Mié 03.09.2003

EL PAíS  › EL ROL FRANCES EN LA GUERRA SUCIA

La letra con sangre

La doctrina que la dictadura aplicó en la guerra sucia nació en las selvas de Indochina y las calles escarpadas de Argel. Fue concebida por el ejército francés para sus guerras coloniales e importada por sus discípulos argentinos sin reflexión sobre sus consecuencias. Hasta el concepto de subversión fue importado. Los franceses también instruyeron al ejército de los Estados Unidos, que aplicó las mismas técnicas en Vietnam. Durante la Operación Fénix, 20.000 personas desaparecieron en Saigón.

Por Marie-Monique Robin

Fueron los años más negros de América Latina. El 24 de marzo de 1976, cuando el general Videla tomó el poder en la Argentina, todos los países del Cono sur estaban ya bajo la férula militar. Ejecuciones sumarias, torturas, desapariciones. Stroessner en Paraguay, Pinochet en Chile, todos ejercen una represión feroz en nombre de la lucha contra el comunismo. ¿Cómo se llegó a ello? Sin duda, la sombra de los Estados Unidos planea sobre las dictaduras latinoamericanas. Menos se conoce el rol jugado por Francia en su juventud, especialmente en la Argentina. La investigación comienza en Théoule-sur-Mer, al sur de Francia. Noviembre de 2002. Ex legionarios, paracaidistas, pieds noirs, o miembros de la OAS, los nostálgicos de la Argelia francesa se reúnen.

–Cuarenta años después de nuestro desarraigo, queremos rendir especial homenaje a todos aquellos de los nuestros que cayeron en defensa de la Argelia Francesa.

El decano del agrupamiento es el coronel Lacheroy, de 96 años, quien fue condenado a muerte por su participación en el putsch de los generales de Argelia. Es un testigo fundamental, porque para comprender la influencia de los franceses sobre las dictaduras latinoamericanas es preciso remontar el hilo del tiempo e internarse en la historia de las guerras coloniales. Todo comenzó en 1951, durante la guerra de Indochina. Designado al mando de un regimiento, Lacheroy fue fascinado por la organización del Vietminh, que tenía a raya a los más numerosos y mejor equipados franceses.

Coronel Charles Lacheroy: –Llegué a Indochina y enseguida leí de punta a punta el Libro Rojo de Mao Tse Tung. Fue el primero que me hizo comprender que lo que llamaban la retaguardia es más importante que la tropa y que antes de la tropa hay que ocuparse de la retaguardia. El enemigo que tenía enfrente en Indochina era hábil para servirse de la población. Era imposible llegar a un lugar sin que el enemigo lo supiera.

Así se conoció la teoría de la guerra revolucionaria. Para Lacheroy, el Vietminh era un agente del comunismo internacional que operaba bajo la máscara del independentismo. Su arma era el adoctrinamiento de la población. En consecuencia, en la guerra revolucionaria no hay más línea del frente porque el enemigo está en todas partes. El 7 de mayo de 1954 los vietnamitas ganan la batalla de Dien Bien Phu, y con ella la independencia. Para los franceses es una humillación. Ex resistente, el capitán Paul Aussaresses asiste al colapso.

General Aussaresses: –La derrota fue un shock. La mayoría de los militares franceses descubrieron que había que extraer las lecciones de esa derrota para evitar la misma desilusión en Argelia.

Durante la guerra de Argelia el Estado Mayor del Ejército adhirió definitivamente a la doctrina de la guerra revolucionaria, llamada aún guerra subversiva. Su obsesión, cortar al Frente de Liberación Nacional de su retaguardia, es decir de la población. Para eso los franceses innovan. Cuatrocientos mil soldados son desplegados sobre el territorio argelino. Es la técnica de la cuadriculación, primera aplicación concreta de la teoría de Lacheroy. En enero de 1957, el ministro Robert Lacoste toma una decisión que tendría graves consecuencias. Delega el poder de policía en el coronel Massuh, que comanda la X División de Paracaidistas. Objetivo: aniquilar a la organización político-militar del FLN que multiplica los atentados terroristas en la capital argelina. Comienza así la Batalla de Argel, en la que los paracaidistas cercan [el barrio árabe] la Casbah pararastrear a los colocadores de bombas. Ya son los únicos que mandan. Su jefe, el coronel Marcel Bigeard, un ex resistente que ganó sus galones en Indochina.

–Usted dijo que al principio el rol de cana no le gustaba mucho...
Coronel Bigeard: –Por supuesto, hubiera preferido enfrentar a combatientes. Está más en nuestra naturaleza que hacer un trabajo de cana. Pero lo aprendimos rápido, éramos paracaidistas.
–¿Por qué le llamaron la Batalla de Argel?
Paul Aussaresses: –Era una acción para capturar personas armadas y matarlas.

