EL PAíS
› UNA OSCURA INFLUENCIA EN LA SOCIEDAD CORDOBESA
Acto de reparación histórica
› Por Luis Bruschtein
“Primero vamos a brindar en la Casa de la Moneda y después vamos a mear el champagne en el Pacífico.” Esa fue una de sus frases. “No se trata pues de reconciliar a nadie con nadie, pues la lucha no ha terminado. No hay tiros ni bombas, pero la lucha transcurre silenciosa y tenaz por el dominio de las mentes.” Esta es de su puño y letra, publicada por el diario La Prensa en 1989. Parecen producto de un borracho subnormal, pero se trata de Luciano Benjamín Menéndez, un general que tuvo gran predicamento en las Fuerzas Armadas y respetado por partidos políticos cordobeses.
El sujeto en cuestión fue uno de los hombres con más poder en la Argentina durante la dictadura. El simplismo brutal de Menéndez hizo que el viejo Partido Comunista forzara la diferencia entre “generales pinochetistas”, como Menéndez, y “generales democráticos”, como Jorge Rafael Videla. Los estrategas comunistas, seducidos por el videlista Roberto Viola y las internas de poder de los generales, cerraban los ojos a la Doctrina de la Seguridad Nacional, el terrorismo de Estado y la economía liberal en la que coincidía toda la cúpula castrense.
Lo extraño del asunto era que Menéndez quería declararle la guerra a Pinochet. Como las Fuerzas Armadas eran dueñas de todo el poder, tenían un manejo absoluto del presupuesto y por lo tanto la Defensa llegó a tener partidas astronómicas. Cada general se disputaba la asignación de dinero según el área que tenía bajo su mando. La hipótesis de guerra con Chile favorecía al Tercer Cuerpo que comandaba Menéndez. Y la de guerra con Gran Bretaña por las islas Malvinas apuntaba al Primero y al Quinto Cuerpo. En cambio la hipótesis de guerra con Brasil fortalecía al Segundo Cuerpo.
En ocho años de dictadura las hipótesis de guerra estuvieron a la orden del día y así crecían y variaban las órdenes de compra de armamentos según el cretinismo de estos tipos y sus disputas internas. Porque en esa lógica patética, la capacidad de fuego bajo su mando incidía en sus disputas internas sin que les importara llevar a la guerra a todo el país. Esa pelea por el liderazgo también se daba en el plano de la represión donde se computaba la cantidad de “marxistas y subversivos” muertos.
En 1978, el país, conducido por esta banda de energúmenos, estuvo a punto de declarar la guerra a Chile, lo que favorecía a Menéndez. En Mendoza se movilizó la defensa civil y la población entró en pánico cuando se organizaron campos de concentración para los residentes chilenos y, previsoramente, comenzaron a llegar los ataúdes para las posibles bajas. En una sociedad aturdida y atemorizada por el terrorismo de Estado y una inminente guerra contra un país vecino, Menéndez hizo ese chiste de ir a mear champagne en el Pacífico.
La carrera armamentista desmesurada interarmas e intercuerpos tenía que desembocar en una guerra, además de la represión. Pero en 1979, la hipótesis de guerra con Chile se desinfló y comenzó a priorizarse la guerra en las islas Malvinas. Y Menéndez perdió protagonismo hasta que se sublevó contra Roberto Viola. La excusa fue la liberación del periodista Jacobo Timerman a raíz de la presión del presidente norteamericano James Carter. Este general, que tuvo tanto prestigio entre sus camaradas, se rindió sin disparar un solo tiro. En realidad, Menéndez nunca disparó un solo tiro contra ningún soldado enemigo armado, pero es acusado de decenas de asesinatos de civiles argentinos indefensos. El Nunca Más registra más de tres mil casos bajo su responsabilidad así como la existencia de los campos clandestinos de detención de La Perla y la Rivera, dos de los más activos en todo el país.
En 1983, poco antes de finalizar la dictadura, Menéndez resurgió para anunciar que se afiliaba al Partido Federal. El tipo quería hacer política. Pese a su manifiesta brutalidad y su incapacidad para concebir un pensamiento político democrático, más de una vez se afirmó que tenía muy buena relación con la Línea Córdoba de la UCR, que dirigían EduardoAngeloz y el ex vicepresidente Víctor Martínez. Numerosos intendentes de esa filiación siguieron siéndolo bajo su gobierno.
Después se vanaglorió de ser votante de la UCeDé de Alvaro Alsogaray y Germán Kammerath, el actual intendente de Córdoba, ex aliado del justicialismo. Hasta muchos años después de la dictadura, Menéndez mantuvo una influencia oscura en Córdoba apoyado en la hipocresía de la alta sociedad cordobesa y de un sector de la politiquería y de los medios de esa provincia. Refugiado allí, fue de los responsables del terrorismo de Estado menos molestado en Argentina. Por esa razón, el hecho de que ahora la orden de su detención surgiera del seno de la Justicia cordobesa tiene un peso simbólico, como un acto de reparación histórica para los miles de desaparecidos, presos, torturados y exiliados que hubo en Córdoba.