EL PAíS › PANORAMA POLITICO
› Por Luis Bruschtein
El Tío Tom (el de La cabaña...) daba consejos: “Si te portás bien, el amo será bondadoso”; y daba a entender que la actitud del amo dependía de la del esclavo. Si al esclavo lo tratan mal, es porque se portó mal. El Tío Tom no podía ver que lo que estaba mal era la esclavitud. Porque para que permaneciera esclavo lo habían convencido de que la esclavitud era natural: hay quienes nacen para amos y otros para esclavos, pensaba. Debía ser sumiso y obediente con el patrón.
Cuando se conoció el fallo de la Corte norteamericana que favoreció a los fondos buitre, dirigentes de la oposición se apresuraron a criticar el discurso oficial sobre estos buitres. Se dijo que había que terminar con un discurso “prepotente” y que ese tono de provocación permanente proyectaba la imagen de un país bananero, lo cual había influido en los jueces supremos del Norte. Algunos de los que hicieron fila para pegarle al Gobierno por el fallo fueron Julio Cobos, Patricia Bullrich, Margarita Stolbizer, Martín Lousteau, Pino Solanas, Hermes Binner y varios legisladores del radicalismo.
Los medios opositores machacaron sobre el tema con un dejo de “yo te lo dije” y “se la buscaron”, como si el fallo perjudicara solamente al Gobierno, como si el Gobierno fuera responsable por ese fallo y como si el fallo fuera una ocurrencia de la Corte. Los medios jugaron con este sentido común de Tío Tom que naturaliza la esclavitud, y la oposición orilló por ese andarivel, a veces por oportunismo y a veces realmente por Tío Tom.
La fuente del mal no está en la actitud del amo, ni en la del esclavo: el mal de fondo está en la esclavitud. Lo que estuvo mal no fue el discurso del Gobierno, ni el fallo de la Corte. Porque los fallos de Griesa y luego el de la Corte fueron congruentes con un sistema económico internacional que está hecho para favorecer a los buitres. Es el sistema que empezó a diseñarse en los acuerdos de Bretton Woods, y que surgió como hegemónico y exacerbado en el mundo unipolar de la Posguerra Fría y la globalización financiera. Pensar que el Gobierno se portó mal porque calificó como “buitres” a esos agentes financieros, y como “extorsión” a sus demandas, habilitadas por el fallo de Griesa, y que entonces el amo representado por la Corte norteamericana le dio un coscorrón con el fallo, es pensar como el Tío Tom. Es mostrar la hilacha de un convencimiento íntimo, ingenuo, casi mágico, por el cual, en el mundo natural, la usura es un negocio legal y sus víctimas se tienen que resignar ante ese hecho de la realidad. Es la mirada inducida, instalada, que explica, por ejemplo, que millones de esclavos pudieran ser sometidos por un puñado de amos. Parecen convencidos de que el fallo hubiera sido distinto si en vez de decir “la extorsión de los fondos buitre”, el Gobierno hubiera hablado de “los derechos de los holdouts”.
La intención de instalar esa mirada está. Apenas se conoció el fallo, Carlos Melconian, Martín Redrado, Federico Sturzenegger y hasta el mismo Domingo Cavallo, y otros economistas con el mismo currículum, invadieron las pantallas de televisión. Los medios opositores los volvieron a convertir en exponentes de la verdad, en los jueces vengativos contra la rebelión. Los apologistas del endeudamiento de los ‘90, los responsables de políticas que llevaron a la crisis más colosal de la historia argentina, fueron convocados por los medios opositores para explicar lo que está mal y lo que está bien. Fueron irónicos y condescendientes, fueron inapelables y superiores. Repitieron lo que siempre dijeron, no hubo nada nuevo, pero en esa resurrección se pudo entrever uno de los futuros posibles: el retorno al pasado de la mano de muchos de los Tío Tom de la política.
La esencia ideológica del fallo de Griesa, y del desinterés de la Corte norteamericana, es la protección de los fondos de especulación frente a los derechos de millones de personas que fueron empobrecidas por esas prácticas y que están representadas por los Estados de sus países. Hay una tradición en la Justicia norteamericana de proteger a las corporaciones norteamericanas que representan la propiedad privada frente a los Estados extranjeros que representan un bien público. El fallo de Griesa no hubiera sido diferente aunque le besaran los pies, como algunos sugerían. El escenario del juez rodeado por los buitres estaba montado antes del discurso de la Presidenta. Fue un circo para humillar a los “argies”.
En contrapartida, la posición argentina se basó en el derecho de los Estados a reestructurar sus deudas soberanas en el contexto de normativas internacionales razonables y en uso. Todo el proceso de reestructuración de la deuda externa fue realizado para salir del default. Por eso evitó decisiones unilaterales –como declarar ilegal la deuda–, las que prometían eternizar un escenario de bloqueo financiero. Cualquier medida unilateral hubiera implicado un default, que es lo que se trataba de evitar.