La Batalla de Argel llegará a ser un modelo de la guerra contrarrevolucionaria. De enero a setiembre de 1957 los franceses inventan o sistematizan técnicas militares que permanecerán largo tiempo en secreto. No hay imágenes de archivo. Sólo las imágenes de una película de ficción ítalo-argelina realizada en 1965 permite reconstruir sus métodos. Boicoteada por las grandes redes de distribución, fue muy poco vista en Francia.

–¿Vio la película La Batalla de Argel?
Aussaresses: –Sí. Es magnífica. Muy próxima a la verdad. No se puede hacer mejor, está muy bien interpretada.
–¿Quién es el coronel Mathieu de la película?
Aussaresses: –Bigeard.

Mathieu/Bigeard, en la película: –Es una organización piramidal compuesta por una serie de secciones. Cada militante sólo conoce a tres miembros como máximo. Su responsable, que lo eligió a él, y sus dos subordinados, que él mismo elige. Debemos realizar las investigaciones necesarias para reconstruir toda la pirámide para llegar al Estado Mayor. La base de este trabajo es la inteligencia. El método es el interrogatorio. Y el interrogatorio se convierte en un método cuando se ejecuta de modo de obtener siempre una respuesta.
La Inteligencia
Bigeard: –Todas las tardes a las seis se reunían los capitanes en mi oficina, cinco comandantes de unidades. Para llegar al jefe había que seguir el hilo hacia arriba y dibujábamos el organigrama en el pizarrón. Como resultado, obteníamos la información e íbamos a donde estaba el tipo.
Aussaresses: –Había que quebrar la capacidad del FLN para cometer atentados y para eso era necesario obtener información, a cualquier precio.
–¿Para ustedes eso incluía el uso de la tortura?
Aussaresses: –¡Qué pregunta! Incluida la tortura, claro.
Bigeard: –Yo di la orden: ustedes deben actuar en forma contundente contra los que colocaban las bombas, interrogarlos duramente, no sacarles los ojos ni cortarles las orejas pero aplicarles la picana, electrodos para pasarles corriente eléctrica. La llamábamos “la gehgene”. No lo hice yo sino los hombres a mis órdenes, pero como jefe del regimiento yo soy el responsable.
Aussaresses: –Los escuadrones de la muerte eran suboficiales que Masssuh puso a mi disposición, cuyo número y nombre no revelaré nunca. Recorría toda la noche los regimientos preguntando a sus jefes y a los oficiales de informaciones qué habían hecho y qué habían conseguido. Cuando teníamos a un tipo que ponía una bomba lo apretábamos para quediera toda la información. Una vez que había contado todo lo que sabía, terminábamos con él. Ya no sentiría nada. Lo hacíamos desaparecer.

Escuadrones de la muerte, desaparecidos. El método fue inventado en Argelia. En aquel momento el prefecto de policía de Argel, Paul Teitgen, fue el único que denunció la desaparición de 3024 prisioneros entre los 24.000 registrados oficialmente.

Teitgen: –En la cárcel no estaban. Preguntaba por alguno y me decían que desapareció. Los habían enviado a Bigeard. La gente de Bigeard les ponían los pies en cemento y los tiraban al mar desde helicópteros. Un método sucio. Así no se hace la guerra.

Sin embargo, desde mayo de 1958 las técnicas de la Batalla de Argel comenzaron a enseñarse en un Centro de Entrenamiento en Guerra Subversiva creado por el ministro de Defensa, Jacques Chaban-Delmas, a iniciativa de Bigeard. Pronto formaría a oficiales franceses, pero también portugueses e israelíes. La Batalla de Argel tuvo su manual, titulado La guerra moderna, escrito por el jefe de Aussaresses, el coronel Roger Trinquier, quien justificó en forma abierta la tortura como arma de la guerra antisubversiva. La transmisión se realizó en la Escuela de Guerra de París. Los primeros alumnos fueron argentinos. Entre ellos, el general Alcides López Aufranc, quien participaría en el golpe de Estado de 1976. En 1957 fue seleccionado por el Estado Mayor argentino para iniciarse en lo que ya se llamaba la doctrina francesa. La clave del curso era un mes de práctica en Argelia.

