Lunes, 29 de junio de 2015 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Mempo Giardinelli
La opinión vertida en esta columna la semana pasada, sobre el episodio Randazzo, sumó tantas adhesiones como cuestionamientos. Eso está bueno y estimula el análisis del incierto devenir electoral que nos espera.
Por un lado, y no es poca cosa, en algunos mentideros se dijo que “la verdad es que CFK no desplazó a Randazzo sino que le propuso que siguiera hasta las PASO si quería, pero en fórmula con Axel Kicillof como vicepresidente”. Cierto o no, en esta hipótesis el ministro del Interior y Transporte se habría negado, y esa negativa, sumada a la de no competir por la gobernación bonaerense, habría sido el detonante de la decisión presidencial.
Otras chismografías, en cambio, pretenden que “bajar a Florencio” fue el resultado de temores diversos que circularon días antes, y profusamente, en la Casa Rosada y en algunos bajofondos kirchneristas, señalándolo como “capaz de traicionar” a CFK, mientras que Scioli habría demostrado “ser cualquier cosa menos traidor”.
Como sea, la bendecida fórmula Scioli-Zannini aclaró el panorama en un sentido, aunque en otros sigue siendo sombrío. Y es que más allá de optimismos y deseos, los hechos parecen mostrar altos riesgos electorales a esta altura del partido.
En la enumeración que hacen algunos dirigentes veteranos, se puntualizan estas (supuestas) evidencias: a) El kirchnerismo pierde en la CABA, que es un distrito numeroso e influyente. Lo más probable es que Mariano Recalde siga tercero en la puja y en el supuesto de que sea necesaria una segunda vuelta, los votantes K se encontrarán por lo menos incómodos. b) En Córdoba un triunfo K se ve como bastante improbable, y el FpV podría resultar tercero también allí. c) En Santa Fe, Omar Perotti hizo una excelente campaña, pero quedó tercero; d) Y aunque en Mendoza también se hizo una buena elección, allí ganó el radicalismo, más allá de que el oportunista Sr. Macri fue a sacarse una foto.
El FpV ganó en cambio, y con cierta holgura, en electorados numéricamente menores, como Salta, Chaco y Tierra del Fuego. Y aunque fueron triunfos resonantes y esperanzadores, es obvio que los votantes de esas provincias no alcanzarían para emparejar eventuales derrotas en los distritos más numerosos del país, o sea los mencionados más Tucumán, también de pronóstico inseguro.
La cuestión no pasa –no debería pasar– por el optimismo o el pesimismo, sino por la fría mirada sobre el territorio electoral nacional. En el cual, sin dudas, la esperanza oficialista se concentra en la provincia de Buenos Aires, donde cualquier fórmula kirchnerista llevaría las de ganar según diversas encuestas. Pero como todavía no es ésa una batalla acabada, nada es completamente seguro por el momento, máxime si se tiene en cuenta que el sistema multimediático, esa jauría de dogos, está cada día más activo y feroz en todo el territorio nacional, y su influencia nefasta es mucho más notoria y profunda que lo que se suele, y se quiere, creer.
Desde ya que estas conjeturas serían inválidas si la Presidenta fuera la candidata, puesto que si ella pudiera presentarse sin dudas arrasaría en las urnas. Pero la Constitución manda, y entonces ella, más allá de su popularidad, capacidad y aprobación, está fuera de la competencia y acaso por eso, sabiamente, se automarginó de candidatearse a cargos menores.
Lo cierto es que los pronósticos son difíciles. Y que por más esfuerzos que se hagan –y se están haciendo muchos– la dupla kirchnerista no termina de enamorar a la ciudadanía. Quizá por la fría personalidad del gobernador bonaerense, quizá por su discurso más bien anodino y reiterativo, o quizá por sus énfasis entusiastas pero poco convincentes. Al menos así se lo vio en 6,7,8 la semana pasada, cuando hizo un extraordinario esfuerzo para mostrarse firme y decidido, pero con un discurso limitado, previsible y poco original. En ese terreno, el desempeño de Scioli fue correcto, pero de poco brillo.
Claro que todo puede cambiar, y quienes aspiran –aspiramos– a la continuidad del llamado “modelo”, tienen todo el derecho a esperar superaciones y fortalezas conceptuales capaces de enfrentar el horrible país que nos espera si llega a ganar –es un decir, sólo una hipótesis– esa oposición neoliberal sostenida por Clarín y La Nación y encarnada en el inefable y aceitoso Sr. Macri, ahora acompañado por la declarada favorecedora de fondos buitres, Sra. Michetti.
Claro que esa oposición, CFK dixit, se maneja “con chamuyos y globitos” y por eso no deja de mostrar flancos débiles. Además de que la tan mentada polarización Scioli versus Macri todavía está por verse. No son pocos los que no descartan una enorme sorpresa en las PASO. Por ejemplo, que el Sr. Sanz le gane al intendente porteño. ¿Cómo? Sumando porotos. El PRO vence en la CABA, admiten, pero en Mendoza ganó el radicalismo en forma maciza. Y también ganará la UCR –se entusiasman– en las provincias de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, Chaco y varias más. “No vaya a ser –como barajó un radical provinciano– que al elegir entre Mauricio y Ernesto los radicales no le demos una paliza a los porteños en la suma del país.”
En fin, puede reprocharse el tono escéptico, pero a la hora de cerrar esta nota no parece aconsejable el triunfalismo, ni es la vigorosa mística K lo que reluce. Este texto prefiere sinceridad ante los hechos, en lugar de optimistas negaciones.
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