1984 el policía Julio Emmed relató: “En la Brigada nos esperaba el padre Christian von Wernich, quien había hablado y bendecido a los ex subversivos y les había hecho una despedida en la misma Brigada. En el coche donde iba yo se encontraba el padre. Yo debía dar el golpe que adormecería a la persona, pero no logré desvanecer al joven y Giménez sacó la pistola reglamentaria. Cuando el NN vio el arma se precipitó contra ella y se entabló una lucha.Le descargué varios golpes en la cabeza con la culata de mi arma. Se produjeron varias heridas y sangró abundantemente, tanto que el cura, el chofer y los dos que íbamos al lado quedamos manchados. Se descendió a los tres cuerpos de los ex subversivos que en ese momento estaban vivos. Los tiraron a los tres sobre el pasto, el médico (Jorge Bergés) les aplicó dos inyecciones a cada uno, directamente en el corazón, con un líquido rojizo que era veneno. Fuimos a asearnos y cambiarnos de ropa porque estábamos manchados de sangre. El padre Von Wernich me habló de una forma especial por la impresión que me había causado lo ocurrido. Me dijo que lo que habíamos hecho era necesario, que era un acto patriótico y que Dios sabía que era para bien del país”.
Schiffrin y Reboredo, junto con las abogadas Alicia Peralta, de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de La Plata y Mónica González Vivero, de la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos, repasaron cerca de una quincena de testimonios. En silencio, entre el público, circularon papeles hechos en el momento con las consignas “nazi”, “asesino” o “en nombre del Padre mató a los hijos”. Después de que algunos jóvenes de HIJOS se abalanzaran sobre Von Wernich, los camaristas los echaron de la sala. Luego el cura volvió a entrar y allí le anunciaron que quedaba bajo arresto.