Jue 30.10.2003

EL PAíS  › ANUNCIOS DE BELIZ EN UN REPORTAJE
CONJUNTO CON EL FISCAL DE LA OPERACION MANOS LIMPIAS DE ITALIA

“Es central poner límites a las empresas off shore”

Gherardo Colombo vino a la Argentina invitado por el ministro de Justicia para discutir formas de combate al narcotráfico y el lavado de dinero. En 1992 fue una de las cabezas de Mani Pulite. Aquí cuenta su balance de la experiencia mientras Beliz anuncia qué viene después de la ofensiva contra la Corte.

› Por Martín Granovsky

Podría vivir de la gloria, pero elige el espíritu crítico. Gherardo Colombo (57, milanés) sostiene que al final del camino todo el proceso de Mani Pulite, manos limpias, a lo sumo terminará con la condena de un sospechoso sobre cuatro. En una visita a la Argentina compartió un reportaje conjunto con el ministro de Justicia, Gustavo Beliz, a veces cruzado y a veces en paralelo.
–Usted, doctor Colombo, escribió que el sistema penal no alcanza para terminar con el delito. También dijo que el sistema penal debe ser creíble. ¿Lo es en Italia?
Gherardo Colombo: Hoy por hoy es relativamente creíble, sí.
–¿Por qué relativamente?
Colombo: Porque cuando una sentencia tarda años, mina la credibilidad.
–La Justicia lenta es menos creíble.
Colombo: Sí, tanto en lo civil como en lo penal. Cuanto más tiempo pasa, menor es el peso concreto de la decisión sobre el hecho originario que desató el litigio. Igual, todo esto no es suficiente cuando las reglas generales entran en conflicto con lo que piensa la gente. La represión sola tampoco es suficiente. Cuando la gente está convencida de que las reglas están mal, esa convicción general no solo es mala porque se cometen más delitos sino porque contagia a quienes son los encargados de reprimir esos delitos. Contagia a la policía y a los fiscales.
–Deme un ejemplo, por favor.
Colombo: Prefiero darle uno que no es mi campo directo: el adulterio. Hace unos 40 años era castigado penalmente el adulterio de la mujer y la relación adulterina del hombre. Una era castigada como adúltera, una condición que se acercaba a lo esencial. Otro, por algún vínculo adúltero. Progresivamente la cultura fue cambiando y la Corte Constitucional terminó debatiendo el tema. Ahora, ¿qué fue pasando con el cambio de cultura? Se llegó a la despenalización casi completa, fruto de que la ciudadanía no quería que fuera sancionada penalmente una persona que era encontrada manteniendo relaciones con otra fuera del matrimonio. Cada vez que la convicción choca con la norma, se llega a un punto de ruptura. Si la convicción coincide con la regla, ésta resiste.
–¿Y si no?
Colombo: Si la convicción entra en conflicto, la historia demuestra que la convicción vence y se cambia la regla. Muchas cosas –desde la libertad de expresión hasta el derecho a la huelga– terminaron entrando en las leyes porque primero había cambiado la convicción general de la sociedad. Vuelvo: la represión penal puede ser eficaz de verdad en el momento de armonía entre la forma colectiva de pensar y el comportamiento de quien debe sancionar el delito. Si la armonía se rompe y la corrupción se convierte en un sistema, será muy difícil vencer la corrupción.
–Gustavo Beliz: Es interesante lo que usted dice sobre que cuando la ciudadanía pensó que le podía tocar la investigación, cambió de opinión.
Colombo: Claro, ¿y qué pasa? Se hace dificilísimo encontrar pruebas y lograr que la gente hable. Incluso la represión funciona con efectividad cuando hay una correspondencia entre regla y convicción. Si un país entero maneja en la ciudad a 70 kilómetros por hora y coimea al empleado que saca la foto de la infracción, no se podrá terminar con esa infracción.
–Beliz (haciendo de periodista): En el caso italiano, ¿la corrupción hizo más rico al país, o menos? En la Argentina lo hizo más pobre y más injusto. ¿No hubo en Italia un orden “impuro” y exitoso?
Colombo: Cada ciudadano tiene una deuda per cápita de 22 mil dólares. Esa es la cifra que surge de dividir la deuda pública por la cantidad de habitantes. No soy economista, pero tengo la impresión de que en Italia la corrupción agilizó el movimiento del dinero, y ese movimiento frenético aumentó notablemente los costos y el endeudamiento. Después de Mani Pulite el costo de un riel instalado en Milán bajó a la mitad.
Beliz: En la Argentina el problema fue la contracción de crédito espurio combinado con el giro irregular de divisas al exterior.
–Ministro, ya que hablamos de dinero negro, ¿qué quiso decir exactamente cuando afirmó que la Argentina de los ‘90 se había acercado a un régimen de narcodemocracia?
