EL PAíS
Con el ánimo más templado la UCR mira el futuro
Después de la hecatombe y el repudio, tuvieron derrotas dignas y alguno que otro triunfo. Ahora se preparan para elegir presidente y hacer planes.
› Por José Natanson
Luego de unas cuantas derrotas dignas y algunos triunfos, los radicales enfrentan el futuro con el ánimo un poco más templado. A fin de año elegirán nuevas autoridades partidarias: el favorito es el chaqueño Angel Rozas, que cuenta con el apoyo de los caudillos del interior e imagina el lugar como un trampolín para su candidatura presidencial en 2007. Pero no le resultará tan fácil. Otros gobernadores también aspiran al cargo, mientras que el último alfonsinista vivo, Federico Storani, propone una conducción colegiada. Sea quien fuere el nuevo jefe partidario, el desafío que le espera no parece sencillo: articular la colección de liderazgos distritales y devolverle presencia nacional a un partido que, por más recuperado que esté, todavía sufre el eterno complejo de inferioridad frente al peronismo.
Para sorpresa de muchos, el radicalismo demostró su vitalidad electoral a lo largo del año. Le arrebató Tierra del Fuego al PJ; retuvo Catamarca, donde derrotó cómodamente a la hermana de Luis Barrionuevo, y Río Negro, donde Miguel Sáiz se impuso frente a Carlos Soria. El domingo pasado, el delfín de Angel Rozas, Roy Nikisch, le sacó once puntos de ventaja a Jorge Capitanich en Chaco y un radical prácticamente desconocido, Héctor Roquel, se dio el gusto de mojarle la oreja al mismísimo Néstor Kirchner en Río Gallegos. Ese mismo día, la UCR bonaerense liderada por Storani sorprendía obteniendo el nueve por ciento de los votos.
A fin de año, la UCR controlará unas 600 intendencias y al menos cuatro provincias. Tiene chances de triunfar en Mendoza, Chubut y Corrientes. Y seguirá siendo la segunda fuerza legislativa, con un bloque de 50 diputados nacionales y 20 senadores. No es poco para un partido que hace menos de dos años fracasaba estrepitosamente en el gobierno, con un presidente que huía por los techos en medio de un país incendiado.
Frente a este panorama moderadamente optimista, los radicales –que a veces parecen chicos que no aprenden– ya comenzaron con las internas con vistas a la renovación de autoridades de fin de año. Hasta ahora, el candidato con más chances es Rozas. A partir de diciembre, cuando deje la gobernación, el chaqueño buscará convertir su potencia provincial en un liderazgo con proyección nacional.
No es el único. El catamarqueño Oscar Castillo y el rionegrino Pablo Verani también finalizan su mandato a fin de año, y creen que la jefatura partidaria podría ser un buen lugar para seguir adelante. A ellos se suma otro futuro ex gobernador, el mendocino Roberto Iglesias, que sin embargo tiene un antecedente en contra: en las presidenciales de abril jugó con López Murphy, lo que le valió el repudio de muchos de sus compañeros de partido.
Lo de Storani es diferente. Con Jesús Rodríguez refugiado en el silencio, Leopoldo Moreau golpeado por el bajón de las presidenciales y Enrique “Coti” Nosiglia dedicado –por así decirlo– a la actividad privada, Storani se convirtió en el último alfonsinista en pie. El resultado del domingo le permitió consolidarse como líder de la UCR bonaerense y ahora, con los títulos revalidados, elabora un proyecto propio para el partido: propone una conducción colegiada que integre a todos los sectores y compense la falta de liderazgos nacionales.
Más allá del resultado de la disputa, el futuro no parece tan sencillo.
El primer desafío, el más urgente, es de articulación. Con Raúl Alfonsín semi-retirado, los gobernadores e intendentes no cuentan con un jefe partidario que los conduzca. “Son liderazgos comarcales, distritales, que hay que unir. Es la tarea más importante”, explica Rozas a Página/12.
La segunda asignatura es la alarmante debilidad que el radicalismo exhibe en algunos distritos. El más grave es la Capital, donde el sector de Jesús Rodríguez apostó a Cristian Caram, el de Gabriela González Gass jugó con Aníbal Ibarra y el de Nosiglia se asoció a Mauricio Macri. Los dirigentes se distanciaron a tal punto que no se hablan entre sí. En semejante anarquía, algunos creen que el distrito debería ser intervenido. Otra de las cuestiones de difícil resolución es la postura frente al gobierno de Kirchner, cuya gestión achicó el espacio de la crítica. “Estamos de acuerdo con muchas cosas, pero vamos a estar muy atentos a las cuestiones institucionales. No queremos un Congreso levantamanos o que se repitan episodios como la reelección inconstitucional de Eduardo Fellner, que el Presidente apoyó”, define Storani.
El último desafío es el más complicado. Con la caída de De la Rúa, el radicalismo perdió su último líder con proyección nacional. Ahora podrá exhibir algunos caciques provinciales, pero está lejos de contar con un dirigente que nuclee a su dispersa estructura y enfrente con alguna chance a un peronismo capaz de desdoblarse y mutar, y que, al menos por ahora, parece invencible.