EL PAíS › LA IMPRESIONANTE INVASIóN DE MáS DE CIEN MIL HINCHAS ARGENTINOS A LA ACOGEDORA PORTO ALEGRE
En caravana o a pie hacia el estadio Beira Río, escenario del partido, un río de camisetas hablando en español.
La invasión argentina en Porto Alegre fue realmente impresionante. No fueron los 200 mil estimados por los gobiernos de ambos países, pero sí un poco más de la mitad, y por supuesto más del doble de los que tenían entradas para el partido. Desde bien temprano a la mañana, la avenida Borges de Medeiros estaba repleta de camisetas argentinas, de hinchas dispuestos a caminar los más de dos kilómetros que separan el centro de la ciudad, donde se encuentra el antiguo mercado El Brique da Redencao –lugar de encuentro de los Gaúchos–, hasta el renovado estadio Arena Beira Río, con su fachada moderna y imponente.
La “banda loca de la Argentina, la que de las Malvinas nunca se olvida, la que deja la vida por los colores, la que le pide huevo a los jugadores, para ser campeones...” avanzó cantando entre abrazos, fotos, banderas, risas y cervezas; entre vendedores de remeras truchas a 50 reales y entre buscavidas que cobraban dos reales por una foto con una Copa FIFA de yeso; con absoluta libertad por la avenida Medeiros, subiendo y bajando lomas, atravesando un puente, como una verdadera marea de gente.
La suerte cambió unos 400 metros antes del estadio, cuando los hinchas que caminaban, con o sin entradas, se encontraron de golpe con un vallado especial, custodiado celosamente por la Brigada Militar y la Policía Montada. De ahí en adelante, sólo podían ingresar los hinchas que tenían entradas. El sueño de sentir el partido desde afuera, como sí había sido posible en el Maracaná y en el Mineirao, quedaba ahí sepultado. Ninguna explicación era válida. “Sólo pasan los que tienen tickets”, repetía una oficial de la policía local, megáfono en mano.
Toda una pésima noticia para el grupo de hinchas argentinos que anoche, aprovechando la oscuridad del inmenso Parque Marinha do Brasil, le buscaban la vuelta al estadio del Internacional de Porto Alegre, sus puntos débiles para intentar vulnerarlo a la hora del partido.
Cuatro muchachos de Ramos Mejía caminan un rato juntos. “Esto es una locura, no puedo creer la cantidad de gente. Reventamos la ciudad”, dice uno, que cuenta que recorrieron casi 2000 kilómetros en auto para ver sólo este partido de la Selección y luego irse a pasar unos días a Río de Janeiro, a la playa.
Una pareja de hinchas del Inter, envueltos en una colorida bandera de Rio Grande do Sul, se quejan de la ausencia de Andrés D’Alessandro en el equipo de Sabella. “El está en un gran momento, se lo merecía, es un gran jugador y aquí lo queremos mucho”, dice el hombre, de unos 35 años; su compañera sonríe y asiente con la cabeza. Un hincha colombiano dice estar “maravillado” con el colorido argentino y por momentos se prende con los cantitos y sonríe. No tiene tickets, pero dice que verá el partido desde el Fan Fest de esta ciudad, donde ya desde las ocho había que hacer unas cinco cuadras de cola para ingresar.
Un grupo de hinchas de la peña Sin Papas (fritas) no hay Peña, de la localidad de Casares, provincia de Buenos Aires, camina dentro de la marea de gente y busca comprar cervezas frías que se ofrecen en puestos oficiales a razón de tres por doce reales; los precios en Porto Alegre son apenas un poco más bajos que en las otras ciudades sede de la Copa.
Un capítulo aparte fue la cuestión de la reventa de entradas. Por Internet era imposible comprar, porque no había oferta y, en la calle, según pudo averiguar Página/12, hubo quienes pedían hasta 2000 dólares por ticket. La gran cantidad de argentinos agotó la capacidad de los hoteles de la ciudad y hasta hubo hinchas que subalquilaban sus habitaciones a 300 dólares la noche.
Pero, de todos los argentinos, los que dieron la nota fueron los más de 2500 que montaron campamento en el Parque Farroupilha, a unas 15 cuadras del centro de la ciudad.
Los diarios destacaron el enfrentamiento entre un grupo de hinchas argentinos y brasileños en Cidade Baixa, la zona de bares que eligió la mayoría de los argentinos para salir a la noche, y que terminó con un argentino herido de bala en un muslo.
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