Beliz: Primero, fue durante un encuentro con jueces, funcionarios, fiscales y ONG. Antes de hablar pensé: “O hago un discurso formal, con generalidades, o aludo en cierto modo al riesgo de caer en un sistema político inficionado por la droga”. Y hablé de los riesgos en los ‘90. Ahora, más calmado el debate público, deberíamos reflexionar sobre qué ocurrió y qué ocurre en la Argentina con el crecimiento exponencial de la droga. Eso tiene como asignaturas pendientes del sistema político y requiere políticas de Estado de fondo. No lo la cantidad. También la calidad del delito está asociada a la droga. Esto pasa cuando asaltan a alguien y lo matan sin motivo aparente, o cuando un grupo de jóvenes sale a robar porque necesita consumir droga.
–¿Pero usted se refería a eso o hablaba de la relación entre la droga y la política?
Beliz: Una cosa es producto de la otra. La ausencia de una política de Estado es responsabilidad del sector político.
–Mi pregunta apunta a otra cosa: a una identificación entre el sector político y el narcotráfico.
Beliz: Casos en el pasado hubo. Pero más bien se trata de plantear de cara al futuro qué hacer. Por ejemplo, qué hacer en el financiamiento de las campañas políticas. Sin que, además, la Argentina entre en una falsa opción y ponga a los militares para combatir el narcotráfico. Para nosotros sigue siendo muy importante la distinción entre seguridad y defensa.
–¿Para usted la fuente principal del dinero negro en la Argentina es la droga o es la corrupción?
Beliz: Una cosa está asociada a la otra. El lavado combina todo. ¿Con qué tuvo que ver la corrupción en la Argentina? Por ejemplo con tráfico de armas, con narcotráfico... Fueron cuestiones públicas y notorias, y es hipócrita asombrarse de que uno pueda plantearlo como parte de un diagnóstico. En el tema de lavado, la intención del Gobierno es seguir trabajando la normativa para limitar las empresas off shore. Es central. La Inspección General de Justicia ya ordenó la identificación de las compañías cuyo principal objeto sea realizar actividades en el país y tengan asiento en el exterior. El fiscal Colombo decía que en Italia pelear contra la mafia implicó también un avance científico. Hubo que desentrañar el funcionamiento financiero de todo el sistema. En la Argentina eso es parte de la política de seguridad, no puede ser solo una preocupación moral.
–Usted suele hablar del Consejo de la Magistratura como instrumento a ser controlado cuando designe jueces en el futuro. Pero el Consejo o estuvo parado, o se guió por un criterio corporativo, o amparó a jueces cuestionados.
Beliz: Mire, el Consejo tiene una pauta concreta a través de la participación pública para el nombramiento de jueces. La opinión pública podrá controlar si los exámenes son los adecuados y los candidatos son apropiados.
–Pero hacia el pasado, ¿también es clave? Hablo de la revisión de conductas de jueces que hoy están en funciones.
Beliz: Sí. Debería haber reformas en el reglamento interno para agilizar los plazos, sobre todo. No solo en los mecanismos de selección de los magistrados sino en los mecanismos de acusación, tanto en lo que tiene que ver con la acusación por parte del Consejo como con el juzgamiento por parte del Jury de Enjuiciamiento. Estamos trabajando en ideas que no hagan necesario ni siquiera el cambio de legislación. Y hay hechos graves que el Consejo deberá investigar. Hemos instruido al representante del Ejecutivoen el Consejo de la Magistratura para que adopte un papel activo. Hay cámaras de alzada en la Argentina que plantean denuncias penales y ante el Consejo de la Magistratura sobre decisiones de jueces de primera instancia. Es el caso de Claudio Bonadío...
–Y está la denuncia de la Cámara del Crimen sobre la elección irregular del juez Héctor Muratorio en la causa de Raúl Moneta contra el grupo Hicks.
Beliz: Sí, también. El Consejo no puede obviar eso. Lo ayudará la impresión que tenemos sobre la existencia de bolsones sensatos y racionales del Poder Judicial, que plantean el mecanismo de una autodepuración del Poder Judicial a través del Consejo. En los próximos meses el Consejo de la Magistratura tendrá un nivel de visibilidad pública mucho más alto que ahora.
–Fiscal Colombo, ¿cuál es la diferencia entre mafia y crimen organizado?
Colombo: La mafia es una criminalidad organizada particular. Sobre todo tiene la fuerza de la pertenencia. Esa es su solidez. El vínculo asociativo es poderoso. Y ese vínculo es tan importante en el ambiente en el que la mafia opera (la omertà, el pacto de silencio) como entre los mismos miembros de las organizaciones. En un territorio controlado por la mafia, ésta se convierte en algo más potente que el resto de las instituciones, porque difícilmente sea traicionada. El miedo es muy fuerte.
–A 11 años de Mani Pulite, ¿sirvió o no? ¿Está satisfecho o arrepentido?
Colombo: No estoy arrepentido. Mi trabajo no solo estuvo sujeto a resultados sino basado en una convicción personal, íntima. Ahora, por otra parte esa convicción estaba en perfecta coincidencia con la Constitución. No me arrepiento de haber aplicado la ley.
–¿Y está conforme con los resultados del proceso?
