EL PAíS
Nuevos despidos y viejas internas en la Bonaerense
Por la investigación patrimonial, dos nuevos altos jefes fueron echados. Los que ganan con la virtual purga.
› Por Horacio Cecchi
La Bonaerense sigue dando sorpresas, aunque con su habitual sistema de darlas hacia afuera. Ayer, uno de los nombres que sonaba para dirigir la corporación fue corrido de la escena. Se trata del secretario general de la Bonaerense, Julio César Frutos. Frutos fue sumado al grupo de los acusados por enriquecimiento ilícito que será denunciado ante la Justicia. Lo acompañará el ahora ex director general de Coordinación Operativa, Héctor Rodolfo Díaz. Caído el ex jefe Alberto Sobrado y con Frutos fuera de escena, emerge como victorioso en la feroz interna el comisario Claudio Smith, ex detenido por la masacre de Villa Albertina. Curiosamente, la movida tuvo lugar al día siguiente del despido del jefe de los federales, Roberto Giacomino. Más allá del brutal impulso público a la transparencia, los nombres mencionados no lo son únicamente por sus cuentas en el exterior, bienes, licitaciones o ascensos, sino por lo que representan. Hace dos días, el gobernador Felipe Solá pareció acusar elípticamente al “Ñoño” Mario Naldi –ex jerarca de la Maldita y relacionado con algunos medios y con el negocio de la seguridad– de proveer informaciones falsas a la prensa. Ayer, el camino en la interna quedaba despejado para el emergente Smith, delfín predilecto del vapuleado “Ñoño”.
Dos hechos tan espectaculares se sucedieron en apenas 48 horas: el jueves, el despido de Giacomino tras la licitación directa sobre equipos de informática para el Hospital Churruca, y ayer la renuncia de los comisarios generales Frutos y Díaz, acusados de enriquecimiento ilícito. Los dos bonaerenses pasaron a sumarse al grupo de comisarios que serán denunciados ante la Justicia Penal en la investigación que algunos conocen como la “causa cosmética”, y que ya integran el ex jefe Sobrado, el ex mediático y gastronómico Degastaldi, y el ex estandarte de la represión a los menores y acusado de cobrar mensualidades por protección, Alberto Cánepa. “En el grupo –confió una fuente oficial–, también figuran Víctor Herrera y Regina Sonta.”
“El Negro” Herrera participó en la masacre de Andreani y fue elevado a jefe de la Departamental de San Martín. Fue nombrado con el regreso de la Maldita Policía, de la mano del penúltimo ministro de Seguridad y Justicia del entonces gobernador Eduardo Duhalde, Osvaldo Lorenzo, cuya caída catastrófica tuvo lugar 45 días después de ser nombrado, arrastrado por un golpe de imagen que derivó en masacre: la de Ramallo. Regina Sonta fue acusada por bienes difíciles de explicar: varios veleritos y propiedades. A “La Gorda” Sonta la vinculan con Naldi, lo que le valió el mote de “la sobrina del ‘Ñoño’”. Díaz había sido jefe de la Departamental de Bahía Blanca, cuando tuvo lugar el doble crimen de la parejita IglesiasChavarría.
Los nombres que se sumaron a la cosmética, Frutos y Díaz, multiplicaron su impacto porque fueron informados en conferencia por el ministro de Seguridad, Juan José Alvarez.
Pero los despidos de Giacomino y Frutos se produjeron dentro de una sucesión de acontecimientos, curiosidades o casualidades, según quién lo interprete, que exceden a los mismos despedidos. Una semana antes de ser sorpresivamente cambiado a la cartera de Desarrollo Humano, el ex ministro de Seguridad Juan Pablo Cafiero había sido no sólo confirmado en el cargo por Solá sino que, además, había anunciado varios reemplazos en la estructura de la Bonaerense. Se supone que se producirían en diciembre, cuando se deciden los ascensos y retiros. “Entre los que se iban estaba Smith”, reveló un ex comisario a este diario. Smith era uno de los nombres que, junto con Sobrado y Frutos, disputaban la interna de la jefatura.
