Mar 25.11.2014

EL PAíS  › OPINIóN

Temas de agenda, temas pendientes

› Por Washington Uranga

Queda claro que la agenda político-electoral se anticipó y que, aun cuando en la mayoría de los casos se trata de intercambios vacíos, los fuegos de artificio ya comenzaron a verse en el firmamento. Es el momento entonces de ir estableciendo algunos temas para el debate serio y profundo que exige el momento. Y de hacerlo con responsabilidad política, al margen de la banalización.

Desde el oficialismo se insiste una y otra vez en lo logrado. Ha sido el eslogan de “la década ganada”. Es justo reconocer que en múltiples aspectos el país y cada una de las personas han avanzado. Pero no menos importante es entender que lo logrado en todos los niveles y sentidos es un nuevo piso y que hoy se requiere, además de asumir y corregir los errores que se puedan haber cometido, mirar hacia adelante, reinstalar una idea de futuro. Porque si bien hay derechos recuperados nunca estaremos en la plenitud de los mismos y todas las mejoras producidas no son suficientes para garantizar la calidad de vida digna de la totalidad de los ciudadanos y ciudadanas del país. Esta última sería la única meta aceptable para bajar los brazos y recostarse sobre los laureles de lo conseguido.

La oposición –de cualquier signo y color– no construye, no aporta, sobre la base de la negación absoluta hasta de los logros más evidentes e incontrastables y del oposicionismo histérico del “no porque no”, como sucede en la mayoría de los casos. El mejor botón de muestra es la absurda negativa a completar los jueces de la Corte Suprema de Justicia. Quienes dicen ser los defensores de la Constitución generan acciones que atropellan el máximo ordenamiento legal. No hay ninguna razón política que pueda justificarlo.

Recuperamos la democracia y celebramos que así sea. Defendemos nuestro estilo de vida. Pero la democracia necesita también de calidad política. Nos alegramos que los jóvenes participen de la política. ¿Pero qué escenario político le estamos ofreciendo? Esto sin dejar de lado que hay otras formas de hacer política al margen de los partidos tradicionales. Hoy la política pasa por las organizaciones intermedias, por los lugares de encuentro, de intercambio, de debate, de construcción científica, de las culturas. Sería necesario incluir en los temas de agenda algunas preguntas respecto de las nuevas formas de participación, sobre los ámbitos donde se genera lo social. Junto con esto habrá que interrogarse por los nuevos actores, dirigentes y líderes de la política. ¿Quiénes son? ¿Dónde están? Y encontrar también la manera alternativa de darle visibilidad a estos espacios y a los actores. Porque está claro que el escenario de los medios está tomado –en su gran mayoría– por la “vieja política”, que sigue siendo vacía de propuestas y, aún peor, farandulera.

Este es un tema pendiente. Sin intercambio honesto de ideas de manera pública, transparente, sin chicanas y golpes bajos, todos nos empobrecemos.

Luego hay una larga lista de otras cuestiones. Lo primero y más importante es cómo seguimos construyendo nuestra emancipación como comunidad, como nación, como región. Ya no se trata de pensar sólo en el desarrollo o en el progreso. Es necesario abrirnos a discutir la emancipación, es decir, el ejercicio de la libertad con autonomía en la diferencia. ¿Qué significa esto en la vida política, social, cultural? De allí se desprenden otros temas que no se han discutido a fondo. El nuevo rol del Estado y la participación de la Sociedad Civil en el proceso emancipatorio. Las políticas públicas como espacios inevitables de participación, de construcción político social y, en consecuencia, de lucha por el poder. ¿Cuáles son los mecanismos para arribar a acuerdos en democracia, asumiendo que en la diferencia el conflicto no sólo es inevitable sino imprescindible para el bien de la dinámica social?

Y si bien la lista podría ser muy larga (cada uno y cada una la puede acrecentar con sus propias miradas) no habría que dejar de lado una pregunta acerca de cómo y dónde producimos conocimiento válido e incorporable al quehacer de los actores para que todo lo que logramos no se nos escurra como agua entre los dedos. Construir la agenda de los temas pendientes y habilitar el debate genuino debería ser una tarea de este tiempo.

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