EL PAíS
El extraño caso del represor que logra impunidad en la burocracia
Hace siete años que le abrieron un sumario, pero Néstor Beroch, acusado por La Noche de los Lápices, todavía sigue en su puesto.
Hace siete años la Dirección General de Escuelas bonaerense le abrió un sumario y lo separó preventivamente de su cargo docente. “Como escribió Sarmiento en una carta al General Lavalle, todo lo que se dice de mí es una suma de inexactitudes”, se defendió en aquel momento el profesor Néstor Beroch. Pero lo que se dice de él no es poco. El legajo 3675 de la Conadep lo menciona como uno de los integrantes del grupo de tareas que secuestró a los estudiantes de La Noche de los Lápices y que comandó el operativo donde se asesinó a una docente jubilada y a su hija embarazada. En los testimonios del sumario, también se incluyeron las declaraciones de sus alumnos de la década del 90, quienes lo acusaron de malos tratos. A pesar de este nefasto currículum, la Dirección de Escuelas asegura que faltan pruebas para sancionarlo definitivamente y su expediente continúa esperando dictamen en el Tribunal de Disciplina. Mientras tanto, Beroch sigue trabajando en el área administrativa de Educación y, obviamente, cobrando su sueldo. Otro caso en el que la burocracia –o la falta de decisión– conduce a la impunidad.
“Había armado un grupo con los más corpulentos que tenía como misión, ante alguna indisciplina de otros compañeros, darles una paliza o manteada”, cuenta su ex alumno Diego Javier Leschinsky en el sumario. Esta técnica y otras similares, como hacerles bajar la cabeza y pegarles con la punta de una lapicera, eran las que usaba Beroch para poner orden en sus clases de Literatura en la escuela técnica Albert Thomas. En 1996, las denuncias de los organismos de derechos humanos reclamando su separación del cargo le impidieron al profesor seguir practicando sus métodos con los alumnos de La Plata.
“No tiene idoneidad moral para ejercer un cargo docente. Los maestros no sólo transmiten un conocimiento técnico sino la formación moral de los alumnos”, repiten los familiares de los chicos desaparecidos el 16 de septiembre de 1976 por reclamar el boleto estudiantil. Y tienen sus razones obvias: “Es contradictorio que tenga funciones de profesor la misma persona que actuó en forma directa en la represión”. De hecho, el Estatuto Docente de la provincia de Buenos Aires en el inciso b) de su artículo 6 señala que es obligación “observar dentro y fuera del servicio donde se desempeñe, una conducta que no afecte la función y la ética docente”.
Una historia “ejemplar”
Pocos años después de la dictadura, el suboficial retirado del Ejército Orestes Vaello declaró ante la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep) que en 1976 Beroch era parte del grupo de tareas conformado por militantes de la ultraderechista Concentración Nacional Universitaria (CNU). En su testimonio, incorporado al legajo 3675, el militar arrepentido detalla que el docente integró el operativo que el 3 de agosto de 1977 destrozó la casa de la familia Cañás en Villa Elisa y asesinó a María Angélica Banas y a su hija María del Carmen Cañás, embarazada de dos meses y medio. En la declaración, Beroch también es nombrado como uno de los hombres que secuestró a fines del ‘76 a Irma Ross de Rosetti, una joven de 21 años embarazada de cinco meses.
Su participación en los secuestros de alumnos secundarios durante La Noche de los Lápices aparece en los testimonios que brindaron ante la Cámara Federal de La Plata, Pablo Díaz, el único de los adolescentes sobrevivientes, y Martha Ungaro, hermana de Horacio, uno de los seis chicos que desaparecieron aquella madrugada de septiembre. Pablo Díaz denunció que Beroch integraba los grupos de tareas en los que participaban civiles y que habría identificado a alumnos para ser secuestrados. Incluso reconoció que el profesor “se había infiltrado entre los sectores universitarios y de trabajadores para luego charlar con la oficialidad de Inteligencia del Ejército”.
Pero la historia negra de Beroch comienza más de diez años antes. Según denunció la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, el profesorparticipó durante la década del 60 de otra agrupación de ultraderecha, Tacuara. En 1965 un juez de Bahía Blanca ordenó su detención en una causa por robo y asociación ilícita, en la que figuraba como “el jefe de Tacuara La Plata”. Beroch permaneció prófugo hasta 1972, año en el que prescribió esa causa.
Aunque niega todo su pasado, sus pasos recientes no dan lugar a dudas. En el 2001 concurrió al aeropuerto de Ezeiza para recibir al ex teniente Jorge Olivera, liberado por un tribunal italiano después de presentar un documento falso que lo desligaba de la desaparición de la francesa Marianne Erize. En la causa abierta al represor en Italia, el docente figura como imputado por colaborar en el armado y el envío de esa documentación. Su buen vínculo con el militar también le permitió conocer a Jorge Appiani, socio de Olivera y su abogado ante la Cámara Federal en el Juicio de la Verdad.
Un lento, lentísimo proceso
Desde hace siete años el profesor ya no dicta clases. El “relevo transitorio” que decidió la Dirección General de Escuelas no le permite estar al frente de un aula, aunque sí ocupar un cargo administrativo en la Jefatura de Región I de Educación Media.
El 13 de noviembre de 1996 la entonces subsecretaria de Educación bonaerense, Graciela Devoto, ordenó la apertura del sumario a Beroch por su presunta vinculación con los grupos de tareas que operaron durante la última dictadura. Aunque el abogado instructor Hernán Rodríguez debía entregar el trámite en sesenta días, recién dos años después concluyó que Beroch era inocente, y el Tribunal de Disciplina lo ratificó. Pero la última palabra la tenía Graciela Giannettasio, quien el 9 de septiembre de 1998 ordenó la reapertura del proceso y separó del cargo a Rodríguez por irregularidades.
El nuevo sumario a cargo de la instructora Estela Latorre concluyó en diciembre de 2001 con el pedido de exoneración del cargo “por incumplimiento de sus deberes de profesor” y la utilización de métodos impropios para un docente. Es decir, por las técnicas que sus alumnos denunciaron que usaba en clase y no por su participación en la dictadura.
Desde hace un año, el expediente espera el dictamen final en el Tribunal de Disciplina de Educación. La Dirección General de Escuelas considera que aún faltan pruebas para sancionarlo. Los organismos de derechos humanos no tienen dudas de que Beroch es un represor disfrazado de profesor.
Informe: Martina Noailles.
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