Frutos se hizo conocido públicamente no por ser jefe de la Departamental de Quilmes, sino porque ostentando ese cargo, tras los asesinatos de los piqueteros Kosteki y Santillán emitió una circular a todos los jefes departamentales, que además hizo pública. En esa carta, cuestionaba crudamente al entonces presidente Duhalde, responsabilizando al poder político del desmadre que es la Bonaerense. Que Frutos no fuera expulsado ipso facto de la fuerza habrá que leerlo como un gesto. “Aunque pareció un castigo, lo protegieron sacándolo de escena”, aseguró un ex comisario. Lo protegieron para la misma fecha en que se desataba un cruce de acusaciones y tensiones solapadas entre Duhalde y Solá. A Frutos le tenían reservado un futuro prominente en la fuerza. Más tarde, Cafiero lo ascendió y designó como secretario general de la Bonaerense, uno de los cargos con mayor poder en la corporación. Ya se lo mencionaba como futuro jefe. Aquel gesto de la provincia a Duhalde no debía traerle buenos recuerdos.
Pero, como en la lógica matemática, Frutos era al ex presidente como Giacomino al actual. Giacomino se formó en el riñón de Carlos Ruckauf (ahora afín a Duhalde), y podría imaginarse tan molesta para Duhalde la idea de Frutos como jefe de la Bonaerense como para Kirchner la de Giacomino en la Federal. Aunque estrictamente sostenidas por la transparencia, ambas caídas fueron acompañadas con el gesto de la devolución de gentilezas.
Cafiero, aún ministro, había anunciado fuertes cambios en la Bonaerense, pero la corporación fue de reflejos rápidos. Y Juampi fue suplantado. Pero unos días antes del recambio, en la quinta de San Vicente pedían que un nombre no cayera en la purga: Claudio Smith, cuyo padre estuvo muy ligado a Duhalde. Smith, que en su pasado ostenta su detención por el caso de gatillo fácil en Villa Albertina, en 1985, superó así la causa cosmética de los enriquecimientos. No está claro que vaya a ser designado en el lugar dejado vacante por Sobrado. Pero según fuentes de la propia Bonaerense, “quieren nombrar a Eduardo Colacci y Angel Casafús como primero y segundo. Colacci y Casafús son dóciles. Abajo, como director general de Seguridad, jefe de toda la fuerza operativa, lo quieren poner a Smith”. De ser cierto sería una buena manera de mantener el poder desde las sombras.
Smith ostenta una formidable capacidad de eludir tempestades y tiene un argumento: es el delfín policial del “Ñoño” Naldi y fue su enlace con el entonces capanga Mario “Chorizo” Rodríguez. Naldi, a su vez, formó el tríptico de hierro de la Bonaerense: Ramón Verón, “el Coco” Rossi y “el Ñoño”.
Naldi es dueño de la empresa de seguridad Global Solution, especializada en cursillos para zafar de secuestros y en proveer de trabajo a comisarios. También es un abonado en la pantalla de los canales 9 y 26 como opinador de la inseguridad. Esta semana, tras el secuestro del padre de Cristian Traverso, Naldi fue convocado a la tevé para explicar los porqué de la inseguridad. Dio cifras y críticas. Al día siguiente, Felipe Solá, sin dar nombres, cuestionó a “ex comisarios vinculados al negocio de la seguridad” por “proveer de informaciones falsas a la prensa”. Al otro día, el delfín del cuestionado quedaba de hecho al frente de la Bonaerense.
Quizás, entonces, aparezca mucho más significativa que simbólica la insistencia de Solá, ayer, cuando tras el paso al costado de Frutos, respondía al periodismo: “El jefe de policía sigo siendo yo”.
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