Vie 10.10.2003

EL PAíS  › BIELSA DIJO EN URUGUAY QUE EL
CASO GELMAN ES “UNA CUESTION DE ESTADO”

Para que Batlle cuente lo que sabe

El canciller argentino, junto a su par uruguayo y en presencia de los presidentes de ambos países y Duhalde, destacó la importancia de encontrar los restos de la nuera del poeta para la Argentina. Batlle se mostró más predispuesto.

› Por Martín Piqué

“Nuestro gobierno considera que el problema Gelman es una cuestión de Estado”, aseguró el canciller Rafael Bielsa en la estancia Anchorena, la casa de campo del presidente uruguayo. Lo dijo ante un grupo de periodistas argentinos y uruguayos, con su par Didier Opertti a un costado y el propio Jorge Batlle detrás, rodeado de asesores y custodios. Con esa declaración, que el presidente Néstor Kirchner ya había hecho a Juan Gelman a principios de agosto, el Gobierno mostró su interés por avanzar hasta el final en el reclamo por la búsqueda y la recuperación de los restos de la nuera del poeta, María Claudia García Irureta Goyena. Ayer, Kirchner planteó el tema a Batlle en una reunión en la residencia de las afueras de Colonia. Hasta ahora, el gobierno uruguayo aseguraba no tener información precisa sobre el hecho y se excusaba de dar datos con el argumento de que “no se le puede dar a un argentino lo que se les niega a los uruguayos”. La novedad fue que Batlle se comprometió a seguir haciendo excavaciones y a recibir al secretario de Derechos Humanos, Eduardo Luis Duhalde e incluso al propio Gelman.
La cuestión Gelman prometía ser conflictiva en la conversación entre ambos presidentes. De hecho, el reclamo por el cuerpo de la nuera del poeta ya había provocado roces diplomáticos en los últimos días de agosto. En aquel momento, Bielsa se había quejado por unas declaraciones de uno de los asesores de Batlle, Carlos Ramela, mientras que el canciller uruguayo había protestado por lo que consideraba una “intromisión del gobierno argentino” en asuntos internos de ese país. El episodio había llegado a tal punto que desde Buenos Aires habían aclarado que no pensaban romper relaciones con Uruguay. El desacuerdo se resumía en una frase del canciller Opertti: “La resolución de la salida democrática en la Argentina no es la misma que en Uruguay”. Ese parecía ser el límite.
Tras la entrevista de Kirchner con Batlle, la sensación en el gobierno argentino era que habían superado ese punto. En la Cancillería destacaban que hasta ayer los asesores del presidente uruguayo decían que había ciertos límites que no se podían violar, que estaban condicionados. Pero algo pareció cambiar en el diálogo entre Kirchner y Batlle, ya que el uruguayo se comprometió a seguir las excavaciones en distintos puntos de Uruguay. También dijo que ya habían encontrado los cuerpos de 26 desaparecidos, y que esperaba que el de María Claudia fuera el número 27. Pero los hombres del gobierno argentino destacaban especialmente que Batlle, aun en el marco de un diálogo protocolar entre presidentes, había dicho que “no cerraba ninguna alternativa”.
–¿Existe algún condicionamiento en este tema? –preguntó Kirchner.
–Yo no cierro ninguna alternativa –contestó Batlle.
–Podría venir entonces nuestro secretario de Derechos Humanos –sugirió entonces el canciller Bielsa.
–Que venga, yo lo voy a recibir personalmente. Y si usted quiere venir con Juan Gelman lo voy a recibir también a él –respondió el uruguayo.
Durante toda la conversación –en la que participó, además, el ex presidente Eduardo Duhalde–, Batlle demostró estar muy informado del tema con detalles que asombraron a la comitiva argentina. Contó, por ejemplo, que uno de los lugares donde se habían hallado cuerpos de desaparecidos se llama Arlington, igual que el nombre del cementerio militar de la capital de Estados Unidos. En lo que no quiso o pudo dar detalles fue si el cuerpo de María Claudia fue enterrado en el regimiento militar 13 o en el 14, los dos asentados en las inmediaciones de Montevideo.
María Claudia Irureta Goyena fue secuestrada en Buenos Aires junto con Marcelo Gelman el 24 de agosto de 1976, trasladada en la segunda semana de octubre de ese año a Montevideo y alojada en el Servicio de Información de Defensa (SID), llevada a fines de octubre o principios de noviembre al Hospital Militar, donde dio a luz a una niña y devuelta a fines de diciembre al SID, donde le fue sustraída la niña que fue entregada a unpolicía, quien la inscribió como hija legítima. Este relato pertenece al inciso 1 del informe final de la Comisión para la Paz, un espacio con el cual el presidente Batlle trató de cicatrizar parte de la herida abierta que produjo la dictadura uruguaya.
La nieta de Gelman fue entregada a un alto jefe policial, el comisario Angel Tauriño, quien inscribió a la niña como hija propia. Tauriño era un hombre de confianza del ex presidente Julio Sanguinetti y de la plana mayor de su partido, el Colorado. Uno de los integrantes de dicha plana mayor es el hoy canciller uruguayo, Didier Opertti.
El asesino de María Claudia Irureta Goyena, el policía militar de la Guardia Metropolitana Ricardo “Conejo” Medina, fue luego de la dictadura secretario privado y amigo del senador oficialista Pablo Millor, otro integrante de la plana mayor mencionada más arriba.
Una investigación periodística realizada en Uruguay indicó que la nuera del poeta había sido sepultada en terrenos del Batallón 13 de Montevideo. Batlle, que había formado la Comisión para la Paz en agosto de 2000, interrogó a notorios represores sobre el tema, y llegó a la conclusión de que María Claudia no había sido enterrada en el Batallón 13 sino en el Regimiento 14. Sostuvo que el pozo fue cavado por oficiales del ejército uruguayo e hizo saber que quien asesinó a la chica luego del parto fue el policía Ricardo Medina, a quien mencionó como ahijado del comisario Tauriño. El presidente agregó que conocía la ubicación de los restos.
En paralelo a esta investigación, Batlle recibió al senador Rafael Michelini, uno de los políticos uruguayos que más insistió en el esclarecimiento del episodio. Sobre el caso de la nueva de Gelman, Batlle dijo:
–De María Claudia sabemos absolutamente todo.
–¿Todo? –preguntó Michelini.
–Todo, incluso quien la mató.
Desde entonces, Batlle se ha negado sistemáticamente a reconocer este diálogo y a desentrañar cuál es el sitio donde está enterrada la madre de la nieta del poeta.

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