Por Camilo Ratti
Desde Córdoba

Con la presencia de los tres hermanos, amigos, ex compañeros, y de los antropólogos y especialistas que reconstruyeron su historia y le devolvieron la identidad arrebatada, los familiares de Gustavo Gabriel Olmedo recibieron sus restos. La urna envuelta en la bandera argentina con los huesos del joven asesinado junto a otras tres personas en marzo de 1976 –y que fue identificado en la fosa común del Cementerio San Vicente por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF)– partió rumbo a su Chilecito natal, en La Rioja, para reencontrarse con los suyos.
“Esto nos ayuda y nos da mucha fuerza para buscar ahora a Francisco, mi otro hermano, y a su mujer, Graciela Pujols, asesinados en Buenos Aires. Y también a mi sobrino, que debe tener la edad de nuestros hijos, a quien todavía no podemos encontrar con las Abuelas”, dijo, con voz entrecortada por la emoción, Daniel Olmedo, el único de los hermanos que pudo enfrentar las cámaras y los grabadores para dejar un testimonio de lo que significó para su familia recuperar los restos de Gustavo.
Atravesado tanto por el dolor como por la alegría de lo que estaba sucediendo en el Museo de Antropología (el lugar elegido para la restitución del cuerpo), Daniel aprovechó la presencia de los medios para solicitarle al presidente Néstor Kirchner que anule “inmediatamente” las leyes de Punto Final y Obediencia Debida que, en realidad ya fueron anuladas por el Congreso.
Antes de partir rumbo a Chilecito se dirigió a los cordobeses, y en especial a uno: “No vamos a olvidarnos nunca de nuestros hermanos, de todo lo que pasó, porque tenemos miles de cuerpos que no encuentran sus familias. Tenemos una gran cantidad de sangre desparramada por (Luciano Benjamín) Menéndez en toda esta provincia, en sus ríos, lagos, universidades, escuelas, fábricas y sindicatos. Es un genocida indigno de esta ciudad y, como tal, desearía que los cordobeses empezaran a correr el telón de lo que hizo este sanguinario y lo declaren una persona indigna de esta tierra”.
Anahí Ginarte, integrante del EAAF, que trabaja en la identificación de los cuerpos exhumados del Cementerio San Vicente, contó a Página/12 cómo vivían ellos este momento: “Es la culminación de nuestro trabajo, lo que nosotros buscamos, nuestro objetivo. Es una sensación muy fuerte, porque cuando trabajamos con huesos no estamos todo el tiempo pensando en lo que estamos haciendo. Pero de repente, los huesos pasan de tener un número a un nombre, entonces recuperás una historia y en lo personal te hace bien, porque te devuelve a la realidad de lo que estás trabajando. Es como un ir y venir de lo científico a lo humano en forma permanente”. Aunque reconoce que el trabajo es duro, sostiene que el hecho de trabajar en equipo los ayuda: “Somos un grupo de gente que juntos buscamos la verdad porque, en realidad, devolver los restos a los familiares es devolverle la historia que no tenían, que le ocultaron y le negaron. Entonces, no es devolver huesos, sino una posibilidad de justicia”, señaló.
Beatriz Pfeiffer es miembro de la Asociación para la Recuperación de la Identidad Histórica de Argentina (Aristha) y tiene a su cargo la reconstrucción documental y testimonial de los cuerpos encontrados. “Además de lo que significa para nosotros en términos personales, y de lo que significa para la familia, que es un cierre importante de una situación perversa como es haber vivido la desaparición durante tantos años de un ser querido, es importante lo que significa este reencuentro y la explicación que puede hacer la sociedad de lo que sucedió. Para muchos de los que estamos acá, esto es haber ganado una batalla chiquitita.”