EL PAíS
Cómo ven la situación los que hacen política con el cuerpo
Los piqueteros ven a este gobierno como distinto, pero no ven cambios en la política económica. El problema del fraccionamiento y de mantener el diálogo.
› Por Laura Vales
Desde que asumió este gobierno, ¿cambió la situación de los piqueteros? ¿Hay más trabajo en sus barrios? ¿Comen mejor? ¿Existen expectativas? Página/12 formuló estas preguntas a dirigentes de distintas organizaciones de desocupados, a los que planteó también la cuestión de si se puede hablar de una “protesta social lícita” y de otra “ideológica”, como diferencian algunos integrantes del Gobierno. Las respuestas sirven para entender cómo están las relaciones y qué reacción puede seguir a la intención oficial de poner un límite a los cortes de ruta.
Antes de transcribirlas, vale la pena repasar algunos datos.
El movimiento de desocupados se sigue fraccionando en múltiples sectores. Al mismo tiempo nacen nuevas agrupaciones. En total, hay ahora más de cuarenta.
El Gobierno recibió al inicio de su gestión a las organizaciones más grandes, con las que llegó a distintos acuerdos. Muchos de estos convenios han tenido difusión pública: algunos por cupos en el programa de construcción de viviendas, otros por la entrega de subsidios para los emprendimientos productivos. También se otorgaron nuevos cupos del Jefas y Jefes de Hogar.
De este diálogo han participado prácticamente todas las agrupaciones que realizaron las grandes movidas de 1999 en adelante, con resultados parciales y desparejos, pero que de todas formas se reflejan en la disminución de protestas.
Los grupos que en los últimos meses encararon las acciones más fuertes, como el bloqueo al Ministerio de Trabajo, no tienen reclamos más “radicalizados”. Pedían 3 mil planes de empleo y firmaron un acta de acuerdo por el envío de alimentos. Son grupos chicos, de 700 o 1000 integrantes, algunos con muchos años de historia y otros recientes. Dicen estar siendo discriminados en relación a los demás y no tener asistencia.
Finalmente, algunas agrupaciones han empezado a movilizarse para presionar no ya al Estado, sino a las empresas privatizadas por trabajo genuino. Este es el caso de los subterráneos, que terminó con un desalojo violento y detenciones.
Qué cambió con Kirchner
Las organizaciones grandes dicen que con este gobierno hay mejor diálogo. Lo que no cambió, coinciden prácticamente todos, es la política económica.
“El Gobierno ha planteado una relación positiva, de reconocimiento de nuestro rol”, señaló Jorge Ceballos, de Barrios de Pie.
“Tenemos un diálogo fluido con todos los ministerios y hemos podido incorporar al plan Jefas y Jefes de Hogar, aunque de manera limitada, a cierta cantidad de compañeros”, dijo Néstor Pitrola, del Polo Obrero.
“Hemos visto con agrado cómo se defendió el tema de los derechos humanos, la política frente a la policía bonaerense y la Federal. Hubo medidas que reconocemos buenas, que la población estaba esperando desde hace rato”, opinó el Perro Santillán, dirigente de la Corriente Clasista y Combativa de Jujuy, donde este mes la represión policial les dejó dos muertos.
“Pero las condiciones de vida no mejoraron”, completó Ceballos. Pitrola calificó los programas de generación de empleo como “aspirinas para enfrentar un cáncer”. Y Santillán, que en lo económico, “Kirchner está siendo la continuidad de Duhalde”. Los tres criticaron como cuestión central el acuerdo con el FMI y el 3 por ciento de superávit comprometido, “que va a traer muchos problemas a los que menos tienen”.
¿Qué dicen los grupos que en el último mes impulsaron medidas irritantes para el Gobierno como el bloqueo a las boleterías de los subtes y al Ministerio de Trabajo? Que nada cambió en lo económico y que el Gobierno les cortó los subsidios, o directamente nunca se los otorgó. “El mes pasado tuvimos una reunión en el Ministerio de Trabajo”, cuenta Ernesto Aldana, del Frente de Trabajadores Combativos. “Habíamos hecho una protesta en los subtes y en represalia el ministerio nos quitó planes. Nos dijeron que no nos iban a dar más subsidios porque nos habíamos ‘excedido en el reclamo’. Nos pusimos a discutir, finalmente nos ofrecieron los planes pero a cambio de firmar un acuerdo para no manifestar por seis meses.”
Dice Santiago Delmas, del MUP 20 de diciembre, uno de los que participó del bloqueo a Tomada: “Nunca hemos recibido nada de la Nación, desde la gestión de Duhalde. Hicimos muchas protestas, nos plantearon que teníamos que venir sin movilizarnos. La última vez optamos por levantar la medida, pero desde entonces nos dejaron esperando”.
La protesta
Hasta antes de las elecciones nacionales, las protestas piqueteras eran masivas, coordinadas en grandes bloques: se trataba de marchas multitudinarias a Plaza de Mayo o de bloqueos coordinados en los accesos de la ciudad. Ahora, cada semana sigue habiendo presencia piquetera, pero en su mayor parte de organizaciones que salen solas, en grupos más chicos. ¿Les conviene a los organizaciones este escenario? Los dirigentes suelen decir que “muchos planes de lucha son ningún plan de lucha”. La sucesión de cortes desgasta y molesta a otros sectores de la sociedad.
Pero ¿cómo evitarlo? En cada jornada de protesta se ven aparecer nuevos grupos. El país tiene cuatro millones de ocupados y subocupados. De ese conjunto los que se organizaron hasta ahora son nada más que 300 mil.
Su método de lucha no necesita de grandes estructuras, ni de dinero. Se pone lo único que se tiene, que es el cuerpo, en la calle. No es imprescindible juntar miles ni contar con un único referente.
Dice José Villalba, del Futrade, otra de las organizaciones que bloqueó el ministerio: “Estábamos pidiendo planes de empleo. Si la ley dice que es un subsidio universal, al que tienen derecho todos los desocupados con hijos, hasta que no se empadrone el último no pueden cerrarlo. La situación de pobreza en nuestros barrios sigue igual”.
Protesta lícita vs.
protesta ideológica
¿Hay una “protesta lícita” y otra “ideologizada”, para utilizar las expresiones de algunos funcionarios?
Los desocupados plantean que la suya es, sin dudas, una pelea política. Aun con sus profundas diferencias y propuestas, lo que reclaman todos es otro modelo de país. Plantean que no es suficiente lo reivindicativo. Desde 1996, cuando empezaron a organizarse, los gobiernos crearon subsidios hasta llegar a los dos millones de personas. En el mismo período sus políticas económicas dejaron en la pobreza a veinte millones.
“El modelo que ha impuesto la exclusión es un modelo ideológico. Para cambiarlo la politización es la única alternativa de los desocupados”, dice Roberto Martino, del Movimiento Teresa Rodríguez. “Esa transformación no la pueden hacer masas despolitizadas sino, necesariamente, gente que haya debatido un camino que vaya más allá del bolsón asistencial”.
En ese marco, históricamente en los planes de lucha se han expresado reclamos de fondo: de oposición a los acuerdos con el FMI, de rechazo al ALCA, por el no pago de la deuda externa. Ningún sector del abanico que conforma el movimiento ha dejado de tenerlos.