López Aufranc: –Los profesores tocaban siempre el tema de la guerra revolucionaria. Era algo totalmente nuevo para nosotros. En América Latina no conocíamos ese tipo de problemas. Había luchas políticas, a veces violentas, pero no subversivas. No conocíamos la importancia de la población en ese tipo de guerra. Para nosotros sólo existía la guerra clásica, con infantería, fusil, carros, cañón. Jamás habíamos imaginado un enemigo capaz de matar con un cuchillo o de estrangular a alguien con una cuerda. Con la sangre se aprende mucho.

Los métodos de la Batalla de Argel fueron exportados por primera vez a la Escuela Superior de Guerra de Buenos Aires. En 1959 los ejércitos de Francia y la Argentina firman un acuerdo que prevé la creación de una misión militar francesa permanente, cuyos asesores se instalan en Buenos Aires, en la sede del Estado Mayor. Todos son veteranos de Argelia que actúan en el mayor secreto. Hasta hoy el tema es tabú. Ninguno aceptó hablar ante una cámara del rol de la misión.

Coronel Bernard Cazaumayou, quien integró la misión entre 1962 y 1965:
–Viajamos a pedido del Ejército argentino para enseñar la guerra revolucionaria. La misión cumplió esa tarea y ninguna otra. No me interesa hablar.

Pagados por el Ejército argentino, los franceses hacen traducir los libros del coronel Trinquier, dirigen cursos y publican artículos en la Revista Militar. El tema es siempre la guerra antisubversiva, como lo reconoce de inmediato el coronel Robert Bentresque.

Coronel Bentresque: –La guerra antisubversiva es una guerra secreta.
–Frente a un enemigo que...
–No son tipos con los que usted pueda salir a tomarse un whisky.
La influencia de los franceses culmina en 1961 con la organización del Primer Curso Interamericano de Guerra Contrarrevolucionaria, en el que participan militares de 14 países. Su director fue López Aufranc, quien confió la planificación a los militares franceses.
–¿Había oficiales de todo el continente?
López Aufranc: –Sí, de todo el continente, inclusive de los Estados Unidos. Todos los oficiales de América del Norte y del Sur se reunieron en nuestra Escuela Superior de Guerra. Bentresque fue mi más directo colaborador.

A Bentresque siempre le costó asumir ese rol.

Bentresque: –Lo hicieron técnicos argentinos. Digamos que ellos usaron nuestro curso para elaborar el propio.
–¿Es cierto que los Estados Unidos estaban celosos?
López Aufranc: –Claro, querían que los franceses se fueran. Veían con mal ojo el rol de Francia. Pero los americanos no sabían nada de la guerra revolucionaria. Aprendieron al mismo tiempo que nosotros.

En un oficio dirigido a su cancillería, el embajador francés Blanquet de Chaillat confirma los celos de los estadounidenses. Ironía de la historia. Aunque había sido realizada para denunciar la guerra sucia desarrollada por los franceses, la película La Batalla de Argel se usó en la Argentina para entrenar a los militares en la lucha antisubversiva. ¿Quién suministró la copia de la película? Misterio. Marie-Monique Robin entrevista a los ex cadetes de la Armada Julio César Urien y Aníbal Acosta, a quienes se les proyectó la película en 1967. Cinco años después los dos oficiales fueron apresados y dados de baja de la Armada por denunciar el uso de la tortura.

Julio César Urien: –No son recuerdos agradables, porque todo eso lo viví en carne propia.
–¿Quién les proyectó esa película en la Escuela Naval?
Urien: –El director de estudios y el capellán naval, que la acompañaba con un punto de vista religioso.
–¿El capellán justificaba los métodos de la Batalla de Argel?
Aníbal Acosta: –Absolutamente.
–¿Incluso la tortura?
Urien: –Sí. La tortura no era considerada un problema moral sino un arma de combate.
Acosta: –Un sector de la jerarquía católica sostuvo ese tipo de práctica. Nos presentaron esa película para prepararnos para un tipo de guerra que no era la que nos llevó a entrar a la Escuela Naval, la guerra regular. Nos preparaban para una guerra irregular, nos iban acostumbrando de a poco a esos métodos que se emplearían más adelante. Nada que ver con la guerra contra un enemigo exterior. Nos preparaban en misiones policiales contra la población civil que pasó a ser el nuevo enemigo.

Escuela de las Américas, en Panamá. Su nombre siempre se ha asociado a la historia de las dictaduras latinoamericanas. Creada en 1946 por los Estados Unidos, a mediados de la década de 1960 se especializó en la guerra antisubversiva. En nombre de la lucha contra el comunismo, 60.000 oficiales latinoamericanos serán entrenados en la que se llamará “Escuela para dictadores”. Es una historia conocida. Lo que se conoce menos es el rol de los franceses en la formación de los instructores norteamericanos. Todo comenzó en 1960, cuando Pierre Messmer es nombrado ministro deDefensa. Fue contactado por los norteamericanos cuando se perfilaba la guerra de Vietnam.

