EL PAíS
› KIRCHNER FRENTE AL MACRIMENEMISMO Y LAS ALTERNATIVAS DEL BALLOTTAGE
No hay “plan” sin poder constituyente
La crisis de los dos partidos tradicionales, peronistas y radicales, quedó al desnudo con la elección porteña. En el PJ, la tensión pasa por la novedosa construcción de poder que intenta Kirchner desde la Presidencia, que en la visión de José Pablo Feinmann necesita de la decidida participación popular. En el radicalismo, como destaca Osvaldo Bayer, resta poco más que la sombra de la derrota.
› Por José Pablo Feinmann
Qué cosa el votante argentino: tiene a Menem metido en la sangre. Porque uno ve la cara de Macri (la memoria es asociativa, aun la poca que se tenga) y lo ve a Menem. O más aún: ve toda una época. El exitoso empresario Macri representa como pocos el espíritu de una década que unió, confundiéndolos, los negocios y la política, el éxito con la ética, las fiestas ostentosas con el ser y el estar, la convertibilidad con los electrodomésticos y las caruchas sonrientes, siempre ganadoras de Carlos Menem, la ingeniera Alsogaray, las modelos, Punta del Este, los coches cero kilómetro y la absoluta concepción de la vida como ascenso fácil y pavada mediática. Todos saben que eso se dio porque hubo una corrupción fenomenal, porque se destruyó el Estado, se vendió el país, se aumentó escandalosamente la pobreza y –saben también– que los dos últimos años del jerarca del Aeropuerto Internacional de Anillaco fueron un desastre recesivo. No importa. Todavía siguen su ética, viven presos de su estética y entregan su voto a sus socios y seguidores. Porque Macri lo tiene a Boca, porque tiene pinta (a lo sumo, un Francella mejorado, pero parece que por aquí eso da Tom Cruise), tiene al papá Franco y tiene un aura de empresario exitoso que, acaso, lleve ese éxito a la gestión urbana. Eso piensan quienes lo votan. Muchos de ellos, no obstante, son parte de la estadística sideral que da a Kirchner un 80 por ciento o más, bastante más, en el campo difícil de la popularidad y la aceptación política. No importa, más ha podido el aparato y el aura noventista del candidato de Menem. Bien, esto no va a durar. Esta gente –en la segunda vuelta– va a votar al proyecto Kirchner que Ibarra encarna y se acabará la cuestión. No obstante, hay aquí una evidente esquizofrenia. Votan a Macrimenem en la primera vuelta, pese a que adhieren a la popularidad kirchneriana. Y acaso nieguen a Macri en la segunda porque aceptarán que es mejor limpiar de una vez este país de la herrumbre ya pestilente del riojano a riesgo de hundirnos en el oprobio y lo imposible.
En suma, tal vez Macri continúe siguiendo los pasos de su jefe. Pero, conjeturo, el ballottage fortalecerá el poder nacional del kirchnerismo, que lo necesita. Hay una asimetría entre el vértigo, la iniciativa política del Gobierno-Kirchner y su base real de poder. Si Lula sigue aflojando. Si Chile no se fortalece. Si el Mercosur reposa sólo en los abrazos simbólicos de Kirchner-Chávez y las palabras fuertes pero palabras al fin de Castro, la cosa no va a ir lejos. Necesita poder aquí, en este país que sigue votando candidatos pejotianos y menemistas. Si Macri se adueña de la Capital, si Duhalde, como dice, “une al PJ”, si las finanzas siguen girando en torno de López Murphy y (sobre todo) si el pueblo de las Asambleas, de las movilizaciones iniciadas en diciembre de 2001 no aparece como fuerza activa, como presencia en las calles y las plazas del país, le será difícil al Presidente-vértigo seguir adelante. Esto lo debe saber Zamora, que es un tipo honesto y sabe por dónde debe ir la cosa si tiene que ir bien, en el sentido de la justicia y de la nación y el pueblo hambriento. De modo que no deberá perder su identidad, pero sí sumarse a un frente que tenga la decisión de hacer los proyectos primordiales: el Mercosur, la antiglobalización, la aniquilación del alma corrupta, la total desmenemización del país, el rescate del Estado de manos de los empresarios, economistas, lobbistas y demás amigos de Wall Street y el Fondo, la negociación de la deuda en términos de extrema dureza y soberanía (primero saciar el hambre, después, si queda, pagar) y la recreación del espíritu asambleísta en todo el territorio. Sin eso, no queda nada. Vuelve lo viejo. Lo de siempre. Para muchos (estas cosas se dicen abundantemente en los debates políticos) el señor K. y los suyos parecen un grupo de jóvenes turcos lanzados a proyectos irrealizables,insostenibles, riesgosos a fuerza de no contar con el poder social y político para imponerlos. ¿Puedo arriesgar una simetría histórica osada? Con frecuencia, el señor K. me recuerda al Moreno del “Plan de Operaciones”. Mucho “plan”, pero poco poder para imponerlo. Al final, gana Saavedra, el militar áspero, limitado, pero con los fierros atrás. ¿Qué necesita K. para seguir con su plan de operaciones? Crear poder. Y para esto necesita un triunfo de Ibarra en el ballottage. El borramiento del macrimenemismo. Un giro del PJ del duhaldismo hegemónico a la izquierda kirchnerista, cosa que ayudará un triunfo de Ibarra. Y que Lula no arrugue ante el neoliberalismo. Y que Chile avance. Y que Castro haga dos cosas que no son imposibles ni incompatibles –bloqueo o no bloqueo, yankis invadiendo o no, se verá–: democratizar la isla y ofrecer al Mercosur una Cuba siempre revolucionaria pero ahora –respaldada por un proyecto continental– finalmente democrática. Sería poderosa, colosal, despertaría una adhesión mundial que haría retroceder a los yankis y a los opositores agusanados más que cualquier torpe fusilamiento tardojacobino. Y por último lo que el “plan” de los morenianos kirchneristas requiere es el apoyo popular interno. La gente honesta de este país (los que hicieron diciembre de 2001, los asambleístas que creen más en la fuerza de la unidad barrial que en los ahorritos de los bancos, los piqueteros que sepan hacer política como parte esencial de la protesta, todos ellos) tienen que dejar de preguntarse “qué hará hoy el Flaco éste, a qué corrupto va a encanar, a qué milico represor, cuánto le dará a la Ingeniera de Lata, si será fuerte negociando con el Fondo, si pagará o no la deuda.... No, la pregunta es otra: qué podemos hacer nosotros para que todo eso se siga haciendo, se profundice. Para que este “Plan de Operaciones” tenga un pueblo detrás, es decir: tenga el poder. Si no, ya se sabe el final: a Moreno lo envenenan y lo tiran en altamar. A Castelli un cáncer lo devasta. Saavedra, con sus milicias, se instala en el Fuerte de Buenos Aires. Y el “Plan” queda como un texto deslumbrante, pero solitario, imposible, sin política ni poder.
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