Colombo: Hagamos números, al menos en lo judicial. Sobre cinco mil personas investigadas, 3200 fueron a juicio, y de ahí hay que deducir las causas que prescribieron y las soluciones extrajudiciales, más un 14 por ciento de absoluciones. Queda entonces alrededor de un 50 por ciento de causas abiertas.
–¿Y es poco o es mucho?
Colombo: Depende. Si pasa el tiempo y no llegan las sentencias, aumentarán las causas prescriptas entre esas 1600. O sea que en términos judiciales los resultados pueden ser, para algunos, inferiores a las expectativas iniciales cuando empezó la pesquisa, ¿no?
–No sé.
Colombo: Podría llegar a decirse que solo una persona sobre cuatro fue condenada. Es poco.
–¿Es poco?
Colombo: Sí, es poco en relación con los elementos iniciales. Y este resultado poco satisfactorio terminó provocando una paradoja: provocó en los ciudadanos un aumento de la percepción de impunidad. Sobre todo porque al principios descubrimos muchas pruebas aprovechando el hecho de que no siempre el encubrimiento era un proceso elaborado que impidiera la profundización de las investigaciones.
–¿El sentimiento de impunidad es de los ciudadanos solamente?
Colombo: No. Por supuesto que también está en los sospechosos.
–¿Y ese sentimiento es por ese porcentaje bajo o por razones sociales y políticas?
Colombo: Antes del ‘92 la corrupción terminaba sin proceso judicial, o era investigada solo la corrupción en temas mínimos. Después la sensación cambió, no solamente por el proceso judicial en sí mismo sino por la difusión de noticias que acompañaba a cada paso de la investigación. Se pudo llegar a entender cómo funcionaba el sistema de corrupción. Quién sacaba un crédito, quién le pagaba al político, cómo se distribuía eldinero, cuánto le llegaba a cada gobierno... Estaban todos los detalles, y eso fue muy positivo.
–¿Qué pasó con la opinión pública?
Colombo: Pasó algo muy complejo. En este caso se llegó progresivamente, pero con gran velocidad, a descubrir una red de corrupción. Al principio los ciudadanos sí tenían una ilusión de que, a medida que esas cosas fueran descubiertas, la realidad probablemente cambiaría. Eso pasó en especial en el primer momento, cuando se trató de dirigentes altos de los partidos, intendentes y parlamentarios. Gente con la cual los ciudadanos no se identificaban como pares. Luego, a medida que las pesquisas siguieron, empezó a ser investigada gente más común. Funcionarios de la guardia de finanzas, por ejemplo. O inspectores de la seguridad social. Entonces, en parte por esto, sectores de la opinión pública empezaron a tomar distancia de las investigaciones. Hubo una especie de ilusión inicial de limpieza general que se transformó en otra cosa cuando muchos ciudadanos comenzaron a tener miedo de que la limpieza los abarcara a ellos mismos.
–Demasiada limpieza.
Colombo: Bueno, eso está en la naturaleza del hombre. Pretende que otros respeten las reglas.
–Sobre todo del hombre italiano. O del argentino.
Colombo: La gente se enoja cuando otro comete la falta que uno cometió antes. En Italia la mitad quiere o dice querer un sistema absolutamente legal y la otra mitad quiere tener las manos libres, independientemente de la existencia de normas.
–En Italia la Justicia fue la protagonista de Mani Pulite, y en segundo lugar los medios de comunicación. La clase política entró en crisis por Mani Pulite, y también por los efectos de la caída del Muro de Berlín y por las pautas económicas de Maastricht sobre déficit fiscal. En la Argentina el sistema político entró en crisis pero no habrá proceso completo sin un Mani Pulite en la propia Justicia.
Beliz: En Italia Mani Pulite se desarrolló por una iniciativa judicial y luego fue frenada por leyes de impunidad que en algunos casos disminuyeron la cantidad de años para que los hechos prescribieran. Lo que está claro es que en la Argentina no puede haber Mani Pulite sin voluntad política. Esto no puede ni comenzar. Por eso el Gobierno empezó a transformar el sistema judicial, y la primera gran batalla es la renovación de la Corte Suprema. Ese fue solo el primer paso. Si en la cúspide del Poder Judicial de la Argentina hay jueces sospechados o faltos de transparencia, el sistema político pierde credibilidad. Ahora, ésa es la primera parte. En el caso argentino hay un mecanismo distinto de selección, ahora. Implementamos la consulta y el debate, que también se está aplicando para los jueces federales. Y debería completarse con normas sobre el financiamiento de los partidos políticos y el propio sistema electoral. El Consejo de la Magistratura debería ser más rápido y ágil. Lo será también cuando la opinión pública tome en sus manos con mayor fuerza el control de calidad sobre el proceso de selección de los magistrados. Ahí es donde se ve si una persona que estaba en el puesto 30 del ranking saltó al segundo lugar solo con la entrevista final. En el caso de los jueces federales, por ahora, la participación es menor. Y sucede lo mismo en el caso de los fiscales.

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