EL PAíS
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Las dos deudas
Por Julio Alak *
En pocos meses de gestión, el presidente Néstor Kirchner ha dado señales claras del país que quiere. Y ese gesto de autoridad ha sido suficiente para restituirnos a los argentinos el sentido de la autoestima y, más todavía, la valoración de nuestro destino como comunidad nacional en los tiempos traumáticos de la globalización. El Presidente de la Nación borró de un plumazo aquella temeraria frase de Nicolás Avellaneda: se resiste a pagar a los acreedores externos “sobre el hambre y la sed de los argentinos”. Por eso la discusión de estas horas con los tenedores privados de la deuda argentina en default adquiere un sentido relevante. No sólo por los 102.000.000 millones de dólares en juego, sino por las consecuencias que la negociación tendrá en el incipiente proceso de recuperación de nuestra economía. La deuda externa no es la única que condiciona y limita el despegue argentino.
La deuda social, derivada del proceso de agudización del desempleo y de la proliferación de la pobreza y de la marginalidad, constituye un pagaré acaso más gravoso que el default externo, de aquí a varias generaciones.
El escenario está planteado. Sin crecimiento global de la economía y fortalecimiento de las exportaciones no habrá solvencia fiscal. Esta última es la demanda básica del frente acreedor, en el que coinciden, con matices, desde los países centrales (Estados Unidos y las potencias europeas) hasta los organismos multilaterales de crédito. El FMI, emblema máximo de esa entente, no es neutral. Más bien asume el rol de abogado defensor y querellante a la vez de los acreedores. Habría que recordarle, como ya lo hizo el Presidente, la cuota de responsabilidad que tuvo en el estallido de la economía nacional después de una década de considerarnos como “el mejor alumno” de las políticas regimentadas desde Washington y los centros del poder financiero trasnacional. Kirchner sabe que no está solo en esa pelea y, sobre todo, que no lo estará después. Lo acompañan la dirigencia sensata y la inmensa mayoría del pueblo argentino.
Si logra cerrar un acuerdo equitativo y razonable, después vendrá el test más difícil: satisfacer a los acreedores internos que quieren vivir, con toda razón y derecho, en “un país en serio”.
* Intendente de La Plata.