En cambio, la quita, los plazos, los modos de pago, cada paso fue discutido arduamente con los acreedores y sólo se avanzó cuando se llegó a la aprobación de más de las dos terceras partes de ellos. Es el porcentaje establecido por las legislaciones nacionales cuando se produce una quiebra. Es lo que se respetó y se dio por establecido, aunque no existiera una ley internacional escrita como en las legislaciones nacionales. El resultado de esa negociación tan difícil y dura fue muy ventajoso para la Argentina. Se logró un ahorro neto y porcentual mucho mayor del que obtuvo el presidente Rafael Correa, de Ecuador, cuando declaró ilegal un tramo de su deuda. En ese momento representó la quita más importante en la historia de las reestructuraciones de deuda en el planeta.
Oponer la declaración ilegal de la deuda con la reestructuración exitosa que logró el kirchnerismo resulta muy forzado; y cuando se utilizó de esa manera, generó paradojas. Quien así lo hizo terminó aliado a fuerzas políticas que tomaron esa deuda ruinosa cuando fueron gobierno, para oponerse a la fuerza política que en definitiva logró una quita fenomenal del 70 por ciento.
En esa línea, este falso nacionalismo termina muy cerca de las campañas de difamación de los grupos de poder afectados por esa política soberana. La estrategia que usó la Argentina para reestructurar su deuda generó el rechazo de los prestamistas internacionales, pero al mismo tiempo dividió ese frente. El artículo que publicó ayer el diario norteamericano The New York Times es ilustrativo. Para el diario “es difícil sentir simpatía por Argentina” porque llevó a cabo una “brutal reestructuración, cuando razonablemente podría haber sido más generosa”. Pero advierte que los fallos del juez Griesa y el de la Corte Suprema norteamericana pueden perjudicar “a países cuyos problemas financieros son mucho más graves”. El editorial de este diario conservador confirma que los que se opusieron a esta reestructuración de la deuda con argumentos supuestamente nacionalistas quedaron fuera de un hecho histórico en el tema que les interesa, y que la Argentina aparece en esta batalla legal como exponente de una gran cantidad de países que serán muy afectados según la forma en que se defina esta situación. The New York Times advirtió también que los fallos de Griesa y la Corte pusieron en riesgo el carácter de Nueva York como capital financiera del mundo. Muchos de los países que tomen deuda lo pensarán dos veces antes de decidir pagar en bancos de esa ciudad o aceptar contratos bajo esa jurisdicción que cierra todos los caminos a cualquier reestructuración en caso de crisis.
El discurso de la Presidenta en Rosario por el Día de la Bandera se puso en línea con la estrategia que se inició en el gobierno de Néstor Kirchner. El Gobierno no está empeñado en no negociar. Por el contrario, es el principal interesado en hacerlo. De hecho le ha ido bien cuando lo hizo. Pero no hará nada por este 1 por ciento de los acreedores que ponga en riesgo la reestructuración exitosa que había logrado con el 92,4 por ciento de ellos. Con esos parámetros, cualquier negociación que emprenda será bastante dura. Los buitres también lo saben y por eso tratarán de capitalizar lo más posible sus triunfos judiciales en Nueva York. Podrían empujar al default a la Argentina para condicionar de esa manera al próximo gobierno. Pero el kirchnerismo podría convertir esa crisis en una causa nacional que potencie a sus candidatos y lo mantenga en el poder. Cuanto más se prolongue en el tiempo, el hilo se hará más delgado y comenzará a incidir con más fuerza el debate abierto entre los Estados y los organismos financieros internacionales que buscan dejar una puerta abierta a las reestructuraciones de la deuda externa. Los buitres, a su vez, tratarán de incidir sobre las contradicciones políticas internas, como lo hicieron cuando convocaron a una reunión en San Pablo, Brasil, en abril del año pasado, para financiar a grupos de caceroleros que se movilizaron en el 18-A. El fondo NML, del que participa Paul Singer y el que llevó adelante la causa contra la Argentina en el juzgado de Griesa, financia a la ONG Vital Voices de la que es co-fundadora la diputada del PRO, Laura Alonso. Casualmente fue esta legisladora una de las que recibió con más alabanzas el fallo de la Corte norteamericana contra la Argentina. “Es una demostración de la independencia de la Justicia en ese país”, dijo. Seguramente habrá más situaciones de este tipo que no se han hecho públicas. Todo lo que debilite al Gobierno, es ganancia para ellos.
Las decisiones judiciales pusieron a los buitres en el cenit; es su momento de mayor fuerza. A medida que pase el tiempo comenzarán a incidir otros factores. A la Argentina le interesa negociar. A ellos les interesa apurar definiciones, quieren negociaciones rápidas o desgastar a este gobierno para condicionar a los que vengan. Son varios los escenarios posibles. El proceso recién empieza.
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