Pierre Messmer: –Les interesaba la teoría de la guerra revolucionaria. Pidieron asesores. Enviamos gente que tenía experiencia. Era sobre todo cuestión de experiencia.
–Y Aussaresses, ¿cómo llegó a ser instructor en Fort Bragg?
Messmer: –Porque era un especialista. Cuando los norteamericanos pidieron asesores técnicos supongo que el Estado Mayor del Ejército consultó sus listas y designó gente que hubiera estado en Argelia y hubiera tenido la misión de interrogar prisioneros.
–Y Aussaresses era uno de los mayores especialistas en la guerra revolucionaria.
Messmer: –Aussaresses me parece que no es un pensador, es un ejecutor.

1961. El teniente coronel Aussaresses es nombrado en la agregaduría militar en Washington, de la que dependen diez oficiales de enlace. Todos eran veteranos de Argelia. Fueron distribuidos en distintas escuelas militares estadounidenses. Aussaresses fue destinado a Fort Bragg, sede de las fuerzas especiales que intervendrían masivamente en Vietnam.

–¿Qué enseñó allí?
Aussaresses: –Enseñé las condiciones en las que hice un trabajo que no era el normal en una guerra clásica, las técnicas de la Batalla de Argel, arrestos, inteligencia, torturas.

El general John Jons y el coronel Carl Bernard son dos ex alumnos de Aussaresses en Fort Bragg. Veteranos de Vietnam, hoy militan contra el uso de la tortura. Confirman que a principios de la década de 1960 ni habían oído hablar de guerra subversiva.

General John Jons: –No teníamos ninguna experiencia, por eso hicimos venir instructores de Francia y leímos artículos y libros sobre la experiencia francesa.
Coronel Carl Bernard: –Leímos La guerra moderna, de Trinquier. Aussaresses, que había trabajado con Trinquier, nos trajo las pruebas de imprenta a Fort Bragg en 1961. Lo leímos en detalle y por desgracia yo fui uno de quienes lo estudió a fondo. A partir de ese libro se concibió la Operación Fénix. Envié el libro a Robert Comer, que trabajaba en la Casa Blanca.

En 1967 ese agente de la CIA fue designado jefe de la oficina en Saigón. Dirigió una unidad de escuadrones de la muerte, acusado de eliminar las redes del Vietcong dentro de la población. Fue una guerra muy sucia, bautizada Operación Fénix.

Coronel Bernard: –Fue una copia de la Batalla de Argel. El resultado fue trágico y estoy usando un eufemismo. Hubo un mínimo de 20.000 personas asesinadas, civiles. Paul Aussaresses nos enseñó en Fort Bragg la importancia capital de la inteligencia en ese tipo de guerra, cómo obtenerla y cómo explotarla. Y nos explicó la tortura. Tomaba un prisionero. En general lo convencía de hablar. La mayoría hablaba. Pero al que no quería, lo sometía a sufrimientos físicos, sufrimientos mortales que hacían que terminara por hablar. Explicaba que si otro prisionero asistía a la sesión de tortura se convencía de hablar porque sabía que sería el siguiente. El problema adicional era qué hacer con el prisionero torturado. La respuesta de Aussaresses es que debían ser ejecutados. –¿La mayoría de sus alumnos fueron enviados a Vietnam?
Aussaresses: –Sí, fueron al trabajo, en Vietnam. Volví a encontrar a algunos cuando fui agregado militar en Brasil en 1973. Tuve una relación muy estrecha con los militares brasileños. Era una dictadura militar. Brasil ayudó considerablemente la acción del general Pinochet contra Allende.

En 1973 la represión se abate sobre la izquierda chilena. Los sobrevivientes contaron que oficiales brasileños dirigían las sesiones de tortura. ¿Fueron formados por Aussaresses?
El ex jefe de la DINA, Manuel Contreras, responde en su lugar de detención en la base militar en donde comenzó el golpe de 1973. Puede decirse que está en familia, rodeado de sus custodios y su equipo médico: “Eramos admiradores de la OAS dentro del ejército, por su valentía y combatividad. Era un modelo”.

–¿Conoció al general Aussaresses?
Manuel Contreras: –No lo conocí pero envié a muchos oficiales chilenos para que los entrenara, en Manaos. Cada dos meses le mandaba un nuevo contingente de oficiales para que los entrenara. El trabajaba habitualmente en la sede del Servicio de Inteligencia, pero viajaba a Manaos para el entrenamiento.

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