EL PAíS
› LA ESCALADA DEL PRESIDENTE CONTRA EL VICE NO SE DETIENE
Cuando no hay ni diálogo ni retorno
Kirchner fustigó en dos discursos sucesivos a los entornos que sólo buscan hacer negocios. Pareció otro misil contra Scioli, el primero que sale de labios del Presidente. En el gobierno dicen que no buscan que Scioli renuncie pero que no les preocupa si lo hace.
Por Fernando Cibeira y Diego Schurman
El conflicto abierto entre Néstor Kirchner y Daniel Scioli no hizo más que empezar. El Presidente volvió sobre la cuestión ayer por la mañana: “No hay forma de generar inversión y trabajo cuando los que conducimos nos dejamos rodear por esos entornos que se acercan a los cargos que tenemos solamente para hacer negocios”. No fue necesario que aclarara a quién se estaba refiriendo justo en momentos en los que la atención está puesta en su enfrentamiento con el vice. Kirchner considera que el vínculo con su segundo está terminado: no piensa tenerlo en cuenta para ninguna misión en el Ejecutivo, ni siquiera en volver a dirigirle la palabra. Como aún quedan por delante nada menos que cuatro años de gobierno, cerca del Presidente especulaban ayer con la posibilidad de que Scioli renuncie. “Es difícil porque parece que se atornilló al cargo, pero para Néstor el tema no tiene retorno”, aseguraba uno de sus hombres de confianza.
Cerca de Kirchner explicaban que no era sólo la diferencia de apreciaciones lo que había terminado el vínculo entre el Presidente y su vice a menos de tres meses de su asunción. También hablaban, sin dar precisiones, de supuestos manejos de negocios de Scioli entre los que se mencionaba su relación con algunas compañías petroleras y también los movimientos de su mujer, Karina Rabolini, que pasó de modelo a empresaria. La versión sostenía algo parecido a lo que puede considerarse un tráfico de influencias. “Llama por teléfono y les dice a los funcionarios que atiendan a tal tipo que va de parte de él”, decían.
Con ese antecedente se puede interpretar mejor la frase que tiró Kirchner al inaugurar junto a Felipe Solá un parque industrial en Villa Flandria. Después de atacar los entornos que se acercan “para hacer negocios”, dijo que él quiere “el entorno del pueblo argentino para poner en marcha la producción, el trabajo, la dignidad, la justicia y la lucha contra la impunidad como elementos centrales”. Lo otro, definió, es “la vieja Argentina” y que está “decidido a hacer esa Argentina necesaria: sin los ladrones y los sinvergüenzas que nos llenaron de vergüenza a todos”.
Además de esos supuestos negociados con los que tendría relación Scioli, el Presidente seguía enojado por las declaraciones cruzadas. “El nunca habló de derechos humanos y sabe que toda mi vida yo opiné lo mismo sobre ese tema. ¿Por qué justo ahora tuvo que salir a hablar de derechos humanos y encima diciendo lo contrario de lo que yo pienso?”, le explicó ayer Kirchner a un funcionario de confianza.
Según su manera de ver, si hubiese citado a Scioli para apercibirlo habría quedado ante la gente como si estuviera negociando cuando el Presidente –y no el vice– es el que manda. “Sería una señal de falta de autoridad”, justificaba Kirchner. Mostrarse como el factor único de poder del gobierno es una de las preocupaciones del Presidente, sobre todo si los funcionarios en cuestión no son de su riñón.
La secuencia de los apercibimientos es otro dato a tener en cuenta para entender la envergadura del conflicto. Hace una semana atrás, el primero que le marcó el terreno a Scioli fue el jefe de Gabinete, Alberto Fernández. Inmediatamente después siguió el vocero presidencial Miguel Núñez. Los dos para expresar su rechazo a la postura del vice en materia de derechos humanos y tarifas.
Anoche, Alberto Fernández daba por zanjada la cuestión. “Ahora hay un rumbo, no hay dos, y el Gobierno no piensa renunciar a ese rumbo. Vamos a seguir caminando en esa senda”, puntualizó.
Tocar la campanita
Las palabras de ayer de Kirchner, cuando a Scioli ya no le queda ni siquiera una caja propia en la Secretaría de Turismo, no dejan lugar a dudas cuál es el mensaje para el vice: o se reconoce de aquí en más como una figura decorativa, amén de eventuales nuevos esmerilamientos, o da un paso al costado y busca otro lugar en el mundo. –Si se banca vivir con este grado de tensión que siga y si no que haga lo sabe que tiene que hacer. Para nosotros ya no existe –dijo a Página/12 una alta fuente de Gobierno, sin medir demasiado el costo que una dimisión podría significar para Kirchner.
Anoche no había mediación que surtiera efecto. Desde el duhaldismo se buscó tender algunos puentes. Scioli por ahora tiene la cobertura de los bonaerenses. Al fin, fue Chiche Duhalde la que la abrió las puertas hacia la vicepresidencia.
En las cercanías del vicepresidente se blandía una frase que comienza convertirse en su caballito de batalla: “La gente lo votó a Daniel y no se va a ir así porque sí, él es un luchador”, repetían en una letanía lo que a los oídos de lo más granado del kirchnerismo sonaba a resistencia y desafío.
En público, todos y cada uno de los ministros consultados bajaban el tono ante los micrófonos y descartaban una crisis institucional. Pero ya no suenan creíbles: lo mismo hicieron antes del recorte de poder de Scioli y también anteayer, cuando después del mazazo, se preveía un lento pero seguro camino hacia la armonía.
A la nueva muestra de autoridad de Kirchner, que en el mundo político algunos consideraron exagerada, se sumaron algunas señales inequívocas, que quedaron registradas en el Salón Blanco de la Casa Rosada.
En los dos actos que encabezó anoche, el Presidente apareció rodeado de sus funcionarios más cercanos, muchos de ellos patagónicos. En el primero participaron el gobernador de Santa Cruz, Héctor Icazuriaga, el ministro de Planificación, Julio De Vido, su hermana y ministra de Desarrollo Social, Alicia Kirchner, el secretario de Legal y Técnica, Carlos Zanini, el de Presidencia, Oscar Parrilli, y el jefe de la SIDE, Sergio Acevedo.
Otro dato fue la nutrida concurrencia del segundo acto: la asunción del nuevo secretario de Turismo y Deportes, el también santacruceño Enrique Meyer. Allí también estuvieron el ministro de Economía, Roberto Lavagna, y el de Defensa, José Pampuro.
En ese momento, que se esperaba que el Presidente hiciera alguna referencia a la salida de Germán Pérez, el hombre de Scioli en la secretaría, no habló. Lo hizo en el primer acto, en el que se firmó un convenio de saneamiento de redes hídricas. “Me ponen piedras todas las mañanas. Pero no me amargo pensando en eso porque sé perfectamente a qué intereses responden esos comentarios”, sostuvo.
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